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Condominium Meeting

Condominium meeting

Estimados propietarios,

Les doy la bienvenida a esta reunión extraordinaria del consorcio que tendrá lugar próximamente. Nos encontraremos no solo como propietarios en este prestigioso complejo, sino como parte de un espacio que, idealmente, deberíamos compartir en armonía. Sin embargo, las circunstancias recientes nos conducirán a una situación insostenible si no actuamos.

Como administrador del condominio, será mi deber abordar los actos ilícitos y las tensiones que surgieron entre algunos vecinos, acciones que, por motivos que van desde la venganza hasta el simple placer de torcer la convivencia, afectando a nuestra comunidad. No podemos ignorar la gravedad de estos problemas, y será fundamental que los enfrentemos con seriedad.

Este encuentro no será fácil, pero será necesario. Aquellos que hayan contribuido al deterioro de nuestra convivencia deberán rendir cuentas por sus acciones. No permitiré que nadie salga de esta reunión sin haber confrontado su papel en esta situación. Cada uno de ustedes tendrá la oportunidad de expresar su opinión y contribuir a la búsqueda de soluciones, pero, por favor, entiendan que también habrá consecuencias.

Lo que estará en juego aquí será mucho más que unos pocos incidentes aislados. Se tratará del bienestar y la integridad de nuestro hogar, un lugar que todos valoramos y por el que queremos luchar. Este será nuestro espacio; hagamos juntos el esfuerzo para restablecer la paz y la seguridad que todos merecemos.

La falta de acción no podrá ser una opción. Juntos, abordaremos lo ocurrido y tomaremos decisiones firmes con miras a un futuro donde la convivencia se base en el respeto mutuo, no en el resentimiento. Espero contar con su cooperación y disposición para resolver este difícil asunto.

Cordialmente,

El administrador

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Cortesía del texto: EDTV

Capitulo numero: 1 La mudanza

Paginas: 2 y posteriores

No voy a inventar excusas, querido lector, ni intentaré culpar a mis vecinos por sus pecados. Sé que, influenciados por diversos factores, los seres humanos pueden tomar decisiones erróneas en momentos de conflicto. A veces, esas decisiones desencadenan errores, y en este caso, uno superó todas las expectativas, trascendiendo los límites de la locura y culminando en una masiva y agonizante tragedia.

Soy el propietario de un modesto departamento en la planta baja de un edificio que alberga a un total de 30 propietarios. Incluyendo a José, un simpático latino que vive con su familia y trabaja como conserje, junto a su esposa.

José y Encarnación, son básicamente, la cara visible de los administradores, quienes se encargan de mantener el edificio en orden, limpio, seguro y funcional. Estos administradores son los hermanos Tom y Juliana Schneider, dos tipos de mediana edad que llegaron de Manhattan con un solo proyecto en mente: duplicar la herencia que su padre les dejó. Y, según tengo entendido, a pesar de lo sucedido en este complejo, lo están logrando. Su padre es un accionista mayoritario de un banco de primer nivel en este país, eso cubre cualquier deceso y calla la boca de cualquier juez en este país, aparte ese título les ha facilitado la compra de tierras y casas hipotecadas, así como poner en marcha planes de demolición en Newark, Paterson, Elizabeth, Trenton, Clifton y Camden.

En mi caso, fui el único adulto que pudo escapar ileso de aquella maldita tragedia, con algunos golpes y quemaduras de tercer grado por supuesto.

Sabes mi filosofía es la siguiente: “Soldado cobarde sirve para otra guerra” eso es lo que manifesté en mi declaración ante los oficiales e investigadores que me interrogaron; y gracias a esa filosofía logré sacar con vida a Roth Hollman, Timothy y Vanessa Pradere y a la pequeña Betsy Delaine. Ellos eran los únicos niños presentes en aquella reunión. No sé qué sucedió con el resto; supongo y quiero llegar a creer que permanecieron en sus apartamentos, y eso los mantuvo a salvo.

Obviamente estoy mencionando a los adolescentes, porque en este edificio había muchos de ellos y algunos fueron utilizados por sus padres para llevar a cabo algunas fechorías que, como dije anteriormente, desencadenaron en una escena de terror macabro, digna de una película.

Tengo muchas cosas para contar de todo lo que sucedió aquí, cosas que no manifesté a las autoridades policiales, porque no quería perder mi tiempo como un maldito testigo, entrando y saliendo de los precincts de Nueva Jersey como un empleado más, siendo citado y recorriendo los estrados, para no ganar absolutamente nada. Prefiero compartirlo contigo, lector, en estas páginas, donde al menos, cada palabra tiene un peso y cada recuerdo, una razón.

Como verás, todo lo que presencié y viví desde el principio en esta novela de terror urbano, lo he reservado para este libro. Comprenderás entonces que no es nada fácil explicar desde el punto de vista de otro personaje los sentimientos que anidan en su corazón cuando está a punto de cometer un ilícito, o cómo se desencadenan los eventos que llevan a decisiones aberrantes y carentes de lógica. Pero no voy a aburrirte más ni adelantarte absolutamente nada. Voy a empezar contándote cómo comenzó todo el día en que me enteré de que la compañía constructora había finalizado la última fase de la obra. La administración del complejo decidió reunir a todos los propietarios para entregarles las llaves de sus nuevos apartamentos.

Hacía frío aquella mañana en la ciudad de Paterson, Nueva Jersey. Era un viernes del mes de febrero del año 2024. Yo me encontraba en tercera base, eso significa en nuestra jerga laboral que estaba en el horario de la tarde, aproximadamente a las 14 horas. Las papas y la carne asada que separé de la parrilla para almorzar me habían caído pesado, entonces se adhirió a mi boca un estrepitoso hipo que no cesaba ni siquiera sosteniendo el aire por un minuto.

—Juro que, si continúo con este maldito hipo una hora más, voy a renunciar a este empleo. Tomaré el primer bus que atraviese la avenida y descenderé en la taberna de Willis para suicidarme con una docena de cervezas… ¿qué dices? ¿Quieres unirte a este suicidio?

—¿Estás loco? —contestó Mara—. Ya te lo dije, a mi novio no le gustaría ni un poquito esa incursión a la borrachera.

—¡Ohhh, perdone usted, señorita cristiana, no quise herir sus sentimientos religiosos! —repliqué—. Es solo que pensé que podrías tomarte un descanso de la zona de confort espiritual y unirte a esta incursión a la diversión, como lo acabas de señalar, jajaja. ¿Pero eso no va a suceder, verdad, chiquita?

—¡Claro que no! —contestó rápidamente Mara—. Estoy comprometida con el único hombre en esta maldita ciudad que comprende mis sentimientos, el único que no teme decir "te amo" mirándome a los ojos y que se conmueve ante cualquier injusticia…

—Ohhh, pero ¡qué aburrida eres! Trae a ese maldito pastor contigo y toma un par de cervezas con él. Oye, no deberías casarte con ese tipo sin antes conocer sus debilidades, ¿ya sabes cuáles son?

—¡Creo que sí! —contestó ella—. Bueno, eso creo.

Entonces, acercándome a ella, la tomé de las manos y le dije:

—Solo quiero que mi mejor amiga y compañera de cocina no cometa ningún error. No me gustan los tipos que no maldicen, que se la pasan de rodillas, orando a una entidad que solo busca empobrecer a los fieles para comprarle un Cadillac al pastor de la iglesia.

—No seas tonto —contestó Mara—. Willy es todo un caballero y jamás haría ninguna estupidez de la que estamos acostumbrados a escuchar en esta ciudad.

Esbocé una sonrisa tímida, casi apagada, y me di rápidamente vuelta para continuar con mis quehaceres. Pero antes de tomar el pelapapas, volví a mirarla y le dije:

—No te olvides que estamos en Paterson, Nueva Jersey, Mara. Estos delincuentes religiosos saben perfectamente que esta zona pobre es un caldo de cultivo para sus planes, y lo que nunca comprenderé es por qué siempre son los pobres los que aceptan a estas religiones patéticas y locas. Nunca lo comprenderé, amiga, lo siento…

En medio de esa conversación, recibí una llamada inesperada de un teléfono que no tenía agendado. Tapé con mis manos el parlante del móvil para que no me delatara ante mi supervisor y me dirigí al lavabo. Cerré rápidamente la puerta y atendí.

—¿Hola, hablo con el señor Harvey Martínez? —interrogó una voz del otro lado.

—Claro —contesté—, ¿en qué puedo ayudarte?

—Señor, tengo el agrado de informarle que la constructora Schneider Brothers, acaba de informarnos que su departamento está apto para ser habitado. Entonces pensamos en enviar a nuestros empleados para ultimar los últimos detalles y reunir a todos los futuros habitantes de ese condominio para de alguna manera festejar este acontecimiento y hacer entrega de las llaves. ¿Qué le parece?

—Claro que sí —contesté—, estoy feliz de oír eso. Solo dígame cuándo sería y a qué hora.

Luego de recibir las indicaciones de aquella persona, salí enérgicamente del lavabo y abracé a Mara con mucha fuerza. Ella me dijo:

—¿Pero qué demonios te sucede? ¿Acaso ganaste el loto?

—No, claro que no —contesté—. El departamento que compré por medio del banco acaba de avisarme que está listo para mudarme y eso será el día lunes. ¿Qué dices?

Mara gritó con tanta fuerza que el viejo Johnny, nuestro supervisor, se acercó hasta nosotros intentando comprender qué demonios estaba sucediendo. Pero nuestra felicidad era tanta que casi no escuché lo que el bastardo lamebotas intentó decirnos.

Esa misma noche y como todos los viernes estábamos sentados en la taberna de Willis degustando unas cervezas con los chicos luego de terminar el trabajo, entonces ocurrió lo que nunca hubiera imaginado; vimos a Mara con su flamante novio atravesar la puerta. Ella lucía espléndida, tenía una sonrisa dibujada en su rostro que realmente contagiaba. Él, sin embargo, tenía una mueca simulada de felicidad que no convencía a nadie.

—¡Oye, siéntense! —dije entusiasmado—. ¡Esto es realmente una sorpresa para todos!

Hice señas al camarero para que sirviera algunas cervezas a la pareja. Mientras miraba a Willy, no pude evitar preguntar cómo andaba ese hermoso Cadillac que la congregación "Avivamiento y Fe" le había obsequiado por su cumpleaños.

—¿Y cómo está ese hermoso Cadillac, Willy? Cuéntanos un poco, ¿Qué se siente conducir esa belleza mecánica en estas calles casi deterioradas y llenas de baches?

—Pues, lo de siempre —contestó él—. ¡Tú sabes! Cuando Dios tiene un propósito con el ungido, no hay poder en la tierra que pueda evitarlo. Y créeme si te digo que ese Dios es bueno, claro que sí, hermano mío. Es tan bueno que me permite estar aquí con todos ustedes, para predicar su palabra como lo hacía nuestro querido hermano Jesús, claro que sí. Dios tiene un propósito contigo, hermano Harvey, y contigo también, Axel, y de seguro con ustedes también, Eve, Samantha y Omar. Todos ustedes están invitados a degustar del poder de Dios en grandes dosis. Les espera una doble porción del Espíritu Santo en sus vidas...

—Bueno, bueno, bueno —interrumpí—, pero quien va a degustar unas cervezas en grandes dosis y recibir una doble porción de humildad eres tú, hermano Willy.

Entonces, tomando las cervezas de la mano del camarero, serví rápidamente la botella de Willy. Sabía que el maldito bastardo era todo un señorito y no bebía del pico como todos nosotros.

—Mira, Willy, mientras voy sirviendo, cuéntame, ¿Cómo es eso de los planes de Dios? Cuéntame un poco más, no seas tímido.

Willy dio un gran sorbo a ese vaso, secó su boca con la mano, acomodó el cuello de su camisa blanca. Pues, a decir verdad, el bastardo lucía impecable siempre, como todos esos pastores vendedores de humo. Y sin perder tiempo, comenzó con una pequeña parábola de no me acuerdo quién demonios la escribió, pero sonaba aburrida. Tanto que el infeliz no se detuvo por al menos unos diez minutos. Fueron interminables, tanto que hasta el propio barman observó nuestros rostros y decidió callar a este payaso con unos temas musicales desde la rockola. El volumen hizo que todos los presentes salieran a la pista y comenzaran a bailar. Entonces, como el señorito no bailaba por su estúpida religión, me tomé el atrevimiento de tomar de las manos a Mara e invitarla a bailar, aun sabiendo que la sonrisa sostenida de Willy en su rostro furioso no estaba de acuerdo con aquella acción.

Mientras bailábamos, los ojos de Willy se perdían en la oscuridad. Como había intuido, su mirada se posaba inquietamente en los inmensos traseros de Eve y Samantha. Ellas lo tomaron de la mano a la fuerza y lo obligaron a participar en una especie de baile, donde él era la salchicha en un hot dog imaginario. El malnacido parecía estar montando en su retorcida imaginación una pequeña orgía virtual, donde él era el protagonista indiscutible. Sin embargo, como el baboso continuaba con esa estúpida fantasía, sin darse cuenta de que su novia podría molestarse, decidí tomar a Mara del torso y girarla hacia otro lugar para que no tuviera que descubrirlo y evitar que se armara una pelea que opacara la fiesta.

—¿Cómo estás, amiga? —le pregunté.

—Estoy bien —respondió ella—, solo que un poco cansada.

—¿Cansada de qué? —insistí.

—De cosas —dijo, eludiendo el tema—. Cosas que prefiero no hablar.

—Oye —le dije—, sabes que puedes confiar en mí para lo que sea... ¿Lo sabes, verdad?

—Claro que sí —asintió—. Ayer nuevamente encontré a mi padre totalmente drogado en el sillón. El mal nacido tomó el dinero de la renta y lo gastó en heroína. Ya no quiero vivir con él, sabes... ya no quiero más.

—Oye, no te preocupes, eres mi amiga, ¿verdad? —le pregunté, mirándola a los ojos.

—Claro que sí —respondió—. Por eso, estás invitada a vivir conmigo en mi nuevo apartamento del condominio "Los Alerces de Jersey". ¿Qué dices?

—Ohh... no lo sé —dijo ella, dudando—. Es que imagino que tú necesitarás privacidad y no quisiera entrometerme en tu vida personal. ¿Y si Willy no acepta? Es muy celoso, ¿lo sabes?

—Claro que lo sé —contesté—, y también sé que es un maldito tacaño que jamás haría algo por ti, a menos que Dios se lo envíe en un sueño. El muy fantasioso cree que no puede tomar decisiones sin que su Dios le suplique primero.

—Qué asco —se rió ella—.

—No, en serio —continué—. Mi invitación es sincera, es una muestra de mi amistad. Además, el departamento tiene dos habitaciones; sólo habrá algunas condiciones menores.

—¿Cuáles? —preguntó ella con una mirada burlona.

—Bueno, deberás prometer que no soltarás gases en la casa; eso realmente me molesta —bromee.

—No, en serio —dijo ella—, ¡ponte serio ya!

—Es una decisión difícil —prosiguió con un suspiro—. Nada me gustaría más que compartir tu apartamento y llenarlo con unos buenos gases, jajaja.

Cuando Mara aceptó compartir el apartamento conmigo, un torbellino de recuerdos inundó mi mente. En nuestra juventud, soñábamos con pasar noches enteras hablando de temas profundos, nada cursi, ¡por supuesto! Pero esos sueños nunca se concretaron, ya que las dificultades que enfrentamos desde temprana edad en nuestras familias no fueron alentadoras.

Como habrán leído anteriormente, su padre era un adicto sin remedio que nunca, desde que tengo uso de razón, logró mantener un empleo más de tres meses. Siempre había una historia misteriosa y angustiante, como si el universo conspirara en su contra. Así que se inventaba una excusa para no enfrentar el peso de mantener a su familia.

No hablo solo de aspectos monetarios; también me refiero a aquellos que nacen del corazón, los que no se ven pero se sienten. En el caso de Mara, creo que jamás sintió ese tipo de apoyo. Ella creció sola con la figura patética de su padre. Su madre los había abandonado un verano caluroso, cuando regresábamos de clase, por la intersección de Mill Street y Market Street.

Encontramos a su padre alcoholizado en un banco de la plaza Roberto Clemente. Ella intentó ignorar la escena, pero mi instinto humanitario me hizo tomarla del hombro y decirle: “Es tu padre, llevémoslo a casa”.

Ese tipo de situaciones se repitieron una y otra vez, hasta el punto de ser desalojados de varios apartamentos. La asistencia social le daba un cheque que podía canjear por alimentos o usar para pagar la renta de esa pocilga.

Muchas veces, Mara tuvo que compartir la comida y la cama con mi familia. Eso desgastó sus ilusiones día tras día. Y en una ciudad como esta, decidió abandonar sus sueños universitarios y ponerse a trabajar en el primer lugar que aceptó su currículum en blanco.

En mi caso, la vida tuvo una connotación diferente en el área económica. Mi padre siempre fue un luchador, un viejo de esos que ya no se encuentran, cuya ausencia afectaría a muchos niños. Pero en mi caso, su ausencia retórica no afectó mi crecimiento. Él salía a las 5 de la mañana y volvía cerca de las 8 de la noche. Mi madre siempre le tenía preparada la tina con agua caliente, la comida servida y su programa favorito: dos tipos trajeados hablando de política. No había tiempo para conectar con él; se quedaba dormido a mitad del programa y mi madre, con mucha paciencia, lo llevaba a la cama.

Mis hermanos y yo crecimos sin ningún afecto paterno, solo con la influencia de mamá, que en su sabiduría urbana nos enseñó que la amistad era mucho más que pasar buenos momentos para evitar la soledad. Y eso, querido lector, me enseñó desde temprana edad el verdadero significado de compartir nuestros sentimientos con personas que realmente movilizan algo dentro de nuestro corazón…"Puedes solicitar este libro a partir del mes de abril, ya que aún no está disponible para la venta."

Capítulos

  1. La mudanza
  2. Las primeras miradas
  3. Demandas y más demandas
  4. Acontecimientos criminales
  5. No te metas con Mara
  6. El ascensor y la cabeza del perro
  7. Algo apesta en el tercero c
  8. nuestros movimientos son controlados
  9. Las cámaras y el maldito fisgón
  10. La reunión de la muerte
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“Reunión de consorcio” fue publicada junto a la obra Malditas Islas de mierda el 1 de Abril del 2025 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio de 255 paginas, La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”

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