La ragazza serpe (Trad: La muchacha serpiente) es un cuento popular italiano recopilado por Gherardo Nerucci, que escucho de Luisa la viuda de Ginnani.
Italo Calvino incluyo el cuento en su colección Cuentos populares italianos bajo el título La rosina nel forno (Trad: Rosina en el horno).
Sinopsis[]
A un hombre pobre se le muere su esposa, dejándole a cargo una hija, llamada Rosina, y como tenía que trabajar para mantenerla y no podía cuidar de ella, se casó en segundas nupcias con otra mujer, que tenía una hija llamada Asunta. Al principio Rosina y Asunta iban juntas a todas partes, hasta que un día Asunta le dijo a su madre que ya no quería que la gente la viera más Rosina, pues cuando las ven Rosina se lleva todos los halagos y alabanzas por su aspecto, y Asunta todos los insultas y críticas por el suyo. La madre trata de convencer a su hija que ella es guapa a su manera, pero eso no es suficiente para Asunta. Al ver lo mucho que carcomía la envidia a su hija, la mujer terminó por preguntar qué podía hacer por ella, y Asunta le dijo que mandase a Rosina a pastar a las vacas, y que le mandará tener que hilar mientras una libra entera de cáñamo. Si al volver por la noche no había terminado de hilar todo el cáñamo, o alguna de las vacas no ha comido cómo debía, la madrastra solo tendría que darla una paliza, y confiada de que Rosina jamás sería capaz de hilar una libra entera en un solo día, y mientras que lo intentaba no podría estar pendiente de que las vacas comieran en condiciones, con todas las palizas que recibiría terminaría por volverse más fea que ella.
La madrastra hizo como su hija le había dicho y mando a Rosina a cuidar de las vacas, y le entregó la libra de cáñamo para que la hilase mientras, amenazando con pegarla una paliza como no volviera con todo el cáñamo hilado. Rosina no estaba acostumbrada a que le hablaran de aquella manera y tardo en reaccionar, pero en cuanto vio a su madrastra empuñando la vara supo que no le quedaba otra que hacer lo que su madrastra le mandaba. Llevando a las vacas al campo Rosina se lamenta por el camino de que, si trata de hilar todo el cáñamo, alguna de las vacas se quedará con hambre, pero que si está pendiente de las vacas, no tendrá tiempo para hilar todo el cáñamo. Una de las vacas más viejas, al oírla, comienza a hablar, diciendo a Rosina que ella no se preocupe, y que se limite a segar la hierba para ellas, que ellas ya se encargan de hilar el cáñamo por ella. Rosina así lo hace, y gracias a ello cuando vuelve a casa todas las vacas han comido apropiadamente y todo el cáñamo esta hilado. Al ver que su plan no ha funcionado, Asunta le dice a su madre que, para cuando la mande mañana a Rosina al campo, la mande con dos libras de cáñamo para hilar en vez de una, segura de que entonces no podrá hacer nada. Pero Rosina, de nuevo con la ayuda de las vacas, consigue hacerlo todo a tiempo y bien. Furiosa, Asunta le pregunta a Rosina como es capaz de hacerlo todo en un solo día, y cuando Rosina lo hace con ayuda de las vacas, Asunta le pide a su madre que la mande a ella con las vacas en lugar de a Asunta. La madre accede, y cuando Asunta lleva a las vacas al prado les da para que caminen por el camino con una vara. Debido a ello, cuando llegan al campo, las vacas al principio se niegan a hilar el cáñamo. Asunta comienza a pegarlas para que pongan a hilar, pero las vacas, en vez de hacer eso, lo enredan todo hasta que queda hecho una estopa. Un día Asunta le dijo a su madre que quería comer rapónchigos y le pide que mande a Rosina a cogerlos sin permiso por la noche de los terrenos de un vecino. En cuanto Rosina se entera de la orden de su madrastra, le dice que si el vecino la ve entrando en su propiedad sin permiso por la noche lo más probable es que abra fuego y la mate, que como es lo que su madrastra y su hermanastra quieren precisamente que pase, la mandan de todos modos. Como si no lo hacían le daban una buena tunda, Rosina no tuvo más remedio que ir esa noche al huerto del vecino a coger los rapónchigos, pero cuando llego vio que no había. Para no volver a casa con las manos vacías, porque su madrastra podía pegarla si eso ocurría, Rosina decidió coger un nabo, y al arrancarlo encontró un nido en el que vivían cinco sapitos, que le parecen tan bonitos que los coge y los coloca en su regazo, pero uno de ellos se cae y se parte una pata. Al ver lo gentil que era, cuatro de los sapos deciden recompensar a Rosina, deseando que se vuelva la más bella del mundo y que resplandezca incluso cuando está nublado. Pero el quinto sapo, que se había partido una pata por culpa de Rosina, aunque ella se había disculpado, la maldijo, con que apenas le diera la luz del sol se convirtiese en serpiente, y que solo podría recobrar la forma humana metiéndose en un horno encendido.
A partir de ese día Rosina no salía nunca de casa hasta que no cayese la noche, y se pasaba las mañanas enteras junto a la ventana, por la que resplandecía una luz tan brillante que una noche, al pasar el hijo del rey junto a la casa y ver la luz que emanaba del interior, el príncipe decidió entrar para ver que tesoros podrían tener unos simples campesinos en su humilde cabaña para que resplandeciese tanto. Al entrar vio a Rosina y se enamoró de ella. La muchacha le explico al príncipe por qué no podía salir de casa durante el día, y el príncipe le respondió que eso le daba igual, y que quería tomarla por esposa. La madrastra trató de persuadir al príncipe que se quitará de la cabeza la idea de casarse con Rosina, pero el príncipe, que ya se olía que Rosina no era del agrado de su madrastra, anunció que mandaría al día siguiente una carroza cerrada a cal y canto para llevarla a palacio y que ni un solo rayo de sol le diera durante el viaje. Dicho esto el príncipe se marcho, y cuando llegó la carroza para llevarse a Rosina a palacio, la madrastra soborno al cochero para que abriese la mirilla durante el trayecto para que a Rosina le diese el sol. El cochero acepto el soborno y a mediodía, cuando el sol estaba en lo más alto del cielo, el cochero abrió la mirilla y Rosina, en cuanto le dio el sol, se convirtió en serpiente. Al llegar la carroza a palacio, el príncipe la abre esperando encontrar dentro a Rosina, pero no ve a nadie.
En palacio se había preparado un banquete nupcial para cuando Rosina llegará, y aunque la novia no está, deciden celebrarlo de todos modos porque sería una lástima tener que tirar toda la comida preparada. Uno de los cocineros, mientras que estaba arrojando haces de leña al fuego para avivar las llamas del horno, ve a una serpiente enroscada en uno de los troncos, pero cuando se da cuenta ya es demasiado tarde y la leña ya ha sido arrojada al fuego. De pronto sale del horno, aún encendido, una hermosa doncella desnuda, completamente ilesa y resplandeciente como el sol. Asombrado, el cocinero llama todos para que vengan a ver a la doncella que ha salido del horno sin siquiera chamuscarse. Al oírle el príncipe corre a las cocinas seguido de todos sus cortesanos, y en cuanto ve a la doncella reconoce que es Rosina. La abrazó de felicidad, pues ya la había dado por perdida, y se casaron. Y a partir de entonces Rosina vivió feliz.
Observaciones[]
Este cuento parece una amalgama de elementos de otros cuentos de hadas. Tenemos la clásica historia de Cenicienta, con la muchacha maltratada por madrastra y hermanastra que gracias a su virtud y un poco de magia se casa con el hijo del rey. Aún así, el cuento se podría dividir en dos partes: la primera parte, similar a Unojito, Dosojitos y Tresojitos, con la hijastra que es enviada a cuidar del ganado, y terminan por ayudarla. Esta primera parte termina de forma abrupta, para dar paso a la segunda, más similar a La novia blanca y la novia negra, en la cuál la heroína tras mostrar gentileza, es recompensada con un hermoso don, por el que el príncipe se enamora de ella, pero de camino a palacio su madrastra y su hermanastra la sabotean para impedir su unión con el príncipe. La heroína es trasformada en animal, y en las cocinas de palacio logra recobrar su forma humana. El desencadenante de esta parte es un antojo de rapónchigos de un huerto ajeno, similar al que presenta la madre en Rapunzel, el sapo que se enfada y arroja el maleficio sobre la heroína es similar a las hadas rencorosas de La Bella durmiente y La esclavita, y la maldición, la cuál consiste en que el sujeto se trasforme en animal al recibir la luz solar, ya figura en La alondra de león cantarina y saltarina de los hermanos Grimm, o en el cuento popular italiano La joven agraciada recopilado por Antonio De Nino.