the old woman of cats
En la inmunda sombra de una existencia desgarrada, “La loca de los gatos” de Marcos Orowitz se erige como un monumento al terror psicológico. La novela nos introduce en la vida de una mujer cuyo mundo se desvanece en un abrir y cerrar de ojos: su trabajo, su hogar y su amado esposo le son arrebatados por las garras despiadadas de un sistema financiero que la deja sin nada. Abandonada por las leyes de su país, se encuentra a merced de las calles, con el puente como único refugio.
Pero en la profundidad de su desesperación, algo se agita en la penumbra. Una entidad misteriosa, atraída por el juego siniestro de la tragedia humana, se le aparece en la noche para ofrecerle un pacto diabólico: la oportunidad de ejecutar una venganza implacable contra aquellos que la condenaron a la miseria. Con una narrativa que entrelaza lo macabro con lo sobrenatural, Orowitz nos sumerge en una historia que desafía la cordura. Los gatos, símbolos de misterio y autonomía, se convierten en cómplices de una danza de venganza que promete ser tan perturbadora como fascinante. Esta obra, adaptada magistralmente para capturar la atención de nuevas generaciones, es una invitación a explorar los rincones más oscuros del alma humana, donde el terror no conoce límites y la locura acecha en cada página.
Compartido por: Clara Eva consuelo Cifuentes Mexico DF
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"Voy a contarte una historia que no solo hará clic en tu conciencia; no, en esta novela corta te sumergirás en la auténtica narración que los ancianos solían relatar a sus hijos y nietos para atemorizarlos y mantenerlos disciplinados. Pero déjame decirte que esa famosa historia no era solo un cuento para asustar a los niños; era una verdad que, con el tiempo, se adaptó a las tendencias y normas morales que el sistema imponía a los ciudadanos de épocas memorables. Como bien sabes, todo eso me importa un carajo, porque en esta obra cruda y de terror urbano no solo descubrirás la verdad detrás del mito, sino también... la muerte."
El verdadero horror no necesitaba más que un murmullo. Clara, con sus sueños esfumándose como el humo de un cigarrillo, transitaba por esas aceras desgastadas, buscando refugio, buscando un sentido entre el eco de los pasos ajenos que resonaban en la noche. La bruma fría se arrastraba, adentrándose en su abrigo raído, como si el mismo aire intentara recordarle que ya no había vuelta atrás.
Había sido una mujer como cualquier otra, hasta que su vida se desmoronó, redondamente, tal como se quiebra una pieza de cerámica olvidada. La pérdida de su trabajo, esa oficina abarrotada donde el café se servía con desesperanza y las sonrisas eran un mero acto de supervivencia, fue sólo el principio. Lo siguieron la fría indiferencia de su marido, quien encontró consuelo en los brazos de otra, y la insolente mirada del casero, que ya no podía permitirse tenerla como inquilina. Sin trabajo y sin hogar, Clara se arrojó a la vorágine de la vulnerabilidad, como un náufrago a la deriva en un mar de indiferencia.
El puente – un monstruo de acero y cemento – fue su única tabla de salvación. Allí, las noches se hacían interminables, un tenue intervalo donde los pensamientos oscuros se deslizaron en su mente como sombras alargadas. El murmullo del agua y el viento la acompañaban, pero Clara no estaba sola. Desde las sombras, una criatura emergía. O al menos eso le parecía en su inestabilidad mental. En las silenciosas horas de vigilia, sus ojos devoradores se posaban en ella, sutiles como el roce de un zorro entre los arbustos. Un olor a furia y culpa impregnaba el aire, y Clara sintió que se le erizaban los cabellos.
El primer encuentro fue sutil. Una noche, mientras la ciudad respiraba con el latido de su gente ajena, Clara vio una figura encorvada que la observaba desde un rincón oscuro, un contorno familiar pero lejano. “Eres tú, la que se ha quedado sin nada”, dijo una voz que la abrazó y la asfixió al mismo tiempo. La figura, oscura y desdichada, parecía moverse sin tocar realmente el suelo, como si flotara entre la realidad y lo sobrenatural. “Vengo a ofrecerte lo que han robado”, continuó, sus palabras llenas de veneno, pero dulces como el néctar.
Clara se sintió al mismo tiempo aterrorizada y cautivada, como si un campo magnético la atrajera. Le costó asimilar la propuesta – la tentadora oferta de la venganza – y por un momento, una inquietante posibilidad brilló en su mente: un camino de regreso, pero empedrado con el sufrimiento de quienes le habían causado dolor. Era un juego macabro, donde uno podía escoger ser la presa o el depredador.
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Los gatos de la ciudad – esos seres enigmáticos que siempre habían rondado su existencia sin que ella los notara – comenzaron a aparecer. Se sentaban a su alrededor, como ansiosos cómplices, sus ojos brillantes reflejando la luz de la luna, observadores del ritual que se avecinaba. Cada maullido resonaba en su mente, llenando los vacíos que los humanos habían dejado.
Los días anteriores a su transformación se tornaron cada vez más turbadores. Clara se dejó envolver por las promesas de aquella entidad en la sombra, quien le susurraba secretos inconfesables, estrategias de venganza que danzaban en su mente ya febril. Aquella visión la hizo despertar en ocasiones de la pesadilla que envolvía los días. La soledad se tornó cómplice de un nuevo horizonte donde la desesperanza se transformó en un propósito desalentador.
Sin embargo, lo que no sabía Clara era que dar un paso hacia la oscuridad encerraba sus propios demonios. Lo que había comenzado como un murmullo de venganza pronto se tornaría en un grito ensordecedor, un eco de lo que su alma había anhelado desde el día en que su vida se fracturó. Los gatos, con su andar sigiloso y misterioso, se convertirían en los heraldos de su destino, en las sombras de su locura. Todo estaba preparado para un encuentro que cambiaría no solo su vida, sino la de aquellos que la habían olvidado.
Las noches se extendían como lianas, mientras el puente la mantenía cautiva en su trampa de acero. Clara comenzaba a comprender que a veces el horror más profundo se escondía en uno mismo y que la locura, cuando se alimentaba de rencor, podía convertirse en un terrible aliado.
Las luces de la ciudad parpadeaban con un ritmo casi hipnótico, un titilar que se reproducía en el fondo de la mente de Clara. Cada verdadero destello de las farolas se transformaba en un eco de su propia desdicha, reflejando una soledad que se sentía como un abrigo pesado. La noche, a medida que se desdoblaba, no era un refugio, sino una trampa sutilmente tejida con sus propias esperanzas marchitas.
Clara se sentaba en el borde del puente, donde el cielo se encontraba con el gris del agua, observando el murmullo del río. La corriente producía un sonido casi melódico, reminiscentemente parecido al cantar de un viejo amigo. Se quedaba perdida en sus pensamientos, dejando que cada gota que caía de su interior se uniera al caudal que corría justo debajo de sus pies. Era un punto intermedio entre el abandono y la resignación, un lugar donde ya no sabía si deseaba que la vida continuara o se detuviera, como el agua estancada que a veces encontraba en los bajos de la ciudad.
Una noche, el aire se volvió pesado y cargado de una electricidad inquietante. Las estrellas, en lugar de titilar con su usual brillo, parecían observarla con una intensidad inesperada. Clara, abstraída por una mezcla de tristeza y rabia, sintió un escalofrío en la nuca. Fue en ese momento que los gatos comenzaron a congregarse, uno tras otro, con una sigilosidad propia de seres premeditados. Sus ojos, faros en la oscuridad, se posaron en ella, y Clara sintió su mirada como una carga que la mantenía aún más alerta.
Los gatos, en su extraña serenidad, parecían entender su dolor, compartían el aire denso lleno de desasosiego y anhelo. Clara recordó las historias que había oído de niña sobre estos animales, esas leyendas que los dotaban de un aire místico; eran los espíritus de
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aquellos que habían sido olvidados y que regresaban para ejercer un extraño sentido de justicia. En el fondo de su mente, la idea de que estos seres se congregaban a su alrededor no solo por interés, sino por un propósito mayor, comenzó a germinar.
La figura oscura que había cruzado su camino hacía semanas continuaba acechándole, lanzando tentaciones sutiles con cada encuentro. Agradecida por el eco de su voz, que se deslizaba como la bruma nocturna, Clara dejó que las palabras de la sombra penetraran más hondo, siete puntos de seducción en su mente. "Haz lo que debas hacer, y el poder será tuyo", decía la voz, suave pero incisiva. Fue entonces cuando una noción fogosa tomó cuerpo en su corazón: la venganza, que había parecido, en un principio, un instrumento de destrucción se convirtió en un sendero hacia la liberación.
Con cada día que pasaba, Clara comenzaba a elaborar diferentes formas de su plan. Se sentía viva de nuevo, aunque cada impulso venía cargado de un tinte de locura, un sabor agrio que mezclaba esperanza y desesperación. Decidió buscar a aquellos que la habían herido: el marido que la había abandonado, el casero que la miraba con desdén y aquellos amigos que, como sombras, se habían desvanecido en el aire de su vida. Sus rostros se dibujaban en su mente, y mientras la rabia crecía, sus corazones empezaron a ser el objetivo de su deseo de justicia.
Se volvió cada vez más introspectiva, un ciclo que la aisló del mundo exterior, pero que la ligó más a sus felinos compañeros. Poco a poco, los gatos empezaron a entrar en su vida de maneras cada vez más sorprendentes. Notaba con asombro los pequeños rituales que llevaban a cabo, sus juegos silenciosos en la penumbra. Un día, Clara decidió seguir a uno de ellos, un gato con pelaje oscuro y ojos amarillos que parecía ser el líder de la manada. Lo persiguió por las calles serpenteantes, sintiendo que cada paso la acercaba a un destino inevitable.
El gato la llevó a una parte olvidada de la ciudad, un barrio que había sido un florecimiento de vida y ahora era un terreno baldío de escombros. Las casas estaban derruidas, y en el aire flotaba un hedor a abandono. Entre las ruinas, la luz de un farol parpadeaba tenuemente, creando un entorno que se sentía a la vez inquietante y seguro. Allí, en ese espacio intermedio entre lo que había sido y lo que podría ser, Clara comprendió que estaba a punto de cruzar un umbral sin retorno.
En el centro de esa desolación, Clara encontró un pequeño grupo de gatos que yacían juntos, formando un círculo casi ritualístico. Eran los guardianes de un secreto, lo absorbían del aire opaco que los rodeaba. Ella se sintió tocada por una emoción nueva, un entendimiento profundo que resonó en su pecho: la conexión con estos animales era como un eco del dolor de su vida, un dolor compartido en silencio.
Clara se sentó entre ellos, permitiendo que sus temores se disolvieran mientras el gato negro se acercaba, rozando su lado. En ese momento, la sombra que la había estado acechando se deslizó a su lado, susurrándole algo inaudible, pero que resonó como una promesa. Era el momento de actuar, de invocar aquel deseo profundo de venganza que había aprendido a abrazar. Y aunque el peso de sus decisiones la oprimía, ya no había vuelta atrás. La noche estaba preparada para convertir sus tormentos en herramientas, y Clara iba a desatar algo que cambiaría no solo su vida, sino la de todos aquellos que la habían olvidado.
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El viento sopló, y a su alrededor, los gatos comenzaron a agruparse, formando una figura que parecía danza, un símbolo de lo que estaba por venir. Clara sonrió, por primera vez sintiendo el calor de una resolución ardiente en su interior. La locura, preguntándose en su mente, había encontrado su refugio: en la venganza, en la tregua entre la humanidad y la bestia que siempre había habitado en su interior. En la oscuridad que siempre había temido, Clara encontró su voz, y finalmente, se preparó para ser escuchada...Si te gustó consigue el libro
“La loca de los gatos” fue publicada el 4 de Mayo del 2024 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio y papel. La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”