Lu cunde de la Brutta Saracine (Trad: El cuento de la Fea Sarracena) es un cuento popular italiano recopilado por Gennaro Finamore, que Italo Calvino incluyo, con algunas alteraciones, en la colección Cuentos populares italianos bajo el título L'amore delle tre melagrane (Trad: El amor de las tres granadas).
Sinopsis[]
Un día que un príncipe esta comiendo queso se corta y una gota de sangre cae sobre el queso. Al príncipe le parece tan bonito el color rojo sobre blanco, que le dice a su madre que quiere casarse con una mujer tan blanca como la leche y tan roja como la sangre. A su madre le parece imposible que haya una doncella así, pero no impide que su hijo salga en busca de la doncella que reúna semejantes características. Por el camino se encuentra con una anciana, que la pregunta a dónde se dirige, pero el príncipe no la dice nada. Más tarde se encuentra con un anciano, que le hace la misma pregunta, pero esta vez el príncipe si que le responde. El anciano le entrega al muchacho tres granadas (una nuez, una avellana y una castaña en el texto original), pero le advierte que solamente las abra si se encuentra cerca de una fuente.
El príncipe abre la primera granada, y de ella sale una muchacha blanca como la leche y roja como la sangre, que la pide agua. El príncipe se la da, pero no lo hace a tiempo, y la muchacha muere. Lo mismo sucede cuando abre la segunda, pero cuando abre la tercera el príncipe logra darla agua a tiempo y no sufre el mismo destino que las dos anteriores. Pero como la doncella esta completamente desnuda, y el príncipe no quiere presentarla así ante la corte, la pide se suba a un árbol y que le espere, mientras que él va a palacio a buscarla ropa para vestirse y una carroza para llevarla a palacio. Mientras que la doncella espera, aparece una sarracena, que todos los días iba a la fuente a por agua, y al ver el reflejo de la doncella en la superficie del pozo, la sarracena cree que es su rostro, y pensando que, con lo guapa que es, no debería de hacer trabajos indignos como ir a por agua, rompe el cántaro y vuelve a casa, dónde su patrona la echa la bronca por volver a casa sin agua y sin cántaro. La patrona vuelve a mandar a la sarracena al pozo a por agua, pero la sarracena, al ver de nuevo el reflejo de la doncella, cree que es el suyo, rompe el cántaro y regresa a casa, dónde su patrona la riñe y la vuelve a mandar a por agua. La tercera vez que se repite la escena, la doncella no puede contener la risa, y la sarracena la oye. En cuanto ve a la doncella, la sarracena se da cuenta que ha estado haciendo el tonto todo el rato, pues el reflejo no era suyo, sino de la doncella subida al árbol. Fingiendo ser amable, la sarracena le pide a la doncella que baje del árbol para peinarla, pero en realidad la clava un alfiler en la oreja y la mata, aunque la primera gota de sangre que cae de la oreja cuando se lo clava se convierte en paloma en cuanto toca el suelo, y el pájaro se va volando. La sarracena esconde el cuerpo y se coloca en el mismo sitio dónde antes estaba la doncella. Cuando el príncipe llega, se cree que la sarracena es la misma persona que la doncella, aunque se pregunta como es que ha cambiado tanto desde la última vez que la vio. La sarracena se excusa diciendo que es por estar tanto tiempo al sol. El príncipe la cree y se la lleva a palacio, dónde la presenta ante todos como su prometida.
A partir de ese día, la misma paloma que broto de la sangre de la doncella se posa todas las mañanas sobre el alféizar de la ventana de la cocina y le pregunta al cocinero que hace el príncipe con la impostora. Después el cocinero le daba un plato de sopa, y la paloma, en agradecimiento, se sacudía el plumaje, y las plumas que se caían se las quedaba el cocinero, por que eran de oro. Tras unos cuántos días así, el cocinero termina por ir a hablar con el príncipe y contárselo todo. El príncipe le pide al cocinero que, la siguiente vez que vea a la paloma, la capture y se la traiga, pero la prometida del príncipe, que lo ha oído todo, se adelanta al cocinero y mata a la paloma. En el lugar del jardín dónde se derrama la sangre de la paloma crece un granado, cuyos frutos son capaces de revivir a los moribundos. Debido a ello, no tarda en formarse en el jardín una gran cola para conseguir una de esas prodigiosas granadas. Al final se reparten todas las granadas menos una, la más grande de todas, que la novia del príncipe quiere guardar para ella, pero aparece entonces una anciana que pide la granada, ya que su marido se esta muriendo. La novia del príncipe no se la quiere dar, pero el príncipe interviene y terminan por dársela. Pero cuando la anciana llega a casa, su marido ya ha muerto, por lo que la vieja decide guardarse la granada para ella. A partir de ese día, cuando la anciana vuelve de misa, siempre se encuentra con la casa limpia y la mesa servida. Un día, para averiguar quién limpia y cocina cuando ella no está, finge marcharse y después se esconde. En ese momento ve aparecer a una doncella, que surge de la granada, y empieza a barrer la casa. La anciana sale de su escondite y la pregunta quién es, y la doncella la cuenta toda su historia. Al día siguiente la anciana se lleva a la muchacha a misa con ella, y en la iglesia se encuentran con el príncipe, quién nada más ver a la doncella la reconoce y le pregunta a la anciana por la procedencia de la muchacha, que se lo cuenta todo. Terminada su historia, el príncipe se la lleva a palacio, dónde la pide que repita su historia delante de la falsa novia, a la que obliga a decidir su propio castigo. La falsa novia elige ser quemada viva en mitad de la plaza, y el príncipe y la doncella se casan.
Citas[]
Observaciones[]
El pasaje de la sangre sobre algo blanco, lo que provoca que la persona que lo vea desee a alguien tan blanco y tan rojo como los elementos que presencia se puede encontrar en numerosos cuentos de hadas, empezando por dos de ellos en la colección de los hermanos Grimm, Blancanieves y El enebro. Pero en los dos cuentos de Grimm mencionados la superficie blanca sobre la que se derrama la sangre es nieve, y la escena no consiste en príncipes describiendo a su amada ideal, sino a madres imaginándose que aspecto les gustaría que tuviesen sus futuros hijos. Los hermanos Grimm no son los únicos con escenas así al comienzo de sus cuentos, pues también se encuentra en el cuento noruego Los doce patos salvajes, recopilado por Peter Christen Asbjornsen.
Si nos encontramos con el príncipe deseando a una amada idílica en el cuento El cuervo, incluido en Il Pentamerone de Giambattista Basile, dónde en este caso es la sangre de un cuervo derramada sobre una estatua; y en el cuento popular catalán Sangre y Nieve, recopilado por Francisco Maspons y Labrós. Una versión de esta escena con los géneros invertidos se encuentra el principio del cuento extremeño El rey durmiente en su lecho, recopilado por Sergio Hernández de Soto.
Galería[]
Ver también[]
- Las tres toronjas, cuento de Il Pentamerone de Giambattista Basile.