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El príncipe canario (Trad: Il Principe canarino) es un cuento popular italiano recopilado por Italo Calvino

Sinopsis[]

Un rey tiene una hija. Como la madre de la princesa había muerto, el rey se había vuelto a casar con una mujer que estaba celosa de la princesa y no paraba de hablar mal sobre ella a su padre. El rey termina por creerse las calumnias de la madrastra, y ordena a la reina que se lleve a la princesa a un lugar lejano dónde no vuelva a verla, pero que este cómoda. La reina encierra a su hijastra en un castillo en mitad del bosque, del cuál no la dejan salir, ni siquiera asomarse por la ventana, y como única compañía a unas damas de la Corte, seleccionadas por su madrastra, quienes no le hacen caso a la princesa. Ocasionalmente el rey se acuerda de su hija y le pregunta a su esposa como se encuentra, en lugar de ir él mismo a visitarla. La madrastra va a hacerle a su hijastra una visita rápida, para luego volver con su esposo y decirle que su hija está muy feliz, cuando en realidad es lo contrario, ya que sin poder salir y sin amigos con los que hablar, la princesa se siente cada día más triste. Se pasaba los días asomada a la ventana, con los codos apoyados en un almohadón que había colocado en el alféizar de la ventana, para que no le saliesen cayos en los codos por todo el tiempo que pasaba asomada, mientras que observaba a las damas de la Corte divertirse fuera del palacio.

Resulta que un día paso por allí un príncipe, que estaba persiguiendo un jabalí, que se sorprendió que el castillo, que siempre había estado deshabitado, ahora mostraba signos de que se habían instalado personas a vivir allí, como ventanas abiertas, ropa tendida en las almenas, y humo saliendo de las chimeneas. Por una de las ventanas vio a la princesa asomada y la saludo, y ella, al ver al príncipe, completamente vestido de amarillo, le devolvió el saludo. Y así se pasaron el príncipe y la princesa una hora entera, sin decir palabra alguna, tan solo intercambiándose sonrisas y gestos. El príncipe volvió al día siguiente, con la excusa de que iba a cazar, y se paso tres horas, intercambiando sonrisas y gestos silenciosos con la princesa, ya que no podían arriesgarse a pronunciar palabras, no fuera que las damas de la Corte les oyeran y les delataran a la madrastra de la princesa. El tercer día el príncipe y la princesa se pasaron tres horas, y antes de irse el príncipe le envió a la princesa un beso con los tres dedos. El cuarto día, mientras que se estaban intercambiando los gestos, aparece una bruja, que comienza a reírse a pierna suelta. El príncipe le pregunta a la bruja de que se ríe, y ella le responde que nunca antes había visto a dos enamorados verse tan ridículos como ellos. El príncipe le pregunta a la bruja si sabría llegar hasta la princesa, y la bruja le contesta que, como le caen bien, les ayudará. La bruja fue al castillo y llamo a la puerta, trayendo con ella un viejo libro, diciendo que era un regalo para la princesa, para que leyera un poco y así se entretuviera. Las damas no vieron nada sospechoso, y le llevaron el libro a la princesa, que en cuanto lo abrió vio que en sus páginas ponía que, si pasaba las páginas en el sentido apropiado, convertiría a al príncipe en pájaro, y si las pasaba en el sentido inverso, el príncipe recuperaría la forma humana.

La princesa corre al instante a la ventana y pasa las páginas del libro. Entonces ve al príncipe convertirse en un canario, que emprende el vuelo hasta posarse en el alféizar de la ventana. La princesa entonces cogió al canario, le dio un beso, y se ruborizó. Saco el libro, paso las páginas en sentido invertido y el príncipe recobró la forma humana. Ahora que por fin podía hablar, proclamo su amor por la princesa a los cuatro vientos, y pasan el tiempo juntos hasta que anochece. Entonces la princesa volvió a pasar las páginas del libro, el príncipe se convirtió en canario y planeo hasta posarse en la rama de un árbol. La princesa pasa las páginas del libro en sentido inverso y el príncipe recobra su forma humana, baja del árbol de un salto, llama a sus perros de un silbido y se despide de la princesa mandándola un beso. A partir de ese día, los encuentros del príncipe y la princesa transcurren de esa forma, sin ser descubiertos, hasta que un día la princesa recibe una visita sorpresa de su madrastra, que en cuanto echa un vistazo por la ventana y ve al príncipe se da cuenta de todo. Como no soporta la idea de que su hijastra sea feliz, la reina consigue que la princesa la deje sola en sus aposentos mandándola a por un vaso de agua con azúcar. Mientras, la reina se quita cinco o seis alfileres del cabello y los coloca en el almohadón del alfeizar, con la punta sobresaliendo. Cuando su hijastra vuelve con el vaso de agua, la madrastra le dice que ya no tiene sed, y se marcha. La princesa, aprovechando que por fin su madrastra se ha ido, saca su libro mágico y comienza a pasar las páginas para que su amado se trasforme en canario y vuele hasta su ventana. Pero cuando el pajarillo se posa en el almohadón del alféizar, se clava los alfileres de la madrastra en el pecho. Entre píos de dolor el pájaro remonta el vuelo y cae al suelo. Alarmada y confusa al ver al canario sangrando, la princesa pasa las páginas del libro en el sentido contrario, y aunque consigue que el príncipe recupere la forma humana, sus heridas no han desparecido. Los perros del príncipe, al ver a su amo herido, comienzan a aullar, lo que atrae a otros cazadores, quienes al ver al príncipe herido se lo llevan al castillo de su padre.

La princesa, que no puede soportar la idea de no saber si su amado está bien o mal, reúne el valor y escapa, haciéndose una larga cuerda con tiras de sábanas, para bajar por la ventana. Escapa de noche, para que las damas de la Corte no la vean, pero recorriendo el bosque se da cuenta que esta demasiado oscuro y que no llegará muy lejos, por lo que se mete a pasar la noche en el tronco hueco de una vieja encina, para retomar su viaje al día siguiente. La princesa se duerme, pero cuándo aún no ha amanecido oye un silbido y se despierta. Después escucha otros tres silbidos, y ve acercarse a cuatro brujas, que tenían por costumbre reunirse bajo ese árbol. Las brujas encienden un fuego y se ponen a asar murciélagos para cenar, mientras que se cuentan lo que han visto en sus viajes por el mundo. Una de ellas habla de un príncipe, el cuál esta gravemente herido, y por más médicos que le ven, ningún es capaz de hacer que se le cierren las heridas, ni siquiera de aliviar su dolor, pues para ello necesitan un remedio que solo ella conoce. Las otras brujas le preguntan a su comadre cuál es, y ella explica que en el cuarto del príncipe hay una baldosa movediza, bajo la cuál hay una ampolla que contiene el ungüento capaz de curar sus heridas.

En cuanto las brujas se marchan la princesa, que ya se había dado cuenta que estaban hablando de su príncipe, sale del árbol y se pone en camino a la capital del reino del príncipe. Al llegar va a la tienda de un ropavejero, al que compra un traje de médico y un par de anteojos, y se presenta en palacio, haciéndose pasar por hombre. Los criados, al ver el traje tan desgastado del médico, se niegan a dejarlo pasar, pero el rey, en cuánto se entera que el médico dice conocer el remedio para curar a su hijo, le deja entrar y le conduce a los aposentos del príncipe, dónde le dejan a solas con él. La princesa, en cuanto ve al príncipe yaciendo inconsciente en el lecho, cubierto de vendas, se le cae el alma a los pies, pero como sabe que no hay tiempo que perder se pone a caminar por la habitación hasta encontrar la baldosa movediza. Saca la ampolla y en cuanto aplica el ungüento las heridas del príncipe se curan al instante. El rey se alegra mucho de ver a su hijo por fin curado, y le dice al médico que puede pedir todo lo que desee como recompensa, pero el médico solo le pide tres cosas: el escudo del príncipe con el emblema familiar, el estandarte del príncipe, y el jubón amarillo del príncipe, el que está desgarrado y ensangrentado. El rey le entrega los tres objetos, y la princesa se marcha de regreso al castillo del bosque.

Tres días más tarde el príncipe vuelve a salir de caza y pasa junto al castillo de la princesa, sin dignarse a mirar a la ventana de la princesa, pues no sabe que la causante de sus heridas fue la madrastra y culpa a la princesa por ellas, además de que no sabe que fue ella quién le curo. La princesa, en cuanto lo ve, pasa las páginas y convierte al príncipe en canario, que vuela hasta la habitación de la princesa, dónde recupera la forma humana. El príncipe la causa de haberle tendido una trampa y haber estado a punto de matarlo. La princesa se defiende, revelando que la causante de sus heridas fue su madrastra, no ella, y que además fue ella quién le curó. El príncipe, que no sabe que ella era el médico, no la cree hasta que la princesa le muestra los tres objetos que su padre le dio como recompensa por haberle curado. Al darse cuenta de que había culpado a quién no era, el príncipe se arrodilló ante la princesa, la pidió perdón y le dio las gracias. La princesa aceptó sus disculpas, y esa misma noche el príncipe le dijo a su padre que iba a casarse con la doncella que vivía en el castillo en el bosque. El rey, que no sabía que la doncella era hija de un rey, le dijo a su hijo que él tenía que casarse con una princesa, pero el príncipe hace cambiar de parecer a su padre cuándo le dice que fue ella en realidad el médico que le curó. Se disponen las bodas, a las que son invitados todos los reyes y reinas de los alrededores, incluidos el padre y la madrastra de la princesa. El rey, en cuánto ve a la novia, reconoce a su hija, y el padre del príncipe se sorprende al oír a su amigo referirse a la novia como hija suya. Cuándo le pregunta a su nuera por qué no dijo nada, la princesa respondió que ella no se consideraba hija de un hombre que permitía que su hija fuera encarcelada por su madrastra. En cuánto se se supieron de todas las maldades y crueldades de la reina está fue arrestada al instante, y el príncipe y la princesa no tienen que volver a preocuparse de que vuelva a suponer un peligro para ellos.

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