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La tortuga gigante de Horacio Quiroga es un cuento infantil incluido en su obra Cuentos de la selva publicada en 1918. Antes de resumir el cuento es conveniente recordar que Quiroga escribe y recopila varios cuentos infantiles ambientados en la selva porque ésta influye de manera profunda en su propia experiencia vital, ya que viaja junto al poeta argentino Leopoldo Lugones hasta el Alto Paranal, y esas vivencias o remanentes de aquellos momentos se verán plasmados en la obra que aquí se analiza.

Resumen[]

En este relato los protagonistas son un hombre y una tortuga gigante. El hombre que estaba al cuidado de sus hermanos pequeños enfermaba por momentos. Su amigo, que trabajaba en un zoológico, lo animaba para que se mudara a la selva ya que el clima del lugar lo ayudaría a sanar. Este amigo prometió ocuparse de sus hermanos pequeños a cambio de las pieles de los animales que el hombre enfermo cazara en la selva. De esta manera cerraron el trato y el señor enfermo se mudó a vivir a la selva, lejos de la ciudad de Buenos Aires que es donde residía hasta entonces.

El hombre sanó, cazaba víboras y otros animales cuyas pieles enviaba a su amigo de la ciudad. Un día cazó hasta un tigre que estaba intentando rasgar la carne de una inmensa tortuga que se escondida en el interior de su caparazón. También intentó utilizar a la tortuga como alimento, algo que enseguida descartó puesto que vio a la tortuga gravemente herida en el cuello. El hombre sintió lástima así que la cuidó día y noche hasta que la tortuga sanó por completo. Tras esto fue el hombre quien cayó enfermo, tan enfermo que creía que iba a morir al ser consciente de que estaba solo en la selva. Sin embargo la tortuga, que se sentía en deuda con el hombre, le devolvió el favor. Ella daba de beber y de comer al hombre todos los días, y este no se percataba de quién le cuidaba puesto que la fiebre no lo dejaba discernir con claridad. Un día recobró el conocimiento y vio a la tortuga allí parada, en voz alta mencionó que iba a morir allí solo puesto que los remedios que hacían falta para su recuperación se encontraban en Buenos Aires.

La tortuga decidió entonces afrontar el viaje más importante que nunca había realizado, cargó al hombre en su caparazón gigante y caminó día tras día, alimentándolo durante el trayecto y parando solo para descansar. Tras el terrible esfuerzo la tortuga acabó por debilitarse, el cansancio se impuso a su entereza y desfalleció cuando apenas quedaban unos kilómetros para llegar, pues veía hasta el resplandor de las luces de la ciudad reflejadas en el cielo. Apareció entonces un ratón (según Quiroga podría ser incluso el ratoncito Pérez) que le informó de que solo debería caminar un poco más para llegar a Buenos Aires. La tortuga se fortaleció al instante y continuó hasta encontrarse con el director del zoológico. El director reconoció a su amigo que yacía gravemente enfermo sobre el caparazón de la tortuga, rápidamente le dio los medicamentos necesarios para sanar. Cuando el director se enteró de la tremenda gesta de la tortuga le ofreció un lugar donde poder vivir al lado de la jaula de los monos, ya que el hombre no podía dar cobijo a la tortuga gigante en su pequeña casa.

De esta forma la tortuga y el hombre siguieron viéndose día tras día, surgiendo entre ellos una gran amistad y un sentimiento de gratitud mutua que duraría el resto de sus vidas.

Personajes[]

Los personajes como en el resto de relatos de Cuentos de la selva, suelen ser animales u hombres; cazadores como es el caso. En esta ocasión la misericordia del hombre que ve al animal herido y que le salva para que después el animal (la tortuga gigante en este caso) se sienta en deuda con él y ante la situación opuesta devuelva el favor al hombre.

El animal personificado, piensa y actúa como un ser humano. En el caso de la tortuga podemos verlo en: “-El hombre no me comió la otra vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora.” Apreciamos perfectamente que la tortuga tiene razón y sentimientos, es consciente de que está en deuda con el hombre y además emite juicios de valor sobre lo que es justo, en este caso opta por salvar la vida del cazador aún a riesgo de morir en el intento. Es este un recurso utilizado como norma por Quiroga en todos los cuentos de esta obra, que sin duda hace más fácil la transmisión de la fábula a los niños. También es una forma de presentar al animal como una criatura buena y bondadosa, con sentimientos, que actúa como si lo hiciera una persona que se sienta en deuda con otra. Si nos damos cuenta en este caso aparecen otros animales como el tigre, sin embargo Quiroga no lo dota de voz ni de personalidad ya que es un animal que representa la parte negativa y oscura del relato, no es algo que quiera resaltar ni enseñar a los niños. El ratón, por su parte también habla, porque también ayuda a la tortuga, y aunque consideremos que no la ayuda Quiroga asocia a este ratón con el famoso Ratoncito Pérez, no puede  por tanto haber maldad en él.

En contraposición a esto, si bien es cierto que Quiroga personifica a los animales y así lo expresa para que el lector lo capte, no sucede lo mismo con los personajes dentro del cuento. De esta manera el hombre enfermo no se da cuenta de que la tortuga siente y piensa, no se da cuenta de la misma forma que el lector sí lo hace, de esa humanidad que rezuman los personajes animales de Horacio Quiroga.

Estilo literario[]

Como no puede ser de otra manera, en primer lugar hay que destacar el regionalismo que está presente de forma marcada en Quiroga. Identificamos de forma clara las localizaciones como la selva, lugar donde se desarrolla todo el nudo de la historia. La selva como lugar mágico y misterioso donde los animales hablan e interactúan con los humanos. Lugar que esconde situaciones positivas y también oscuras, no es un lugar donde los niños deban adentrarse sin más, y Quiroga lo deja bien claro cuando introduce elementos como las víboras, los tigres y demás peligros. Aparece también Buenos Aires, la ciudad de la que parte el hombre que está enfermo para poder sanar, y a la que irónicamente regresará enfermo en busca de una cura más específica (científicamente hablando).

Dentro de este regionalismo aparece -como en todos los cuentos de Quiroga- un léxico autóctono de la zona en la que se desarrolla la acción, con palabras como plata, mate, yuyitos, piolas y zonza.

Es importante también resaltar una sutil pincelada muy característica de Quiroga, pero que no siempre está presente en todos sus cuentos, o por lo menos de forma no muy evidente. Hablamos del toque naturalista en su estilo literario. Si bien son cuentos escritos para niños, podemos encontrarnos descripciones como las siguientes: “un tigre enorme que quería comer dentro una pata y sacar la carne con las uñas.” O “Pero cuando se acercó a la tortuga, vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne.” Mucho más evidente esta última oración, donde vemos una descripción muy física, naturalista, científica si queremos, con un toque macabro o demasiado explícito para tratarse de un cuento infantil. La imagen de una tortuga gigante con la cabeza unida al tronco tan solo por unos cuantos hilos de carne, no es desde luego la más inocente y agradable para un niño.

Moraleja[]

El cuento transmite de forma clara y directa la intención con la que está escrito. Es un cuento para niños y así seguramente lo entiendan ellos y los lectores adultos. Quiroga plasma la moraleja magistralmente: encontramos el valor de la amistad, la entrega al prójimo, el esfuerzo para acometer empresas imposibles en un primer momento dadas nuestras facultades físicas limitadas, pero que al final podemos conseguir. En cierto modo, y para analizar Cuentos de la selva en su conjunto, hay que decir que toda la obra es un canto a la amistad entre el hombre y los animales. En este cuento de La tortuga gigante de forma particularmente emotiva, puesto que la tortuga casi entrega su propia vida para salvar al hombre. Así Quiroga quiere enseñar y concienciar a niños y mayores de que la relación hombre y animal es necesaria, es una convivencia en armonía de entrega mutua; una relación recíproca basada en el cariño pero también en la responsabilidad. Y qué mejor manera de plasmar esto que a través de su lenguaje sencillo, claro, con frases cortas, adjetivos comunes, y en resumidas cuentas, un lenguaje literario que puedan entender los niños, que son al fin y al cabo las pequeñas mentes del mañana. 


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