Macabre[]
Macabro es una colección de relatos cortos que exploran los rincones más oscuros y perturbadores de la mente humana. Con un estilo ágil y envolvente, Marcos Orowitz te sumerge en atmósferas de horror, suspense y misterio, donde nada es lo que parece y el peligro acecha en cada página.
introducción
¿Te atreves a leer las historias más escalofriantes que jamás hayas imaginado? ¿Estás preparado para enfrentarte a los secretos más oscuros y aterradores que se esconden en la realidad? ¿Podrás soportar el miedo que te provocarán estos relatos de horror verdadero? Si la respuesta es sí, entonces este libro es para ti. Macabro es una colección de cuentos de terror basados en hechos reales, escritos por el reconocido autor Marcos Orowitz. En sus páginas encontrarás historias de fantasmas, asesinos, sectas, maldiciones, posesiones y mucho más. Historias que te harán cuestionar tu propia cordura y que te dejarán sin aliento. Pero ten cuidado, porque después de leer este libro, no volverás a apagar la luz en tu habitación… Te lo prometo.
Pequeño fragmento
Cuento numero 12 Me gusta el olor a pólvora
Lo he subido yo con traducción incluida User: Brunette jannette
El sol se estaba hundiendo en el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja voraz. Lucas se encontraba en el descampado al borde de la ciudad, un lugar donde la basura se acumulaba como testimonios silentes de las vidas arrastradas.
En su mano derecha, los dedos se cerraban firmemente alrededor de la empuñadura de la pistola; la fría mentalidad le daba una sensación de poder que nunca había experimentado. Era como si, a cada latido, el arma palpitara en sincronía con su corazón.
“Solo es un juego, Lucas”, le había dicho su amigo Martín una tarde, un par de días atrás, mientras se sentaban en el sótano de la casa de su amigo, rodeados de latas de cerveza. “Nadie se va a enterar… y el rush que sentirás será suficiente para que te olvides de todo lo demás.”
—¿Y si me atrapan? —preguntó Lucas, aunque en el fondo de su mente ya sabía la respuesta.
Martín rio. “¿Atrapan? Solo dispara hacia los que lo merecen. La vida es un videojuego, loco. Solo que tú eres el que tiene el control. La última vez que miré, nadie había ganado una partida sin arriesgarse un poco”.
Y ahí estaba él, en ese lugar apartado, con el eco de las palabras de su amigo susurrando en sus oídos. A su alrededor, la brisa traía consigo el olor de la hierba marchita y, por encima de todo, un aroma metálico que lo enloquecía: el olor a pólvora.
“¡Ay, por Dios! ¿Qué estás haciendo, Lucas?”, se dijo, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a cocerle la sangre. La pistola le parecía al mismo tiempo lírica y prohibida, como el canto de un coro de sirenas que lo convidaba a la locura.
Al poco, el sonido de pasos resonó a unos metros. Lucas levantó la vista y vio a un hombre en una chaqueta de cuero, con el cabello revuelto, que parecía volver de un largo día de trabajo. Era un hombre inofensivo, seguramente regresando a casa después de un día en la tienda de autopartes. Sus ojos se encontraron por un breve instante; el hombre podía sentir la tensión en el aire.
—¿Qué pasa, chico? —preguntó el hombre, su voz grave un toque de preocupación—. ¿Todo bien?
Lucas tragó saliva y apretó la pistola con más fuerza, el sudor comenzó a latir en su frente. Mientras se debatía con sus pensamientos, un eco de risa resonó dentro de su cabeza —era la voz de Martín, burlona, enérgica, animándolo a dar el siguiente paso.—¡Soy parte del juego! —gritó Lucas de repente, una locura invadiendo su mente—. ¡No eres nadie en este mundo!
El grito salió de su boca como un viento gélido, acompañando el eco del disparo que resonó en el silencio.
El hombre sólo tuvo tiempo de abrir los ojos de par en par, la expresión de shock grabada en su rostro, mientras Lucas sentía que todo se paralizaba. La potencia del disparo retumbó como un trueno, y el crujido de la pólvora llenó el aire, envolviendo al joven en una nube densa y tóxica de irresponsabilidad y descontrol.
Lucas dio un paso atrás, aturdido. La visión de la escena se tornaba lentamente surrealista, como uno de aquellos videojuegos donde la sangre solo era un sprite digital. Pero al mirar de nuevo, su corazón se hundió en un abismo que nunca había imaginado.
—¡Mierda! —susurró, la pistola temblando en su mano mientras el hombre caía al suelo, pero la sensación de poder que había anticipado se desvanecía, dejando solo una ola de pánico. El eco de su primer disparo resonaba en sus oídos, un lamento en medio de la noche, recordándole que a veces el juego que se elige tiene consecuencias mucho más pesadas de lo que la mente puede soportar.
Con un nudo en la garganta, Lucas dio la vuelta y comenzó a correr, dejando atrás el resplandor del atardecer y el aroma a pólvora, sintiéndose gritarse a sí mismo: “¿Qué he hecho?”
Ahí tienes un inicio que puedes expandir. ¿Te gustaría explorar algún aspecto en particular de la historia?
Mientras Lucas corría, sus pasos resonaron como un tambor en su mente, un ritmo frenético que se unía al palpitar violento de su corazón. La adrenalina lo empujaba hacia adelante, pero detrás de él, el eco del disparo seguía reverberando, envolviendo todo en una pesadilla de la que no podía despertar.
“Solo es un juego, solo es un juego”, repetía como un mantra, tratando de ahogar la culpa que comenzaba a devorarlo desde adentro. Cada latido era un recordatorio de que había cruzado una línea, una frontera que no se prometió nunca cruzar. En su cabeza, la risa de Martín resonaba, burlona como si él mismo estuviera viendo todo desde una pantalla.
—¡Vas a ser un héroe, Lucas! —le había dicho, antes de que parte de ese juego se convirtiera en un acto de locura. Pero ahora no se sentía como un héroe. Se sentía como un monstruo.
Las calles estaban desiertas, sólo algún faro encendido parpadeaba débilmente en la distancia, lanzando sombras inquietantes. Lucas se detuvo en una esquina, las manos aún temblorosas, todavía aferrando la pistola como si fuera un talismán que podría protegerlo. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando enterrar el terror que crecía dentro de él, esa sensación de que el horror que había desatado podría volver a él en cualquier momento.
Un sonido rompió el silencio de la noche: un grito lejano, perdido, que rasgó el aire helado. El chorro de su sangre se detuvo por un momento; la realidad de lo que había hecho lo abofeteó con fuerza. Eso no era un videojuego, no había niveles ni vidas extra, solo había una persona herida y un chico que había decidido jugar a ser Dios.
—¡Lucas! —una voz familiar rompió el velo de su confusión. Era Martín, el serpenteante rostro de su amigo apareció en la esquina, y aunque su mirada era la de alguien que creía en la aventura, había un brillo en sus ojos que se asemejaba más a la desesperación que a la emoción.
—¿Qué hiciste? —preguntó Martín, mirando la pistola como si fuera un arma letal, no una extensión del joven que solía conocer.
—¡No sé! —respondió Lucas con la voz entrecortada—. Era un juego, ¡solo un juego!
Martín negó con la cabeza, el rostro distorsionado por la confusión y la incredulidad. —No, amigo, esto no es un juego. Y ahora estamos metidos hasta el cuello.
Las palabras de su amigo lo golpearon con más fuerza que el disparo mismo. “Estamos” —no era solo él, el peso de su acción se extendía como un virus, infectando a quienes lo rodeaban. Se sentía atrapado en un laberinto del cual no podía escapar.
—¿Qué hacemos? —preguntó Lucas, su voz ahora era un hilo de incertidumbre. Aquella otra persona que había imaginado ser, el que se creía invencible, había desaparecido.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Martín, mirándolo con una mezcla de preocupación y determinación—. A la casa de mis padres, allí podemos pensar en algo.
Lucas asintió. El lugar al que solía llamar hogar le parecía ahora una trampa, un lugar donde la locura podría recobrarlo. Pero no había otra opción. Los dos comenzaron a andar en dirección a la salida de la ciudad, la sensación de que el mundo se estaba desmoronando a su alrededor les seguía como una sombra.
Cada paso sonaba como un tamborillo de condena, y a medida que se acercaban al barrio de Martín, el aire se hacía más espeso, como si la ciudad misma estuviera conteniendo la respiración, esperando que ellos hicieran el próximo movimiento. Pero la realidad de su acción comenzaba a calar hondo en Lucas, las palabras de Martín aún retumbaban en su cabeza: “No es un juego”.
Llegaron a la casa de sus padres y se metieron por una puerta trasera, aferrándose al silencio, como un alivio momentáneo en medio de la tormenta. Martín buscó algo en la nevera, mientras Lucas se sentó en el sofá, con la pistola en la mano, aún caliente y pesada, como una marca de su condena.
—¿Y ahora qué? —preguntó Lucas, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.
Martín se volvió hacia él, su expresión ahora grave. —Ahora, tenemos que decidir. ¿Vas a seguir con esto? ¿O piensas en una manera de arreglarlo?
El silencio llenó la sala, una pausa monumental que amenazaba con romperse en mil pedazos. Lucas sabía una cosa: no podría volverse atrás. La noche solo estaba comenzando, y la humanidad que había jugado con irresponsabilidad iba a cobrarle el precio.
Afuera, a lo lejos, sirenas comenzaron a sonar, un lamento a lo largo de la calle, como un coro de almas perdidas.
"Esto no ha hecho más que empezar", pensó.
El sonido de las sirenas retumbaba cada vez más cerca. El tinte rojo y azul de las luces de patrullas atravesaba las ventanas del modesto hogar de los padres de Martín, proyectando sombras inquietantes que danzaban a lo largo de las paredes. Lucas sintió que la ansiedad se aferraba a él, como una mano fría alrededor de su corazón.
—Tienes que esconderla —dijo Martín, señalando la pistola que todavía tenía en su mano. Lucas miró a su amigo, la expresión en su rostro se tornaba más intensa, más desesperada.
—¿Dónde? —preguntó Lucas, desorientado, frunciendo el ceño—. ¿En el jardín?
—No, mejor en el sótano. Nadie irá allí.
Martín se movió hacia la puerta del sótano, empujándola con un chirrido que resonó en la calma tensa del momento. Lucas siguió, con la pistola aún temblorosa entre sus dedos. Al bajar las escaleras, el aire se volvió más frío y pesado, una bruma de humedad que parecía esconder secretos inconfesables. La oscuridad era densa, y cada sombra parecía cobrar vida, susurrando oscuros pensamientos en la mente de Lucas.
Sus corazones latían al unísono mientras buscaban un lugar para ocultar el arma. Martín finalmente encontró un viejo baúl cubierto de polvo en una esquina. Lo abrieron y, adentrándose en la penumbra, Lucas tuvo la repentina sensación de que el sótano no estaba tan vacío como se había imaginado. Un escalofrío recorrió su espalda.
—Rápido —instó Martín, mientras Lucas metía la pistola en el baúl. Un resplandor de luz desde arriba iluminó su rostro; alguien había entrado en la casa.
—¿Qué fue eso? —susurró Lucas, echando un vistazo hacia la escalera.
En la parte superior, una silueta se recortó contra la luz de la entrada. Era una figura familiar: la madre de Martín, vestida con una bata, su rostro pálido y confuso al ver a los chicos en el sótano.
—¿Chicos? ¿Qué hacen aquí? —su voz temblaba.
No había tiempo para explicaciones. Lucas sintió un impulso primario de proteger su secreto y a su amigo. Sin pensarlo, empujó el baúl, cerrando la tapa justos a tiempo.
Lucas fue más rápido que su mente. Se lanzó hacia la escalera para interceptarla. Su cuerpo se movía mecánicamente, y solo podía pensar en evitar que su madre presenciara la verdad.
—¡No! —gritó Martín, pero el ruido resonó aumentando la desesperación.
La madre miró a Lucas y, en ese instante, una ola de reconocimiento cruzó su rostro. Se dio cuenta de que algo andaba mal. Corrió hacia ellos, el terror destellando en sus ojos.
—¡Martín! ¡¿Qué está pasando?!
Lucas sintió cómo su interior se retorcía. Y, en un momento de pura instinto y pánico, empujó a la madre hacia atrás, haciéndola tropezar y caer al suelo. Un grito ahogado emergió de sus labios, mientras Lucas retrocedía, petrificado por lo que había hecho.
—¡Lucas, ¿estás loco?! —gritó Martín, pero no había tiempo. Las luces rojas y azules giraban en la entrada, y el sonido de las sirenas llenaba el aire con su himno de desgracia.
Un estruendo sordo resonó y la puerta principal se abrió de golpe. Un grupo de policías entró, armas desenfundadas, gritando órdenes a todos. Lucas sintió que su corazón se detenía. Eran sombras en la habitación, figuras imponentes que pronto llenarían el lugar con su presencia.
—¡Manos arriba! —gritó uno de ellos, y Lucas obedeció contra su voluntad, sintiéndose como un espectador en su propia vida.
Martín, con las manos levantadas, miraba a su madre en el suelo, su rostro empapado en confusión y miedo.
—No tengo nada que ver con esto —gritó Martín—. ¡Es Lucas! ¡Él es el culpable!
El dedo de Lucas temblaba en el gatillo de la pistola mientras su mundo se desmoronaba a su alrededor. Pero en ese momento de caos, algo más se movía en la penumbra del sótano. Una sombra oscura salió del rincón, moviéndose como un susurro entre los destellos de luz. Lucas la vio de reojo—un rasguño de algo inhumano en la oscuridad, algo que había estado esperando.
La figura se abalanzó sobre uno de los policías, y Lucas apenas pudo procesar lo que sucedía. Era un ser grotesco, con ojos que reflejaban el terror de la situación y una boca llena de colmillos afilados. El oficial apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que lo atrapara, un grito desgarrador que terminó en un eco aterrador.
—¡CORRAN! —gritó Martín, y por un segundo, todo pareció congelarse.
La madre de Martín levantó la cabeza y, viendo el horror, comenzó a gritar. Lucas sintió que todo se desmoronaba. Era el caos absoluto. Las luces, la sombra, el sonido de la puerta golpeando contra la pared mientras los demás policías intentaban hacer frente a la criatura que se había desatado en el sótano.
En un instante luminoso de locura, Lucas corrió hacia la oscuridad, con Martín pisándole los talones. La sombra se movía, devorando el espacio, y el terror llenaba el aire con un sabor agrio y nauseabundo. La línea entre la humanidad y el horror se desdibujaba a su alrededor, y todo lo que había hecho hasta ese momento pesaba en sus hombros como cadenas.
Pero había una salida, y juró que él y Martín encontrarían el camino hacia ella, aunque tuviesen que enfrentarse a los demonios que habían desatado en su camino…”Consigue el libro”
Cuentos de la obra
- Ojo por ojo: Un hombre que perdió a su esposa e hija en un atentado terrorista, decide vengarse de los responsables y de todos los que los apoyan. Se convierte en un justiciero que mata a sangre fría a cualquiera que considere culpable, sin importarle las leyes ni la moral.
- No tengo trabajo: Una mujer que se queda sin trabajo y sin dinero, se ve obligada a aceptar una oferta de un desconocido que le promete pagarle una gran suma si hace algo por él. Lo que ella no sabe es que se trata de un sádico que la quiere usar como sujeto de experimentos inhumanos.
- Matemos a papá: Tres hermanos que sufren el maltrato y la tiranía de su padre, un hombre rico y poderoso, planean asesinarlo para quedarse con su herencia. Sin embargo, su plan se complica cuando descubren que su padre tiene un secreto que podría cambiarlo todo.
- Confundido y loco: Un hombre que sufre de esquizofrenia y alucinaciones, no sabe distinguir entre la realidad y la fantasía. Vive atormentado por las voces que le ordenan hacer cosas terribles, y por las visiones de personas que lo persiguen y lo acosan. Un día, decide escapar de su infierno, pero no sabe si lo que hace es real o imaginario.
- ¿Así que eres lindo?: Una chica que se siente fea e inferior, se obsesiona con un chico que le gusta y que es muy popular y guapo. Decide hacer todo lo posible para llamar su atención y conquistarlo, pero se vuelve cada vez más celosa y posesiva. Empieza a eliminar a todas las que considera sus rivales, sin importarle las consecuencias.
- Le arranqué los dientes: Un dentista que tiene una fobia a los dientes, se dedica a arrancarlos a sus pacientes sin anestesia ni motivo. Disfruta del dolor y el terror que les provoca, y guarda los dientes como trofeos. Un día, se encuentra con un paciente que le hará pagar por sus crímenes.
- Mi nombre es Emily: Una niña que vive en un orfanato, sueña con tener una familia que la quiera y la adopte. Un día, llega una pareja que se interesa por ella y la lleva a su casa. La niña está feliz, pero pronto se da cuenta de que sus nuevos padres no son lo que parecen, y que tienen planes macabros para ella.
- Un café por favor: Un hombre que trabaja en una cafetería, se enamora de una mujer que va todos los días a tomar un café. Decide declararse, pero ella lo rechaza y lo humilla. El hombre se siente herido y furioso, y decide vengarse de ella. Empieza a envenenar su café con sustancias que le causan alucinaciones, paranoia y agonía.
- ¿Sabes qué se siente?: Un psicólogo que se especializa en tratar a personas que sufren de depresión y ansiedad, se aprovecha de su vulnerabilidad y les hace creer que son unos fracasados y que no tienen salida. Los manipula para que se suiciden, y disfruta de verlos sufrir. Cree que así les hace un favor, y que nadie puede detenerlo.
- El asesino de Amazon: Un asesino en serie que se hace pasar por un repartidor de Amazon, se dedica a entregar paquetes falsos a sus víctimas, que son mujeres solas que viven en apartamentos. Al abrir la puerta, las ataca y las mata con brutalidad, y luego se lleva sus pertenencias como recuerdo.
- El escupitajo: Un hombre que tiene una extraña afición: escupir a la gente por la calle. Le gusta ver sus reacciones de asco y enfado, y se divierte con ello. Un día, escupe a la persona equivocada, y desencadena una serie de acontecimientos que lo llevarán a su perdición.
- Me gusta el olor a pólvora: Un joven que tiene una fascinación por las armas y la violencia, decide poner a prueba su puntería y su valor. Se arma con una pistola y sale a la calle a disparar a todo el que se cruce en su camino, sin importarle si son inocentes o culpables. Cree que así se sentirá poderoso y libre, pero pronto se dará cuenta de que ha cometido un grave error.
“Macabro” fue publicada el 7 de Julio del 2024 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio y papel de 267 paginas La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”