El pozo de los deseos
Querido lector, permíteme presentarte una obra maestra de la literatura contemporánea, remasterizada para el mundo moderno: “El pozo de los deseos”. Originalmente concebida en el año 2010 por el talentoso autor Marcos Orowitz, esta novela de terror psicológico ha sido cuidadosamente reeditada en 2024. Manteniendo intacta su esencia perturbadora, esta nueva edición nos sumerge en un abismo de misterio y horror, evocando el estilo inconfundible de las películas de los años ochenta. Si eres un fanático del cine ochentero, prepárate para una experiencia literaria que te hará revivir esa época dorada del terror.
Capitulo numero 1 Bienvenido a casa maricón
Cortesía de Arianna Euphoria editorial
Primeras paginas del 8 al 15
Conducía por la estatal cuando inesperadamente uno de los neumáticos del vehículo "estalló de manera violenta”, vaya que me asusté, el ruido y el susto, hicieron que perdiera la concentración y entonces el auto de manera diabólica y controlado por una fuerza sobrenatural, perdió el rumbo y se metió de lleno sobre un pequeño campo de maizales, al costado de la carretera.
Los frenos no respondieron “en ningún momento” ¡temí lo peor! Pero gracias a la frondosidad de la maleza, la velocidad disminuyo y cuando finalmente logró frenar, lo hizo a cinco metros de una casa vieja de madera antigua, color amarillo, no sé porque ese color me dio mala vibra, bueno, no era el color en sí, ni siquiera la fachada campechana del inmueble, que a decir verdad se veía una reverenda porquería, creo que era todo en general, el aspecto a su alrededor con la hierba y el maíz seco sin vida, sombrío y desprolijo, sumaban a ese panorama tétrico una versión oscura y típica de las películas de Hollywood.
--“En mi mente pensaba: si mi esposa estuviera aquí, no se atrevería a descender del vehículo”. Entonces comprendí que ese miedo no era del todo equivocado y siendo más sutil de lo normal, permanecí, dentro del auto, algunos minutos, ¡tenía muy en claro que por estos lares las personas son de carácter complicado y de armas tomar!
--No iba a cometer el error de descender y que mágicamente apareciera un maldito Hick detrás mío con una escopeta de doble cañón apuntándome directo a la cabeza. ¡No señor!
--Considerando que nada sucedió, y que tampoco había señal en mi celular para realizar una llamada al servicio de emergencia, continué sentado, observando los alrededores, “que por cierto” se veían oscuros y tétricos, nadie salió por esa puerta casi desarmada, desprolija, con maderas rusticas y clavos de gran tamaño, atravesándola de lado a lado, decidí descender en son de paz, ¡siempre alerta! con las manos visibles, ósea en alto, claro, es para reírse, ¿pero es que ustedes no entienden que sucede con la gente de estos lugares verdad?
--Escucharon alguna vez la historia de Billy rock, el jugador de baseball que desvió su camino de la carretera por esto lugares, en horario nocturno para darse un poco de amor con una prostituta de a dólar que recogió un pueblo antes y justamente cuando estaba por iniciar el acto…alguien se acercó al vehículo y sin mediar ningún tipo de dialogo, un estruendo de fuego atravesó la ventana de ese vehículo importado y le voló la tapa de los sesos al conductor, salpicado ojos y dientes por todos lados.
--Más tarde las pericias forenses, dijeron que el arma utilizada fue una escopeta de doble cañón, normalmente utilizado por los moradores de la zona para cazar osos, La prostituta, salió ilesa, luego de presenciar ese acontecimiento macabro, abrió la puerta del vehículo y regresó a la carretera a hacer dedos, pensando que se olvidaría rápidamente de lo sucedido, pero no advirtió que al ser recogida por un camionero que venía desde Massachussets, el tipo se alarmaría por el estado de sus prendas, ella no se percató pero toda su chaqueta estaba manchada de sangre fresca y olía a muerte reciente.
--Entonces el camionero hizo parada rápidamente en la primera estación de gasolina que encontró y descendió del camión dejando a la prostituta déntro, con las puertas aseguradas, para que no pudiera escapar, ya en la estación pidió un teléfono y se puso en contacto con el 911, quienes milagrosamente a la brevedad hicieron contacto con la única patrulla nocturna activa en el condado, haciendo parada sobre la carretera a unos 15 minutos de allí, cuando llegaron los oficiales de la ley y vieron a esta mujer toda manchada de sangre, supieron rápidamente que tras esa fachada había un asesinato, entonces la llevaron hasta la estación para declarar.
--Cuando lograron que esta mujer contase los hechos ocurridos, ella dijo claramente: que cuando estaba inclinada mamando la polla del joven deportista, escuchó una explosión que la dejó sorda, con un fuerte zumbido que atravesó sus oídos, y luego se desmayó. cuando los oficiales arribaron al lugar de los hechos, encontraron el vehículo intacto, solo el vidrio de la puerta izquierda había sido destruido, como lo relató la prostituta, no así, el cuerpo del joven base bolista, jamás apareció.
-- Entonces tras escuchar esta pequeña narrativa basada en hechos reales, ¡comprendes porque, no es bueno aventurarse por estos lugares como si estuviéramos en la ciudad!
--¡Como sea!, nadie con un mínimo de sentido común, descendería de su vehículo, llegaría hasta la casa y golpearía a su puerta, esperando que un alma caritativa y comprensible te recibiera con ¡mucha empatía! “claro que no”.
--Lo más probable, es que uno de estos fenómenos con olor a orines, te sorprenda por detrás y cuando te percates de eso, tendrás el gran cañón de un arma en medio de tus narices, preparado para volarte la tapa de los sesos y luego despedazar tu cuerpo para darle de comer a los cerdos.
--Al descender percibí y escuché un movimiento brusco entre la maleza, justo detrás de mí.
Y cuando giré para evitar ser sorprendido, la figura de un anciano decrepito, con apariencia de mendigo se mantenía erguido, con su mirada fija, observando expectante mis movimientos, cargaba en sus manos una pala…¡pensé viejo de mierda! “Casi me mata de un susto”, entonces rápidamente, espeté: hola, ¡buenas noches! El auto se averió y salió disparado desde la carretera, atravesando el campo de maíz hizo parada justamente aquí, es que no solo el neumático estalló, sino que el freno dejo de funcionar, no pude estabilizarlo y “heme aquí jejeje”.
--El viejo, inmutado no esbozó ni un maldito gesto en su rostro, solo continuaba observando, sus labios apretados con furia, frunciendo el ceño, "a de ser por la gran cantidad de maíz" que inevitablemente destruí, ¡pues si ese era su gran problema! tenía conmigo la maldita chequera, pensaba pagar a regaña dientes todo el mal ocasionado. Ligeramente los párpados del anciano comenzaron a titilar como si fuera a convulsionar ¡o algo así! Entonces, rompió el silencio con un sonido carrasposo, propio de las personas fumadoras, escupió de lado, un gran chorro de saliva marrón viscoso y espeso, luego secó sus labios con el puño de su camiseta, agujereada y amarilla.
--¡Que asco pensé! Viejo patético y sucio, en mi mente pensaba: si mi esposa estuviera aquí, no se atrevería a descender del vehículo” y mucho menos entablar una conversación con este maldito Hick, que al juzgar por su apariencia se veía intimidante; El anciano continuó mirándome, como un perro que espera su trozo de carne, su mano aún aferrada a la pala como si fuese una extensión de su propio ser. Por un momento, el ambiente se tornó insoportable. El aire era pesado, impregnado de un aroma terroso y a descomposición. Me pregunté si había sido una buena idea salir del vehículo.
Decidí intentar romper el incómodo silencio. “Mire, hombre, entiendo que he causado un problema. Estoy dispuesto a compensarle por lo que destruí. Solo necesito un teléfono para llamar a un servicio de grúas.” Sin embargo, mis palabras parecieron caer en un pozo sin fondo; el anciano ni siquiera hizo el intento de responder.
El ruido entre los maizales fue reemplazado por un inquietante silencio. Miré a mi alrededor, buscando alguna señal de vida, algún rayo de esperanza que me hiciera sentir menos vulnerable. Pero solo encontré la oscuridad inquebrantable de aquel campo y la chabola vieja que tenía un aire casi amenazante.
Pronto, la fijación del anciano en mí se tornó opresiva. “A veces, los hombres que rompen el maíz no entienden lo que han hecho,” murmuró finalmente, su voz rasposa como si cada palabra le costara un esfuerzo monumental. “Este terreno ha sido cuidado durante generaciones. No es solo maíz... es legado.”
Su expresión se oscureció y un escalofrío recorrió mi espalda. “Voy a arreglar esto, no se preocupe. Negociemos un precio.” dije, intentando sonar más confiado de lo que me sentía. Pero el anciano no pareció cambiar su actitud, como si las palabras no tuviesen peso en su mundo.
Sin previo aviso, dio un paso hacia mí. Su figura se acercó despacio, como un zombi atrapado entre la vida y la muerte, “Algunos legados se pagan con más que con billetes,” dijo, y su mirada me perforó con la intensidad de mil dagas.
De repente, la noción de peligro se volvió inminente. ¡Maldita sea! El sudor frío comenzó a brotar en mi frente. Sin pensar, retrocedí un paso, en un intento de mantener mi distancia. Si alguna vez había creído que escapar era una opción, ahora lo sabía con certeza. Necesitaba salir de allí.
“Escuche, respeto lo que dice, pero no tengo intención de quedarme aquí. Me marcharé, y prometo que no volveré a poner un pie en este lugar,” afirmé, buscando cualquier forma de apaciguar esa mirada penetrante.
El anciano se llevó una mano a la barbilla, pensativo. “A veces, lo que se rompe puede arreglarse, pero otras veces lo que se siembra debe cosecharse.” Cada palabra era un golpe, y mi corazón palpitaba con fuerza. Volví a mirar el camino, deseando que el motor del vehículo respondiera, para largarme de este maldito lugar para siempre.
En ese instante, una ráfaga de viento atravesó el campo, trayendo consigo un susurro que me erizó la piel. Recordé la historia de Billy Rock y ese inquietante condimento de fatalidad que a menudo rodeaba los relatos de la gente de estas tierras. La noche parecía devorarse a sí misma, y la tensión en el aire crecía cada segundo que pasaba en esa confrontación.
Decidí que no podía quedarme más tiempo. Retrocedí un paso más, pero tanto el viejo como el entorno parecían moverse en cámara lenta. En mi mente repetí una idea que debía ser mi mantra: “Sin confrontaciones.” Sin embargo, el destino pareció jugar sus cartas con maestría y la salida parecía más lejana que nunca.
“¡Ya basta!” exclamé de repente, recuperando un poco de valor. “No quiero problemas. Solo quiero salir de aquí.” La acción provocó una chispa en la mirada del anciano; por un instante, creí ver un destello de interés, ¿o quizás burla?
Con ese pequeño atisbo de acción, respiré hondo y me puse en marcha, decidido a regresar al coche antes de que aquel hombre, o cualquier otra amenaza de este lugar, pudiera consumirme por completo.
No quería parecer un cobarde, pero la sensatez debía primar antes que cualquier otra cosa. Ya había tenido suficiente de las historias de terror; no necesitaba agregar mi propio capítulo a su macabra narrativa, pero el viejo no iba a permitir que saliera de allí sin antes experimentar cómo arreglan las diferencias los hillbillys por esos lares. Antes de que pudiera formular una estrategia para escapar, sentí un golpe seco, duro y fuerte en mi cabeza. Era como si un rayo me hubiera atravesado. El mal nacido había arrojado la pala, como un cazador lanzando su red para atrapar a su presa.
No perdí la razón, pero aquella acción maléfica y traicionera me dejó sin palabras y fuera de cualquier cuestionamiento racional. Intenté levantarme, el mundo girando a mi alrededor, pero el anciano ya estaba parado frente a mí, su mirada perturbadora y senil fija en mis ojos, como si fuera capaz de leer mi alma. Su nariz se inflaba al respirar de manera agitada, un signo claro de que esto no había terminado.
“¿Pero qué hace? ¡Viejo de mierda! ¿Está usted loco? ¿Cómo demonios va a arrojar esa pala sobre mí?” pregunté, la voz temblando entre la indignación y el terror que comenzaba a apoderarse de mí. Pero antes de que pudiera completar la frase, él colocó su pie derecho en mi pecho, presionando con fuerza suficiente para devolverme a la fría realidad.
“¡No vayas a moverte, maldita alimaña!” dijo entre dientes, los músculos de su cara tensándose como si cada palabra saliera de su boca con el esfuerzo de una batalla interna. “No vayas a hacerlo, a menos que quieras morir.” Su voz estaba cargada de una amenaza palpable, y su pie mantenía una presión que me recordaba lo frágil que era mi propia vida en ese momento. La pala, ahora olvidada en el suelo entre nosotros, se había convertido en un símbolo del peligro inminente que enfrentaba.
Mi mente corría a mil por hora. Cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos, y mi instinto de supervivencia gritaba que debía encontrar una salida, pero la rigidez de su mirada me mantenía paralizado. La rabia brotaba en mí, mezclada con un profundo miedo. Era una mezcla venenosa: el deseo de luchar y la necesidad de escapar.
Miré su pie, preguntándome si podría deshacerme de esa presión si lograba empujarme hacia un lado. Pero con el anciano sobre mí, los recuerdos de aquella aterradora historia de Billy Rock regresaron como un eco ensordecedor. “No me puedo permitir ser otro capítulo en esta macabra narrativa,” pensé, sintiendo que cada vez me acercaba más a lo inevitable.
“Escuche, no quiero problemas,” logré articular, la voz un poco más firme. “Lo que hice fue un accidente. Puedo pagarle, ¡puedo ayudarle en el campo! No tengo intención de quedarme aquí ni de lastimarle.” Mis palabras parecían flotar en la nada, pero era un último intento de apelar a su humanidad, a cualquier rastro de razón en esa mirada salvaje.
Él no se movió, su presencia continuaba aplastante. La atmósfera se había vuelto irrespirable, y pude sentir el sudor resbalando por mi sien. Cada segundo podía girar hacia un final oscuro. El viejo pareció evaluar nuestros intercambios durante un interminable momento, su expresión era un cruce de desdén y burla.
Finalmente, bajó un poco la voz, como si decidiera compartir un secreto entre nosotros. “No eres el primero que entra aquí buscando una salida,” dijo, su tono más grave ahora, vibrante con una mezcla de sabiduría y desdén. “Pero no todos tienen la suerte de irse. Este es un lugar que enseña a los imprudentes lo que significa divisar lo que no se ve.”
Antes de que pudiera procesar el significado de sus palabras, dio un paso atrás, alejando su pie de mi pecho, pero manteniendo la pala a su lado, lista para ser utilizada una vez más. “Ven,” dijo, señalando la chabola que estaba detrás de él. “Haremos esto a mi manera.”
Y así, comprendí que había caído en un juego que no elegí, gobernado por un anciano que vivía bajo el efecto de su macabra tradiciones campesinas. La lucha por mi vida no había hecho más que comenzar. El terror y la adrenalina comenzaron a mezclarse con un deseo ardiente de sobrevivir, mientras lo seguía, completamente consciente de que cada paso podría ser el último.
“Ahora, maldito maricón, quiero que te levantes de ahí. Deja de comportarte como una niña,” ordenó con voz dura y autoritaria. Sus palabras cortaron el aire como un cuchillo afilado, y fue en ese momento cuando comprendí que el maldito animal hablaba en serio. La amenaza en su tono era clara, y la presión que había sentido en mi pecho se intensificó y con un movimiento brusco, sacó detrás de su cintura una pistola de gran calibre, oxidada y vieja, tan antigua como el mal que habitaba en su corazón. Esa pistola no solo simbolizaba un peligro inmediato; era un recordatorio de que la vida y la muerte podían depender de un simple capricho de aquel maldito bastardo.
“Esto no es un juego, maldito maricón,” continuó, su voz ahora un ruido gutural. “Haremos exactamente lo que yo diga, y tú vas a aprender de una vez por todas lo que significa meterse en asuntos ajenos.” Miré esa arma con una mezcla de asombro y terror. Las viejas historias de venganza y violencia que había escuchado en estos parajes comenzaron a cobrar vida en mi mente.
Intenté buscar a mi alrededor alguna posible salida, pero sabía que en ese instante él tenía el control. “¿Qué quieres de mí, viejo patético?” balbuceé, mi voz temblando. “Solo intentaba arreglar las cosas. No tengo nada en contra de ti.” Mi mente corría, tratando de encontrar una forma de calmarlo, pero cada palabra parecía hundirse en la masa de locura que lo rodeaba.
Con una sonrisa sanguinaria y retorcida de satisfacción, intentaba amedrentarme insuflando terror; podía ver cómo lo saboreaba en sus labios secos, masticando pequeñas bocanadas del miedo que se desprendía de mí. “Eres un buen hablador, pero hoy vas a aprender que hablar no arregla nada,” dijo, moviendo la pistola de un lado a otro, dejándome claro que no tenía miedo de usarla.
El terror comenzó a invadirme por completo. Mi mente buscaba desesperadamente formas de escapar, de razonar con él, pero la lógica se desvanecía en la presencia de ese ser. “Mira, no tengo nada en contra de ti, de verdad. Solo fue un accidente. Podemos resolverlo, podemos hablar de esto como hombres,” intenté una vez más, suplicante.
“Bah, no necesito tus palabras vacías,” respondió, despreciando mis palabras incluso antes de que terminaran de salir de mi boca. “Lo que tú necesitas es aprender quién manda aquí.” Su mirada poseía un fuego extraño, lleno de rencor y desprecio.
“Vamos, levántate, maldito cerdo,” ordenó, acercándose aún más, como si mi sufrimiento fuera el único objetivo de su existencia. El miedo en mí era tan verdadero que mi cuerpo no reaccionaba, las piernas no respondían y no dejaba de temblar.
Entonces, comprendí que tenía que actuar rápido antes de que el miedo me consumiera por completo. Con un impulso de valor y desesperación, decidí dejar de ser el objeto de su diversión. Si iba a luchar, que fuera en ese instante..."si esta introducción fue de tu agrado no dudes en solicitar un ejemplar"
Capitulos
- Bienvenido a casa maricón 👈
- Deseos Oscuros
- La Llamada del Abismo
- El Guardián del pozo
- Sombra en la Oscuridad
- Promesas Rotas
- La Noche de los Lamentos
- Reflejos de Miedo
- El Último Deseo
- El Precio de la Ambición
“El pozo de los deseos” fue publicada en una nueva versión remasterizada el 2 de Mayo del 2024 y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio de 259 páginas. La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.