Biblioteca Virtual Fandom

Ya somos la novena Comunidad en español más grande de FANDOM, te invitamos a que colabores en nuestra comunidad y contribuyas a que sea más grande. ¡Gracias a todos los que nos leéis y lo habéis hecho posible!

LEE MÁS

Biblioteca Virtual Fandom
Biblioteca Virtual Fandom
Advertisement

"Historias cargadas de mucho resentimiento, crudas, viscerales y tan reales como la vida misma"

THE MOROCHOS NOVEL HORROR CRIME

"Soñaban con ser integrantes de un grupo de cumbia, pero ese sueño jamás maduró, entonces tomaron el camino mas fácil y en esa decisión atrevida no solo perdieron sus sueños, sino también...sus vidas."

En las páginas de este libro de terror urbano, no solo sentirás el nauseabundo olor del Río de la Plata impregnado en cada hoja, sino que también te convertirás en partícipe de 12 historias crudas de terror Psicológico, Sin filtros, cada relato revela la oscuridad que yace en el corazón de las juventudes menos pudientes.

Los morochos es un libro de cuentos de terror psicológicos provenientes de la sociedad argentina, un país en el sur de america, latina.

Fueron elaborados con historias y relatos pertenecientes al genero de la ciencia ficción y esta aclaración es obligatoria ya que si dijéramos que el autor asegura que son reales, nuevamente seria censurado, entonces para evitar otro inconveniente elegimos que una vez dentro de las paginas de este libro seas tu y solamente tu quien tenga la ultima palabra.

El término despectivo "Los morochos" pertenece al lunfardo y argot de Argentina, un país sudamericano donde nacen estos relatos de terror psicológico. Durante décadas, Argentina ha estado dividida por cuestiones políticas y clasistas que han partido al país en tres partes claramente visibles. En primer lugar, aquellos que pertenecen a la clase alta o, en su defecto, a la extinta clase media que, con mucho esfuerzo y trabajo, pudieron escalar algunos peldaños sociales gracias a un título profesional. En segundo lugar, los menos pudientes, o la clase obrera trabajadora; y por último, como lo define el refrán criollo, "Los morochos". Según el diccionario, se dice de una persona que tiene la piel morena. Sin embargo, si perteneces a la gran familia de este país decadente, sabrás que en las grandes cúpulas y familias adineradas, utilizan este calificativo despectivo para referirse a la clase menos pudiente sin aludir al tono o color de su piel. De manera similar, cuando alguien en este país dice "negro o negra", en realidad está haciendo mención a la oscuridad de los hechos que el individuo señalado lleva consigo. Por ejemplo, te dirán que eres un "negro de mierda" si caminas por las calles y arrojas el envoltorio de un alfajor en el suelo, o si tu razón es tan limitada que te lleva a cometer actos ilógicos, que atenten contra el normal funcionamiento de la sociedad. Como sabrás, en Argentina no hay personas afrodescendientes en gran número, por lo que el tema de los colores de piel no pertenece a este país. Es un insulto mucho más complejo y poco común, y esto se debe a que el famoso partido socialista, enmascarado como peronistas, en sus primeros años albergaba en sus anaqueles del odio el famoso refrán de "cabecitas negras" que también tiene una historia con referencia a la naturaleza de las aves que migraban a Buenos Aires desde las provincias del norte del país. Los partidos socialistas que nacen de este primero, como los kirchneristas o sindicatos, hicieron de estas palabras un insulto para sus simpatizantes, con el motivo de que estos se llenaran de odio y resentimiento contra los gobiernos no socialistas.

Fragmento de la obra

Capitulo : Los morochos

Página 23

"Permíteme comenzar por señalar que gran parte de la población de este país carece de sentido común. Esto se debe tanto a la falta de preparación como al arraigado conformismo popular. La búsqueda de bienes y alimentos sin esfuerzo ni estudio ha permeado nuestra sociedad. Los políticos, astutamente, capitalizaron esta condición humana y convirtieron nuestra nación en un vertedero lleno de mendigos y pequeños asesino de diez años. Los proyectos socialistas, en su cruel engaño, han producido jóvenes que parecen zombis, movilizándose por la gran ciudad como si fueran cucarachas, con esos rostros feos, languidecidos errantes, incapaces de articular un discurso coherente. Aunque sorprendentemente, entre ellos se entienden. De eso no cabe duda. Pero los tiempos cambian, querido lector, y la política, así como la vida misma, se actualiza constantemente. Quizá la mejor manera de enseñar a estos jóvenes a ser productivos es de la forma correcta, con empatía, sin discriminación, mas allá de que provienen de familia altamente toxicas, hijos de ladrones de abusadores, de adictos, de miserables depredadores sexuales, claro que si! de ese basural provienen estas parias, pero seamos sinceros reflexionemos utilizando la lógica y no la violencia, dejando atrás las cuestiones de racismo y clasismo que introdujeron nuestros padres fundadores de la patria cuando sostenían vilmente que gracias a los inmigrantes este país había sido purgado de sus raíces y maldiciones. Están equivocados. Este país es latino y en sus venas correrán por siempre todos aquellos sentimientos que los liberaron de la opresión, de la esclavitud y de la muerte."

—¡Te lo dije, boludo!

—¿Estos hijos de puta no nos quieren en este lugar y sabes por qué? —porque somos negros, ¿lo entendés, boludo? Es así... no le des más vuelta, ¡perro! ¡Vámonos a la mierda de acá! "mandale un mensaje de whatsapp al viejo para que venga a buscarnos"

El grupo de jóvenes recogió sus instrumentos y salió de aquel lugar, esperando la llegada de don Carlos, que los recogería con un flete para llevarlos nuevamente a la ciudad de San Martín, en pleno Buenos Aires. Mientras esperaban sentados en la vereda de aquel lugar, cavilaban sobre cuestiones netamente políticas y comenzaron con una charla pasiva.

—La concha de su madre, boludo, ¡tanta preparación!

—Gasté hasta el último mango que tenía ahorrado para pagarle el flete a este viejo, y no estuvimos ni diez minutos —dijo con un tono quebrado el loco Darío, un joven de 17 años proveniente del conurbano, un ex desertor de la secundaria y con un pasado familiar lúgubre. Acostumbrado a los rechazos, les recordaba a sus amigos:

—Me dieron quinientas patadas en el culo este año. La última entrevista laboral, no duré tres minutos. ¡Váyanse todos a la concha de su madre!

—Bueno, ya fue —contestó Lucas, el más chico del grupo—. Esto recién empieza, muchachos, tenemos mucho camino por delante.

—Cerrá el orto, boludo. Esa huevada la vengo escuchando desde que salimos del barrio, me tenés la poronga llena, ¡cortala de una vez, guacho! —increpó Patricio, exaltado, con una carga emotiva llena de bronca.

—Tranca, compa. No te hagas el picante que nos paramos de mano acá, ¿sabe? —contrarrestó Lucas.

¿que te pasa, boludito a vos? vos te vas a parar de mano para sostenerme la pija ....remató Patricio.

Entonces, cuando ambos se disponían a sacudirse las pulgas o enredarse a los golpes, vieron la camioneta Ford 100 estacionar frente a ellos; era el viejo Carlos.

—¡Te salvó la campana, guacho! —gritaron todos en unanimidad, señalando a Lucas.

—¡Cierren el orto, gatos! Y apúrense que mi suegro está terminando la pieza de mi rancho y tengo que preparar la mezcla para los ladrillos —respondió Lucas, riendo con comicidad.

Quizá no comprendan estos comportamientos y actitudes, y mucho menos sus expresiones vulgares poco definidas. Ellos utilizaban una jerga de las trincheras urbanas de las villas emergentes del conurbano bonaerense, esa misma que se forjó en las raudas luchas y batallas que el partido socialista de los Kirchner había inculcado en sus corazones.

Ellos eran, según la sociedad, “los parias”, la negrada de la villa, los zombis, los famosos fisuras que detalladamente describían los noticieros oficiales en su típica cacería de “brujas mafiosas”, por describirlo de una manera entendible.

Página 24

Muchos de estos jóvenes pertenecían a familias altamente tóxicas de gran calibre; familias disfuncionales, donde los pleitos y la violencia, no solo verbal, eran el pan de cada día.

Por ejemplo, Matías, “el Mati”, tenía a su padre en casa gracias al dos por uno. ¿Y qué es eso? Bueno, es muy fácil de explicar y muy difícil de comprender. Los políticos kirchneristas que en ese momento estaban en el poder, sabían muy bien que la mafia les apretaba el cuello de vez en cuando, y esto se resolvía con el famoso “favor con favor se paga”. Entonces decidieron liberar a cada uno preso, otro más. Como te imaginarás, todo se volvió un caos. Las calles fueron tomadas por estos individuos que obtuvieron el beneficio de ser liberados, aun siendo de la peor calaña. Estamos hablando de asesinos y violadores, como el padre de Matías, sentenciado a 17 años por abuso sexual seguido de muerte, de los que solo cumplió cuatro.

Entonces, estos personajes violentos que jamás se rehabilitaban en las prisiones, salían a las calles, se mantenían un tiempo escondidos en sus hogares, dentro de las madrigueras de excesos barriales, e inesperadamente volvían a incurrir en el delito. Y créeme si te digo que muchos de ellos volvían a asesinar de manera indiscriminada.

Luego de regresar a sus casas, todos, excepto Lucas, se juntaban en una esquina que habían marcado para pegar faso y tomar birra. ¿Qué significa esto? Bueno, se juntaban en la esquina de sus barrios a montar una guardia enmascarada para detectar a tiempo la llegada de la policía al barrio. Entonces, de una manera u otra, eran recompensados por esa acción, y el dealer de la zona o transa era caritativo con estas almas y solía regalarles algunos cigarrillos de marihuana. Entonces, en ese momento de ocio, fumaban marihuana y luego iban bajando como podían, con el alcohol, de la blanca libertad " nada". Para comprar cocaína tenías por lo menos que tener cierta cantidad de dinero, y billetes era lo que menos tenían, pues ninguno trabajaba.

Andaban de miserables y temerarios, comportándose como los “niños malos”, convencidos de que los demás aceptarían ese reflejo mafioso que intentaban imponer con sus cuerpos delgados y rostros descuidados. Su apariencia era avejentada, les faltaban dientes, tenían el pelo duro y emanaban ese olor particular a patas típico de los morochos. No se daban cuenta de que sus comportamientos generaban pena en la mayoría de los vecinos de esa villa de emergencia. A veces, las personas pasaban y los observaban, como si fueran animales salvajes buscando liberar el resentimiento acumulado. Maldiciendo repetidamente a las clases pudientes y a los ricos, soñaban con la fantasía de robar en un country: matar a los propietarios, apoderarse de sus bienes y luego comprarse un auto para llevar a algunas chicas del barrio a bailar cumbia al Tropi. Sin embargo, no comprendían que su actitud solo generaba lástima, especialmente entre los evangélicos que, al acercarse a predicarles la palabra de Dios, eran amablemente rechazados. Por alguna razón que nunca logré entender, los morochos sentían cierto respeto hacia estas personas; tal vez alguno de ellos tenía un familiar involucrado en esta secta religiosa, que les recordaba el poder de la luz de Dios y toda esa narrativa mágica que tanto anhelaban y que solo los envolvía en un cuentito de mierda religioso que ni siquiera los ayudaba a evolucionar.

Como dije anteriormente, Lucas Martínez era el menor de todos; tenía solo 15 años y un hijo en camino. Su novia, Mariana Leiva, quedó preñada por esas cosas de la vida, o en pocas palabras, por el típico descuido y control de estos personajes iracundos a la hora de aparearse como monos en celo. Entonces, animado por la familia de la chica, comenzó a apartarse lentamente del grupo y solo se juntaba con ellos cuando tocaban sus temas musicales como banda en el galpón del padre de “Ferchu”. Lucas era el baterista; le gustaba hacer ruido y conoció esa profesión a medias tintas, gracias a la murga de la ciudad.

Página 25

La primera vez que Lucas sintió que esa acción de ruidos violentos era lo suyo fue cuando, de la nada, una de sus tías gordas le solicitó de manera sorpresiva que suplantara al tamborilero de la comparsa “Los Miserables de San Martín”. Entonces, aceptó y, como aquella noche todo salió como no se lo pudieron imaginar, despidieron al gordo Claudio y dejaron a Lucas en su lugar.

Desde ese día, Lucas se enamoró de las murgas del bullicio. Para extender su pasión por la música, decidió comprar en una feria de MercadoLibre un juego de batería usada e incompleta. Le perteneció a un viejo que estaba en silla de ruedas en la zona de Villa Ballester. Cuenta Lucas que, cuando fue con su padre a buscar la batería, salió el viejo en una silla de ruedas y estaba re-fisura; era un drogadicto sin remedio. "Después del parloteo con mi viejo, el zombi miró los billetes y se le llenaron los ojos de lágrimas. No se aguantó el puto. ¿Sabes qué le pidió a mi viejo? Que, si le hacía un favor, iba a algunas calles de ahí para comprarles dos bolsas. Y mi viejo, que iba a hacer... el paralítico estaba resacado, temblaba el hijo de puta. Entonces mi viejo le hizo la segunda, aclarando que le hacía ese favor solo porque de buena voluntad decidió bajar el precio de la batería. Subimos al auto y fuimos un par de cuadras donde nos dijo el adicto. Se metió por algunos pasillos mientras yo esperaba dentro del auto con la batería atada en el techo del viejo Falcon. Sentí miedo, pasaron unos caruchas de terror. Solo en ese momento; era más chico, ahora ni a palos".

Cuando llegué a casa, lo hice re ilusionado. Recuerdo que estaba mi vieja colgando ropa en el patio y una de mis hermanas chapando duro detrás del baño, que también está afuera de la casa. Mi viejo la sorprendió y le dijo: "¿Qué carajos haces acá con este pelotudo de mierda?". Mi hermana era rebelde; en ese momento tenía dieciséis años y andaba de puta detrás de un salame de nombre Daniel. Todas las pibitas de la villa andaban detrás de este personaje, y lo peor es que el boludo después se juntaba con los giles de la esquina y alardeaba de habérselas cogido a todas.

Mi viejo no se aguantó y, cuando Daniel se levantó la bragueta, le colocó una piña que lo durmió en el piso. "Le tuvieron que soplar el orto para que se levantara."

El tema es que esa pelea trajo una venganza que va a quedar en mi cabeza para siempre. Ese gil se escondió por un tiempo, y cuando salió nuevamente a pasear por el barrio, lo hizo armado.

Mi viejo laburaba de pintor de casas, y esa noche, cerca de las 20 horas, regresaba de una changa desde la zona de Pacheco. Cuando cruzó, le faltaban tres calles para llegar a casa; alguien a quien conocemos le metió una bala en la nuca y se lo impidió.

Página 26

Lo peor fue que le robó las zapatillas, el bolso con la billetera y la campera. Lloramos durante mucho tiempo esa muerte, ¡sabes! Mi viejo era muy querido no solo por los familiares, sino también por los vecinos en la sociedad de fomento, y la escuelita de futbol del barrio, donde era entrenador de la clase 2015. En su despedida, el cementerio se llenó de gente. Recuerdo que uno de los laburantes de ahí me dijo: “Mierda, vaya que lo querían a tu viejo”, pero esas palabras ya de nada sirvieron; ya no estaba entre nosotros.

El que la hace, la paga, eso me enseñó la vida desde chico. Así fue como el boludito que mató a mi viejo por intentar proteger a mi hermana, terminó ajusticiado por el hermano de mi viejo, mi tío “El Poncho”. Después de un año de búsqueda, algunos allegados a mi viejo dieron con Daniel, el asesino, en la provincia de Tucumán, y llamaron a mi tío. En ese entonces, él viajaba mucho, era camionero para una multinacional de chocolates y caramelos que tenía su sede en Buenos Aires. Cada vez que salía a hacer su trabajo, cargaba azúcar para traer a la planta de General Pacheco.

Cuando se enteró de que ese hijo de puta andaba suelto por Tucumán, mi tío se preparó para lo que iba a hacer. Nunca supe exactamente cómo lo hizo; solo sé que lo liquidó como a una rata. Después de eso, no hizo un solo comentario sobre el tema. Desde la noche en que sucedió, el asunto se quedó en silencio en nuestra familia, como si fuera un secreto oscuro que nadie quería tocar. Muchos pensaron que lo habían matado por andar de romántico con mujeres ajenas, porque esa era la fama del tipo, el seductor del barrio. Pero en el fondo, nadie sabía que su hora había llegado de la manera más inesperada.

El Poncho siempre fue un hombre de pocas palabras. Su mirada fría y calculadora a veces me daba miedo, pero en el fondo sabía que su justicia era una forma de protegernos. La noticia de la muerte de Daniel viajó rápido entre los vecinos y, aunque nadie se atrevía a mencionarlo, el clima de inseguridad que había crecido tras la muerte de mi viejo, de repente, pareció desvanecerse.

De alguna manera, eso dejó un sabor agridulce en la familia, porque, aunque había un sentido de justicia, el vacío en casa nunca se iba a llenar. ¡Mi viejo nos dejó un legado de risas, historias y amor! Era el que siempre estaba ahí para darme un consejo, para enseñarme a tocar la batería y disfrutar la vida. ¡Se siente su ausencia como un eco que no se apaga, hermano!

A veces, cuando me siento en el patio a tomar mate solo, me lo imagino sonriendo, sintiendo el ritmo en el aire. La música se convirtió en mi refugio, y en cada nota que toco, busco conectarme con su espíritu. ¡Me esfuerzo por recordar lo bueno! Los momentos en que estábamos juntos, llenando la casa de risas y quilombos, ¡todo eso se extraña! Pero el dolor siempre está ahí, en un rincón, recordándome que hay cosas que nunca se olvidan.

La vida sigue, y aunque esas sombras ocupan espacio en mi corazón, también hay un renacer en la música. La banda me da la fuerza para seguir adelante, para enfrentar los recuerdos con coraje. En cada ensayo con los pibes, en cada acorde que tocamos, siento que estamos honrando no solo a mi viejo, sino a todos los que hemos perdido por culpa de la violencia.

Página 27

Ahora, mientras sigo el camino que me tocó, entiendo que, a pesar del dolor y las pérdidas, tengo que salir adelante. ¡No quiero terminar con una bala en el estómago solo por hacerme un nombre entre estos giles que, al final del día, no son más que unos fisuras! Por eso lo intento todos los días: salgo a laburar con mi suegro tres veces a la semana, le doy una mano con la pintura y, al volver, seguimos levantando la pieza que estamos armando en su terreno. Ahí es donde vamos a vivir con mi señora, bueno, con la madre de mi futuro hijo. "¡Quiero rescatarme, sabés!" Tengo 15 y parece que ya tengo treinta, lo sé. Acá en la villa, se vive todo diferente y, la verdad, se sufre de una manera única..."Consigue el libro"

Cuentos de la obra

  1. Los morochos 👈
  2. Cartonero y botón
  3. Se comió un trava
  4. El día que fuimos campeones
  5. Chupame la pija river plate
  6. El curriculun vitae
  7. Incendiando la escuela
  8. Mama luchona
  9. El influencer de la villa
  10. Una bolsita para el profesor
  11. Mi suegra es una poronga
  12. se acabaron los planes sociales

Los morochos” fue publicada en una nueva versión sin filtros el 20 de noviembre del 2024 por la Editorial Vibras digital y está disponible en formato E-book, audio de 289 paginas, La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.

Advertisement