Talento para el horror 4[]
presentación del autor Marcos orowitz
Si hay alguien que sabe cómo relatar un cuento de terror y plasmar el miedo en sus páginas para que lleguen a ti de una manera contundente, ese soy yo. En esta cuarta entrega, Voy a sumergirte en una realidad oscura, lúgubre y macabra, donde perderás la noción del tiempo y el espacio. Esta diabólica confusión deriva del extraño sentimiento que anida en los seres humanos y que no se atreven a manifestar, por temor a la condena moral seguida de la muerte.
Entonces digamos lo siguiente para que no tengas miedo a mi literatura: Con una prosa inteligente que perfora las delgadas sombras del miedo y el terror psicológico de esta época, voy a despabilarte para que luego tu débil conciencia muera lentamente en un sueño y nunca sepas ¿Cómo fue que sucedió?.
Son doce cuentos de terror que escribí sutilmente para ti…prometen hacer mucho ruido en tu cabeza y eso sucederá cuando aceptes este desafío, abandonando el miedo que se esconde en tu pequeño corazón humano.
¡Imagina! una narrativa que rompe con los viejos estereotipos de lecturas de los años ochenta con olor a cadáveres de viejos críticos literarios. Desde aquel homenaje inicial al padre del terror, Edgar Allan Poe, cada entrega ha sido un viaje más profundo hacia los abismos oscuros del alma humana, los libros anteriores me han llevado por pasillos oscuros llenos de voces siniestras, donde cada página revelaba horrores inimaginables pensados con maestría literaria en las manos de un niño de 14 años. Ahora, la cuarta entrega promete ser aún más intensa; un descenso vertiginoso hacia pesadillas hechas realidad.
Si te gustan las historias de terror basadas en la temática urbana, donde las personas comunes son los protagonistas, no puedes dejar de leer esta obra macabra adaptada a las nuevas generaciones tecnológicas.
Introducción literaria
Cortesía: Editorial Vibras
Cuento numero 4: Combustión humana
Estaba sentado junto a mí en la parada del autobús, con su mirada pegada al celular como un zombi. Por lo que pude divisar, el tipo estaba mirando un vídeo en YouTube, cuando de repente comenzó a realizar movimientos involuntarios con su cuerpo; convulsionó desesperadamente, empezó a toser y escupir, pero no salía nada por su boca, hasta que de repente una gran llama lo atravesó y comenzó a incendiarse por completo. El fuego salía por todas las cavidades de su cuerpo. ¡De repente! Cayó al piso de espaldas, retorciéndose de dolor, con gemidos indecibles. Su voz se fue apagando hasta desaparecer por completo y dejó de moverse, de llorar, de gritar, de respirar; había muerto, estaba completamente carbonizado.
Una noticia en el portal de Google llamó mi atención. El título decía algo así: "Una mujer de mediana edad se prende fuego en medio de un acto escolar". Yo me quedé sorprendido, porque la noticia señalaba algo como la combustión espontánea humana, algo de lo que hasta el momento no había oído hablar.
—Había escuchado noticias aisladas donde, en países del tercer mundo, utilizaban este método para incinerar a las mujeres. Las últimas noticias fueron en Buenos Aires; un joven arrojó alcohol sobre el rostro de su novia y luego la prendió fuego. Aberrante, sin palabras, una moda macabra que era tendencia en aquellos lugares.
—Pero esta noticia, donde al parecer no era ejecutada por la mano maligna del hombre, era todo un acontecimiento. Así que la guardé en los favoritos del celular y salí rápidamente de casa. Llegaba tarde al trabajo nuevamente; el autobús de las 08:30 partió sin mí. Sin más remedio y teniendo en cuenta que, a esta altura del mes, no podía darme el lujo de pedir un Uber, me quedé esperando el próximo y saqué el celular para continuar leyendo esa noticia desafortunada que se había cobrado la vida de una señora en un acto escolar donde seguramente actuaba su pequeña hija.
—Recuerdo que de pequeño escuchaba una maldita propaganda de teléfonos de los 90 que mencionaba la capacidad del hombre para evolucionar junto a las nuevas tecnologías y decía lo siguiente: "La vida se abre camino y evoluciona con el hombre". Hoy, leyendo esta noticia, viene a mi cabeza la corrección macabra de aquella narración: "La vida se abre camino y evoluciona con el hombre, pero la muerte evoluciona también y lo hace desde su interior".
—Esta no fue la única vez que vi una noticia de esta índole. Recuerdo que alguien mencionó un caso similar en una fiesta de fin de año en el trabajo: "Un personal de bomberos acaba de apagar a un hombre envuelto en llamas, en una escalera mecánica de un shopping de la ciudad."
Cuando escuché esa conversación, dejé lo que estaba haciendo y me acerqué a la persona que lo estaba relatando.
—Me dije, ¿qué demonios está sucediendo?
—¿Acaso soltaron a los demonios del infierno?
Busqué en Google y efectivamente era una noticia verdadera. Para mi sorpresa, era la víctima registrada número 32. ¡Guau! —dije—, ¿qué pasó con todas las otras de las que ni siquiera tuve la oportunidad de investigar? Miré a las otras personas que estaban allí, pero como siempre, la gran mayoría estaban borrachos y drogados; a todos les valía verga. ¡Pero a mí no! De alguna manera, esto acaparó mi atención y no sé por qué.
—A decir verdad, nunca me interesó nada en lo que yo no estuviera involucrado.
¡Eso es! Cada cual atiende su juego, el que muere, muere; cada uno se las arregla como puede.
—Egoísmo puro, ¡seguro que sí! De esta forma "aprendimos del sistema, señores". A nadie le importa una mierda quién muere y quién continúa con vida. Esto no es nada utópico e irreal; de alguna manera estaba sucediendo y comenzaba a tomar color en nuestra sociedad. Como cuando los casos de ACV invadieron el planeta, salieron de algún lado, alguien los colocó en nuestra sociedad. Todo se resume a que continúes caminando, respirando y manteniéndote con los ojos bien abiertos y la boca bien cerrada, a menos que desees que el fuego te sorprenda desde tu interior y te incinere por completo. Porque, a decir verdad, esto parecía más un experimento social por parte de los gobiernos detrás de los gobiernos que una combustión espontánea producto de la naturaleza humana.
—Entonces, mi vida dio un giro de 180 grados, y no exagero para nada. Sepan ustedes que este gordito milenial tomó la decisión de su vida. De la noche a la mañana, me hice todo un investigador del fenómeno paranormal.
Asistí a las reuniones en la biblioteca, donde un grupo de hombres y mujeres experimentados daba clases de formación certificada sobre la temática.
—Adquirí conocimiento sobre temas que para mí, en un pasado, eran una paja, ¡literalmente! Vídeos de ovnis por doquier, personajes dementes asegurando haber sido secuestrados por alienígenas y hasta una familia en Ecuador que permitió a unos seres de ECTOM utilizar el vientre de la señora de la casa para gestar a un pequeño ser durante cuatro meses. Luego de someterla a una intervención, se llevaron al feto, ¡pero eso no es todo!
Psicofonías, espectros, demonios, fantasmas, niños perdidos en otra dimensión, orbes de luz, animales de dudosa procedencia participando del festival de la sangre en el ganado vacuno, duendes, elementales, ángeles, hadas, entre otros.
—Por primera vez en mi vida sentí que era parte de un propósito. Suena cursi, "lo sé", pero así es como me sentí. Me consideré un elemento esencial para la sociedad y, como ese sentimiento no era perjudicial ni para mí ni para el resto de las personas que me rodean, creí conveniente convertirme en un investigador de estos fenómenos, especialmente de la reciente tendencia que azotaba las redes sociales con sus videos y hacía tambalear el algoritmo de Internet: "la combustión humana".
—Mi primera incursión a las calles fue realmente frustrante. A las personas no les gusta pensar por sí mismas; prefieren que el sistema lo haga por ellas, por medio de las películas y los servicios de adoctrinamiento a domicilio. ¡Pero no se preocupen, caballeros! Esperen sentados unos años más y verán cuán obsoletos serán para la inteligencia artificial del futuro.
—Entonces sucedió. El primer caso se hizo presente en los alrededores de mi apartamento: una anciana devorada interiormente por el fuego se arrojó del décimo piso al vacío, impactando de lleno en una persona que descendía de un taxi.
Escuché las sirenas de la ambulancia, también el sonido perturbador y oscilante de las patrullas policiales. Tomé el celular, descendí rápidamente por las escaleras, crucé la calle y seguí cautelosamente el bullicio proveniente de la avenida principal. Al llegar, todo era confusión; una multitud de personas cubría la escena. Era imposible divisar los cuerpos. Escuché al conductor del taxi relatar a un oficial de policía…
"El cuerpo cayó de arriba; aplastó a la pasajera y rompió la puerta del vehículo."
Me abrí paso entre la gente, ¡y entonces las vi! Una escena poco común: los cuerpos distorsionados, uno encima del otro. La anciana que cayó del cielo, como un meteorito en llamas, dio de lleno sobre una mujer de mediana edad que descendía del taxi. De la anciana no quedaba mucho por ver; estaba realmente carbonizada, no tenía cabellos, tampoco ropa. La combustión aún no había cesado; el humo continuaba saliendo por sus orificios, inundando la atmósfera con el olor desagradable de la carne humana quemada. Créanme si les digo que no es lo mismo que oler un bistec de carne vacuna a la parrilla; ese olor era espantoso, cientos de fluidos corporales volatilizándose en el aire. Sentí arcadas, metí mi rostro dentro de mi chaqueta, respiré profundo, cerré mi boca y grabé la escena. Un policía me tomó por el hombro y me pidió que borrara el archivo.
—¿Qué hace, caballero? ¡Permítame el teléfono!
—¡Está usted loco, el teléfono es mío!
—¡Este es un país libre y tengo derechos!
—Mejor vaya a comer una dona.
Entonces caminé hacia atrás, evitando que el policía gordo me sometiera y me perdí entre la multitud, que para ese entonces había crecido considerablemente. Alguien me tomó de la mano y me dijo:
—Ven.
Un hombre de mediana edad me dijo:
—Tengo algo para ti. ¿Eres de la prensa, verdad?
—Oh, sí —le contesté—, veamos qué tienes.
Me llevó hasta su vehículo, abrió el maletero y, de entre un montón de prendas quemadas y ensangrentadas, sacó una cámara digital profesional de altísima resolución, de esas a las que es muy difícil acceder por motivos de precio. La encendió y la acercó hacia mí, cuando de repente apareció la imagen de una persona quemándose en la vía pública, literalmente ardiendo como pollo al espiedo. Luego, otra dentro de una tienda saltando con su cuerpo envuelto en llamas y los empleados arrojándole agua. Entonces muchas otras en diferentes circunstancias. Yo me quedé asombrado porque eran las originales; no habían sido retocadas, aún no habían sido retiradas de esa cámara. Luego apagó el lente, me miró y dijo:
—¿Te interesan?
Yo le dije:
—Claro que sí, ¿pero de cuánto dinero estamos hablando?
—¡Digamos unos cinco mil dólares por el combo de fuego!
—¡Oh no, eso es una locura!
—Considera la fuente, es fidedigna. Nadie sabe que existen y son las únicas en el mercado. Además, observa lo que tengo para ti.
Entonces volvió a meter la mano en el maletero, extrajo una prenda quemada y manchada con sangre y me dijo:
—¿Ves? Esta chaqueta perteneció a la primera víctima del caso combustión. Cuando la joven comenzó a arder en el parque, yo me encontraba dentro del vehículo esperando que el actor Stephan Cruz saliera de ese hotel de poca monta, donde se apareaba con un jovencito de dieciocho años, un joven latino que cumplía con sus sueños de mujer por un puñado de dólares.
—Entonces tomé mi cámara, bajé del auto y grabé todo el acontecimiento. Desafortunadamente, la joven murió antes de lo previsto.
—Eso hizo que, antes de que llegara la policía, me quedara con su chaqueta de cuero. ¡Sabía que en algún momento la noticia sería tendencia en las redes sociales!
—Vamos, huele; verás que aún conserva algo de su perfume. Sin temor a equivocarme, el aroma es la Vie est Belle de la marca Lancôme. ¿Esos bastardos franceses sí que saben elaborar fragancias, verdad?
—¡Oye, no podría pagar esa suma por más que quisiera, pero tengo una oferta que puede beneficiarnos a los dos!
—¡Hey, nada de mariconadas! Soy un hombre casado.
—Te recuerdo que el actor Stephan Cruz también lo es y el tipo tiene hijos, y tú estás a punto de revelar su misterio "por unos miserables dólares".
—¡A lo que me refiero es que me gustan las mujeres! ¿Lo entiendes? Me gustan gordas, flacas, enanas, altas, morenas, rubias, pelirrojas, con el trasero gigante y las tetas pequeñas. ¡En fin! Me gustan todas, sin excepción.
—Bien por ti, y para tu información no soy gay, si es eso a lo que te refieres.
—¿Bueno, quieres oír mi oferta o no?
—¿Eso quiere decir que no eres un reportero y que tampoco trabajas para un noticiero, verdad?
—Bueno, en realidad soy un investigador independiente de fenómenos paranormales, que busca impactar en la sociedad con sus investigaciones. Todo este material que tienes es verdaderamente sorprendente.
—Yo pensaba que podríamos trabajar en equipo; quizá con el tiempo logremos vender nuestro material de forma legal a una productora televisiva.
—No lo sé, niño. Yo soy un kamikaze, vivo de mis fotos y mis trampas. Llevo años trabajando en el mercado y nunca nadie me vio llegar y mucho menos salir. ¿Qué podría aportar yo al mundo de las redes sociales y las plataformas virtuales?
—¡Mucho más de lo que imaginas!
—Bueno, no se diga más, te dejaré mi contacto personal para que te lo pienses. Cuando creas estar harto de arriesgar tu vida por algunos billetes, puedes llamarme y con mucho gusto te recibiré.
—¿Recuérdame tu nombre?
—Para ti, "Lobo Solitario".
—¿Y el tuyo?
—Está en la tarjeta que acabo de darte.
De esa manera nos despedimos. Lobo Solitario tenía mucho material para realizar una gran investigación periodística, solo que era un paparazzi, un extorsionador, un sinvergüenza, alguien a quien no le importaba si arruinaba vidas; él solo quería un puñado de billetes en su bolsillo, para continuar recorriendo el país y vivir como un rebelde, acusando al sistema de todos los acontecimientos que se desarrollaban en su vida.
Yo, por mi parte, regresé a casa. El ruido del mundo exterior parecía desvanecerse mientras contemplaba lo que había presenciado. La oscuridad se cernía sobre mi mente, mezclándose con la imagen de la anciana carbonizada y las fotos que el paparazzi había mostrado. Esa noche no pude dormir, las imágenes seguían danzando en mi cabeza, recordándome que había elegido investigar lo inexplicable, pero no estaba preparado para las atrocidades que venían con ello.
A la mañana siguiente desperté con la resolución de seguir adelante. Debía encontrar respuestas. La combustión humana era un fenómeno que exigía atención, y estaba decidido a investigar más profundamente. Me dediqué a buscar antecedentes, formas de contacto y cualquier pista que pudiera llevarme a desentrañar este misterio. Las redes sociales eran una mina de información, y me dejé llevar por la vorágine de publicaciones, videos y cualquier contenido relacionado con el tema.
En los siguientes días, estuve en contacto con expertos y forenses, intentando entender qué ocurría en los cuerpos humanos que podían llevar a alguien a arder sin razón aparente. La ciencia decía que había explicaciones biológicas para la combustión espontánea, pero había una parte de mí que creía en algo más; una conexión con el mundo paranormal que aún no lograba comprender del todo. La investigación pronto me llevaría a encuentros inquietantes, a personas que decían tener experiencias cercanas al fuego, y eso encendió mi curiosidad.
Finalmente, decidí visitar el lugar donde ocurrió el incidente con la anciana. Me sentía atraído por la escena, como si eso fuera el corazón de lo que necesitaba investigar. Había un silencio sepulcral, interrumpido solo por el murmullo de los curiosos que pasaban. Observé el taxi roto, el impacto visible en la puerta y el asfalto quemado. Era un recordatorio tangible de que las tragedias no eran cosas lejanas; podían ocurrirle a cualquiera.
Mientras capturaba imágenes para mi archivo, sentí una presencia, como si alguien estuviera observándome. Volteé rápidamente, pero no vi a nadie. El miedo comenzó a abrirse paso, pero también una extraña emoción. Sabía que este era solo el principio de algo más grande, un camino peligroso, pero necesario para comprender el misterio de la combustión humana.
Poco sabía que el verdadero horror apenas comenzaba a revelarse, y que mi búsqueda de respuestas me conduciría a lugares oscuros y revelaciones escalofriantes.
El día siguiente fue mas revelador que nunca, tras las imágenes perturbadoras de la anciana y el inminente peligro que rodeaba la combustión humana, decidí sumergirme en la investigación de este fenómeno. Había algo inquietante en la idea de que las personas pudieran arder sin razón aparente. Una búsqueda desesperada de respuestas impulsó cada paso que daba.
Me senté frente a la computadora, con la pantalla iluminando mi cara en la oscuridad de la noche. Las horas pasaron mientras navegaba por foros de discusión, blogs y artículos académicos. Leí sobre casos aislados y teorías que abarcaban desde la ciencia hasta lo sobrenatural. Todos mencionaban lo mismo: la dificultad de obtener evidencia concreta. Necesitaba hablar con alguien que hubiera estado cerca, alguien que pudiera ofrecerme una perspectiva personal.
Mis pensamientos se dirigieron rápidamente a Lobo Solitario. Quizá él conocía más sobre el mundo oscuro del periodismo que yo, ya que su vida giraba en torno al desastre y la tragedia. Sin embargo, había algo en su actitud que me hacía dudar. La forma en que había hablado de la chaqueta; su obsesión por el dinero y el sensacionalismo. Gente así no suele ser confiable, pero en esta búsqueda, tal vez no tuviera otra opción.
Esa tarde decidí buscarlo. Me dirigí al lugar donde nos habíamos encontrado, un estacionamiento en desuso que olía a aceite y gasolina. Pero cuando llegué, el lugar estaba vacío. Los ecos de mis pasos resonaban mientras me aventuraba entre autos abandonados y muebles viejos. La sensación de ser observado volvió a asomar en mi mente; un escalofrío recorrió mi espalda.
A pesar de la inquietud, decidí no rendirme. Utilicé mi teléfono para buscar sus redes sociales, encontrando poca información. La mayoría de sus publicaciones eran imágenes impactantes de accidentes y tragedias, pero no había contacto personal. Frustrado, pensé en otras formas de encontrarlo. Quizá pudiera rastrear a otros paparazzis o incluso a otros periodistas que trataran temas similares.
Mi búsqueda me llevó a un foro en línea donde discutían el sensacionalismo en el periodismo. Decidí registrarme. Con cada mensaje enviado, sentía que estaba un paso más cerca de Lobo Solitario. Una usuario llamada “Veritas” había comentado sobre un fotógrafo que había capturado la misma ola de incendios inexplicables en diferentes partes del país.
“Tal vez podamos trabajar juntos”, escribí en un mensaje privado. “Estoy interesado en el fenómeno de la combustión humana y busco información más allá de lo que suelen reportar los medios”.
Una respuesta llegó casi instantáneamente.
“¿Quién eres? ¿Qué sabes de eso? La combustión humana es un tema tabú. No suele ser fácil encontrar a alguien que se tome eso en serio.”
Sentí que cada palabra contaba. La necesidad de conectar con alguien que entendiera me empujaba a ser más sincero.
“Soy un investigador independiente. He visto cosas, y creo que esto es más que una simple coincidencia; hay un patrón que debemos seguir. Estoy buscando respuestas y me gustaría discutirlo contigo.”
La respuesta fue más rápida de lo que esperaba.
“Nos vemos en la vieja estación de trenes a las diez de la noche. No traigas a nadie. El fuego trae consigo más que solo calor.”
Una mezcla de emoción y ansiedad me invadió. ¿Era este el encuentro que estaba buscando? ¿Podría finalmente obtener información valiosa sobre esas muertes inexplicables?
Cuando llegó la noche, me preparé, sintiéndome como un intruso en un mundo al que apenas comenzaba a entender. Al llegar a la estación, el aire era pesado y el silencio perturbador. Las paredes cubiertas de grafitis parecían murmurar historias perdidas y olvidadas.
Mientras esperaba, los minutos se convirtieron en horas. La tensión aumentaba con cada sombra que cruzaba por la luz de la luna. No pude evitar que mi mente divagara hacia las trágicas imágenes que había visto, la anciana carbonizada y los gritos de terror que aún resonaban en mi memoria.
Finalmente, una figura emergió de la oscuridad. Era un hombre con una apariencia desaliñada, cuero desgastado y una mirada intensa que parecía atravesar mi alma.
—Eres el investigador —dijo con voz grave—. Lo que estás buscando no es solo la verdad; es peligroso. ¿Estás listo para afrontar las consecuencias?
Su advertencia resonó en mi mente, pero ya había cruzado demasiadas líneas. No había vuelta atrás.
—Estoy dispuesto a lo que sea necesario —respondí con determinación—. Solo quiero entender.
El hombre sonrió, pero no había alegría en su rostro; solo una aceptación sombría de lo que estaba por venir.
—Entonces escúchame. Lo que hay detrás de esto es más profundo de lo que crees. No es solo fuego, hay algo más oscuro. Y lo que descubramos puede cambiarlo todo…"si esta introducción fue de tu agrado no dudes en solicitar un ejemplar"
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“Talento para el horror 4” fue publicada en una nueva versión maquiavélica y sin filtros el 10 de Mayo del 2024 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio de 367 paginas La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”