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🌽Psychological terror so that you die among the cobs and flies of this dirty Iowa farm🌽[]

IOWA 1979

En la apacible ciudad de Iowa, Estados Unidos, un oscuro secreto aguarda entre las hileras de maíz. Marcos Orowitz, el talentoso autor, nos sumerge en una narrativa que evoca un toque similar a las novelas de los años 80 y que te hará temblar.

IOWA 1979 es una invitación a los amantes del terror con una atmósfera inquietante, donde los susurros del viento y los crujidos de la madera te acompañarán hasta el último capítulo. Prepárate para una experiencia literaria que te dejará sin aliento. ¡No puedes perderte esta novela escalofriante!

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Capitulo: 1 Nuevo hogar

Pagina: 9 y posteriores

Traducción del ingles al español latino :Cristopher L

Prologo

Página 9 —¿Conoces Iowa? Déjame contarte lo que sucede cuando un neoyorquino impertinente decide que puede comprar una propiedad que todo el pueblo teme. Piensa que la tranquilidad de esos campos le dará una nueva vida, sin saber que esa calma es solo un disfraz de algo mucho más oscuro.

¿Realmente no saben lo que sucede en ese maldito lugar? Nadie se atreverá a advertirles. Cuando ese demonio despierte y tome posesión del guardián de la propiedad, del espantapájaros maldito, las cosas se pondrán feas. Ese desgraciado merodea por las noches, disfrutando con los desprevenidos como un niño jugando con juguetes rotos. Un poco de diversión, eso es lo que promete… pero créeme, ese poco puede volverse una tortura.

Te enfrentarás a una elección terrible: seguir adelante en esta pesadilla o levantarte y luchar contra algo que no comprende la piedad. La batalla será desgarradora, y en tu intento desesperado por mantenerte en pie, podrías perderlo todo: tu familia, tu cordura, tal vez incluso tu vida.

Pero no temas. Estoy aquí contigo, al menos por unas horas. Te protegeré de las sombras que ya han notado tu interés por este maldito libro. Ellos saben que eres un nuevo objetivo… y lo que te espera podría ser peor de lo que imaginas...

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La luz fluorescente parpadeaba en la oficina del jefe, añadiendo un toque de inquietud a la conversación. Thomas Clark, con el ceño fruncido y la corbata aflojada, escuchaba atentamente a su superior.

—Tom, esta es una oportunidad única —dijo su jefe, extendiéndole un sobre con detalles sobre la propiedad—. La casa en Iowa está en venta a un precio increíble. Podrías mudarte allí con tu familia y trabajar desde casa.

La propuesta resonaba en la mente de Thomas mientras caminaba a casa esa noche. Las vibrantes calles de Nueva York eran un mundo de caos y movimiento, pero la posibilidad de un cambio de escenario lo tentaba.

—Amor, tenemos que hablar —dijo Thomas al llegar, con la mirada aún clavada en el sobre.

Anne, su esposa, dejó de leer y lo observó con curiosidad.

—¿Qué sucede? —preguntó, dejando el libro a un lado.

—Nos han ofrecido una casa en Iowa, una oportunidad de empezar de nuevo —Thomas le explicó los detalles, la promesa de tranquilidad que parecía brotar del campo de maíz.

La visita a la casa fue un paso inevitable. Con los niños en el asiento trasero, el paisaje urbano dio paso a interminables campos verdes. Al llegar, la casa se erguía, sola y silenciosa, una estructura de madera que parecía respirar con el viento.

—Es... encantadora —dijo Anne, aunque una sombra de duda nublaba su voz.

Exploraron cada rincón, asegurándose de que todo estuviera en condiciones. Las paredes crujían bajo sus dedos, y el suelo parecía algo inestable, nada grave, solo necesita una pequeña mejora y mucho amor “aclaró” Anne. Satisfechos con su inspección, volvieron a Nueva York para vender su departamento y solicitar una hipoteca. El viaje de regreso a Iowa fue una mezcla de emoción y aprensión.

A medida que el coche se adentraba en la ciudad, algo no se sentía bien. Los habitantes los observaban con ojos vacíos y fríos, susurrando entre sí como si compartieran un secreto oscuro. Thomas recordó las palabras del viejo Donald Trump, quien alguna vez bromeó grotescamente sobre los migrantes latinos en aquel condado, asegurando que comían perros y gatos.

—¡No es así, papá! —corrigió su hija mayor, Jennifer, con una sonrisa en los labios—. El viejo degenerado se refiere a Ohio.

Entonces, todos estallaron en risas.

Las primeras señales de que algo estaba profundamente mal se manifestaron mientras la familia se instalaba en la casa. Aquella noche, con la luna llena brillando sobre el maizal, Anne comenzó a desempacar el contenido de las valijas, mientras Tom limpiaba arduamente el polvo estacionado por años en toda la casa.

—Papá… ¡papá! —gritó Sean, su voz atravesando la brisa crepuscular del maizal.

Tom dejó lo que estaba haciendo y se apresuró a donde estaba su hijo.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tanto escándalo?

—Ven con nosotros —dijo Jennifer, tomándolo de la mano con una mezcla de urgencia y emoción.

Página 10 Los tres se adentraron en la maleza seca y en la enramada de maíz, formando un pequeño laberinto mortal. Tom intentaba no tropezar con las mazorcas esparcidas en la tierra, mientras una hediondez se desprendía desde el interior del maizal.

Desde su pensamiento interno interrogó  “esto huele a excremento humano” alguien ha estado en este lugar, será mejor tomar las precauciones necesarias colocando una verja para impedir el acceso de vagabundos y adictos.

—¿Cómo demonios llegaron hasta aquí sin perderse? —interrogó Tom, sintiendo la ansiedad crecer en su pecho.

—Es que Sean salió corriendo delante de mí y dijo que el último en llegar era un "culo sucio" —contestó Jennifer con una sonrisa irónica—. No tuve más opción que ganar la apuesta.

Después de caminar unos cien metros tierra adentro, llegaron al centro de aquel interminable laberinto. Tom se quedó sin aliento al ver lo que se alzaba frente a ellos: un espantapájaros aterrador, erguido en la clásica posición de crucifixión, vestido como un granjero. La camisa que cubría su torso tenía vestigios de sangre seca, y su rostro apenas visible bajo el sombrero de paja que llevaba.

—¿Qué demonios...? —murmuró Tom, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda—. No se acerquen demasiado, aún no sabemos con qué propósito está aquí.

—Ay, papá, no seas tonto —dijo Jennifer con desdén—. Es solo un espantapájaros, como en la película "Scarecrow: La Maldición del Espantapájaros". Creo que invitaré a mis nuevos amigos a la granja, jejeje.

—¿Podemos tocarlo? —preguntó Sean, acercándose con curiosidad.

—¡Claro que no! —respondió Tom, firmemente—. Volvamos a la casa. Mañana veré cómo retirarlo de aquí.

—Nooo, ¿estás loco? —protestó Jennifer—. Ese espantapájaros está aquí para cuidar del maizal. Los cuervos se apoderarán del lugar si ven que no está.

—¿Y quién te ha dicho que nos dedicaremos exclusivamente a la siembra y la cosecha? interrogó nuevamente Tom.

—Nadie, contestó ella— solo pensé que sería una manera de desintoxicarnos de la vieja vida y la rutina de la gran ciudad. Pero si no quieres que tus hijos experimenten su lado conservador... pues luego no te quejes de nuestros celulares.

Tom suspiró, sabiendo que era una conversación que necesitaba tener con toda la familia.

—Eso es algo que debemos hablar como familia… todos juntos —dijo finalmente.

—¡Eso es, papá! —gritó Sean de nuevo—. ¡El último en llegar es un "culo sucio"!

Entonces a toda velocidad, los tres corrieron sin detenerse por el mismo camino que habían tomado para entrar, un estrecho sendero de tierra que desembocaba en la entrada trasera de la vieja casa. La noche empezaba a caer, y con ella, los secretos del maizal comenzaban a susurrar entre las sombras, quizá una manera diabólica de dar la bienvenida a los nuevos habitantes de la casa.

Esa noche, tras descubrir la ubicación de los interruptores de la luz exterior de la casa, Tom tropezó con una falsa pared que ocultaba un guardarropa. Al abrirla, se encontró con una visión sorprendente: un paraguas casi deshecho, un tapado de lluvia rústico lleno de agujeros, y un par de botas viejas, desgastadas por el tiempo. Pesaban tanto que, al levantarlas, se detuvo un momento, inquieto, preguntándose si el peso que sentía pudiera deberse a algún pequeño animal muerto en su interior.

Página 11 —No es mi talla —exclamó Tom, sosteniendo las prendas frente a Anne—. El antiguo granjero del rancho debió ser un fenómeno de por lo menos siete pies de altura. "sentenció burlonamente" ¡Observa el tamaño de esta capa y de estas botas! Por Dios, parecen las prendas del Yeti.

—Jajaja, debió ser un granjero intimidante, pero eso no me preocupa para nada —respondió Anne, acercándose a él con intención de besarlo románticamente—. Esta noche, yo quiero a mi propio granjero...

Pero fueron interrumpidos por su pequeño hijo, quien entró en escena gritando:

—¡Papá, papá! ¡Mira lo que acabo de encontrar debajo de la cama!

En sus manos, una escopeta antigua de doble cañón con munición de plomo, de por lo menos la época de la secesión.

—¡Oye! Dame eso —dijo Tom, tomando el arma con cuidado—. ¿Pero qué demonios...? A ver, familia, todos aquí, por favor. ¿Jennifer, dónde estás?

Jennifer, con los auriculares puestos y escuchando música, había quedado profundamente dormida sobre su cama. En su subconsciente, se desarrollaba un sueño aterrador: veía cómo un grupo de muchachos arrojaba gasolina a un joven que cubría su rostro con sus manos ensangrentadas. Despertó bruscamente cuando sintió las manos de su madre intentando despertarla.

—¡Oye, estás loca, mamá! —exclamó con voz desesperada—. ¡Casi me matas del susto!

—Lo siento, hija, es que sucedió algo allí abajo con tu hermano y queremos asegurarnos de que no toquen nada hasta que tu padre y yo hayamos terminado con la limpieza de la casa.

Descendieron de la habitación hasta el comedor, donde Tom esperaba con su hijo.

—Esto debe valer una pequeña fortuna, querida —dijo Tom, mostrando las iniciales impresas en la culata—. Debe ser de la época de la guerra civil.

—¿Ok, papá, y esa es la noticia? ¿Una escopeta antigua? —preguntó Jennifer, con desinterés.

—Claro que no, hija. Bueno, algo así... Tu hermano acaba de encontrar este rifle debajo de su cama, y eso no está bien. Debemos tomar las precauciones necesarias para evitar un accidente. La consigna es no tocar nada sin la supervisión de nosotros.

—Ay, papá, ¿qué edad crees que tengo? No voy a andar de curiosa por la casa, y tampoco me verás con una escoba limpiando los pisos ni mucho menos. De mi parte, despreocúpate, no tocaré nada.

Aquella noche transcurrió en una quietud insólita, rota únicamente por los suaves murmullos del maizal al acariciar el viento. El agotamiento de la mudanza había sido un  

Página 12 tranquilizante natural. Tom se hundió en un sueño profundo, ajeno a los crujidos de la vieja casa, mientras Anne y los niños descansaban sin sobresaltos en sus nuevas habitaciones.

A la mañana siguiente, el sol se alzaba tímidamente sobre el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos. Anne, con renovada energía, se preparó para llevar a sus hijos al centro de la ciudad. La ilusión de encontrar un lugar en el establecimiento estudiantil local la llenaba de optimismo. La carta de recomendación del colegio anterior, cuidadosamente escrita, relataba un evento falso que explicaba su mudanza a Iowa por circunstancias económicas y otros problemas.

Después de una extensa charla con el director de la escuela, y gracias a la convincente historia plasmada en el manuscrito, logró que sus hijos fueran aceptados. La satisfacción en el rostro de Anne era evidente mientras salían del edificio escolar.

Decidida a hacer algunas compras, Anne se dirigió al centro comercial, confiando en el GPS del automóvil para guiarla por el camino más corto. Sin conocer bien las rutas, el trayecto le pareció interminable y, a medida que avanzaba, los caminos se volvían cada vez más estrechos y desolados. Las miradas curiosas de los pocos transeúntes la hacían sentir fuera de lugar, como si estuviera siendo observada por ojos invisibles desde las sombras.

El aire parecía espesar a su alrededor, cargado de una atmósfera opresiva que contrastaba con el día soleado. Mientras avanzaba, Anne no pudo evitar recordar las palabras de Tom sobre la extraña sensación que le causó ese maldito espantapajaros. Sin embargo, decidida a integrarse y a hacer de esta nueva vida una experiencia positiva, siguió adelante.

Los giros del GPS la llevaron por un atajo a través de una carretera angosta, flanqueada por un descampado con chozas rebuscadas, parecía un campamento de Hicks, la gran cantidad de basura a sus alrededores advertían la presencia de gente poco sociable con los citadinos,  El silencio era absoluto, roto solo por el crujido de los neumáticos sobre la grava. De repente, el camino pareció cobrar vida, las espigas de maíz a un costado de la carretera se mecían por la brisa del viento, que las envolvía creando una pequeño remolino , como si fueran impulsadas por una fuerza invisible que intentaba atrapar todo lo que estuviera a su alrededor. La pantalla del GPS comenzó a parpadear, indicando una señal perdida.

Anne detuvo el coche, su respiración se tornó irregular mientras observaba el entorno, intentando calmar la creciente sensación de inquietud. La soledad del lugar se cernía sobre ella como una manta pesada, y por un momento, pensó en volver sobre sus pasos. Pero su hija Jennifer que advirtió esa escena poco común indagó —¡Oye! mamá —¿estas bien? —¡claro que sí hija! ¡Solo tuve un pequeño mareo! Contestó Anne, con intención de no levantar sospechas sobre su estado de alteración.

Al día siguiente durante la mañana cuando las sombras de la noche se difuminaban en el cielo para dejar que la luz tomara las riendas de la creación, Anne se sobresaltó al escuchar los primeros ruidos del amanecer, un crujido que resonaba por toda la casa. El viejo edificio no tenía timbre, por lo que decidió descender las escaleras para investigar. Al  llegar a la planta baja, comprendió que el sonido venía del exterior. Se acercó a la ventana y vio un grupo de hombres sentados y apoyados en una gran camioneta Chevrolet.

Página 13   —Ohhh, señora, disculpe la hora —exclamó uno de ellos al verla—. Soy Tony, el contratista. Ayer hablé con su marido Thomas Clark para comenzar con las labores en la casa.

—Okey, espere unos minutos, avisaré a mi marido —contestó Anne, tratando de mantener la compostura pese al susto inicial.

—¡Oye, Tom... Tom! —llamó desde el pie de las escaleras—. El contratista está afuera esperándote.

Tom, al escuchar las palabras de Anne, dio un salto de la cama y se incorporó inmediatamente.

—¿Por qué no me llamaste antes? —preguntó, apresurado.

—Porque recién han llegado —contestó Anne—. Es demasiado temprano para que esta gente comience a trabajar, ¿no crees? Son las seis de la mañana.

—Claro que no —respondió Tom mientras se vestía rápidamente—. Pensé que cuanto más temprano vinieran, más rápido acabarían con la casa.

Descendió las escaleras con prisa, todavía ajustándose la camisa. Al abrir la puerta principal, los hombres del equipo de Tony lo saludaron con una mezcla de seriedad y profesionalismo.

—Buen día, señor Clark —dijo Tony—. Estamos listos para comenzar. La casa tiene bastante trabajo por delante.

Tom asintió y les dio indicaciones para entrar. Mientras tanto, Anne permaneció en la ventana, observando cómo el equipo descargaba sus herramientas y materiales. A medida que avanzaba la mañana, el constante ir y venir de los trabajadores se mezclaba con el susurro del maizal, creando una sinfonía inquietante que parecía envolver la casa entera.

El reloj avanzaba lentamente, y con cada tic-tac, la sensación de que algo no estaba del todo bien se hacía más palpable. Tom observaba atento, asegurándose de que cada detalle fuera atendido, mientras Anne no podía quitarse de la mente la impresión de que, en algún lugar entre las espigas, alguien —o algo— los observaba…"Si la introducción fué de tu agrado solicita un ejemplar"

Capítulos

  1. Nuevo hogar
  2. Reconociendo el terreno
  3. Algunas cosas pueden ser raras
  4. Sucesos inexplicables
  5. El espantapájaros se mueve papá
  6. Los cuervos muertos
  7. Esta casa es nuestra
  8. La lucha
  9. Debemos permanecer unidos
  10. Silencio

IOWA 1979” fue publicada el 21 de Junio del 2024 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio y papel de 295 paginas, La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”