Il diavolo dal naso d'argento (Trad: El diablo con la nariz de plata) es un cuento popular italiano recopilado por Dario Carraroli.
Italo Calvino incluyo el cuento en la colección Fiabe italiane bajo el título II naso d'argento (Trad: La nariz de plata).
Sinopsis[]
Una lavandera viuda tiene tres hijas, y por más que las cuatro trabajen, no ganan lo suficiente para evitar pasar hambre. Un día la hija mayor le dice que le gustaría poder irse de casa para encontrar un trabajo mejor, aunque acabara sirviendo al Diablo. Su madre la pida que tenga cuidado con lo que dice, y a los pocos días se presenta en la casa de la lavandera un caballero elegantemente vestido de negro, que tenía la nariz de plata, diciendo que quería contratar a una de sus hijas como criada en su palacio. La lavandera no se fía del caballero, especialmente por que tiene la nariz de plata, pero decide hablar antes con su hija y advertirla de que no se fie. Pero la muchacha considera la oferta del caballero una oportunidad caída del cielo, así que se va con el caballero de la nariz de plata. Tras cruzar bosques y montes la hija de la lavandera divisa a lo lejos un resplandor similar a un incendio y pregunta al caballero que es. El caballero le responde que es su casa, y llegan a un gran palacio. El caballero le enseña a la hija de la lavandera todas las estancias, cada una más hermosa y lujosa que la anterior, hasta que la muchacha las ha visto todas menos una, de la que el caballero le entrega la llave y la advierte que no abra la puerta por nada del mundo. A la muchacha le parece muy sospechoso, y decide que, en cuanto el caballero la deje a solas, entrara en la habitación prohibida. Esa noche, mientras que la muchacha duerme, el caballero entra en su habitación y la coloca sin despertarla una rosa en el pelo. A la mañana siguiente el caballero deja a la muchacha sola en el palacio, y ella en cuanto vio que tenía la oportunidad abrió la puerta del cuarto prohibido. Nada más abrió la puerta, salieron llamas y humo, y la muchacha vio las almas de los condenados, calcinándose. Al ver esto la muchacha se dio cuenta que el caballero para el que había aceptado trabajar no era otro que el mismísimo Diablo, y que esa puerta era la puerta al Infierno. Aterrorizada, la muchacha cerró la puerta de un portazo, pero la rosa que el Diablo le había puesto en el pelo ya se había chamuscado. Cuando el Diablo volvió y vio la rosa chamuscada, se dio cuenta de que la muchacha le había desobedecido, así que abrió la puerta del Infierno y la arrojo dentro.
Al día siguiente el Diablo se presenta en casa de la lavandera y la pregunta si su hija mediana no puede ir también a su palacio a servirla, ya que una hermana sola no basta para hacer todas las tareas. La hermana mediana acepta y se va con el Diablo. Cuando llegan, el Diablo la enseña las estancias, le da las llaves y la prohíbe entrar en el cuarto prohibido. La hija mediana muestra un completo desinterés por abrir la puerta de la habitación prohibida, pero aún así el Diablo entra sigilosamente por la noche en su habitación y mientras duerme la pone sin que se de cuenta un clavel en los cabellos. A la mañana siguiente la hermana mediana, en cuanto se queda sola, a pesar de n haber mostrado interés alguno en saber que había en la habitación, abre la puerta y ve a su hermana entre las almas de los condenados, pidiendo que la salve. Cuando vuelve el Diablo y el clavel chamuscado, coge a la muchacha y la arroja a las llamas del infierno.
El Diablo regresa a la casa de la lavandera y le dice que con dos muchachas no cubren todas las tareas, que tendrá que llevarse también a la hija menor de la lavandera, que se llama Lucía y es la más astuta de las tres. Al llegar al palacio el Diablo hace con Lucía lo mismo que con sus dos hermanas mayores: le enseña el palacio, le entrega las llaves y por la noche le pone un jazmín en el pelo mientras duerme. Pero Lucía, al levantarse por la mañana y mirarse en el espejo para peinarse, se fija en el jazmín que tiene, que no recuerda tener ayer, y lo pone en un jarrón. Cuando el Diablo se marcha, Lucía abre la puerta y ve a sus dos hermanas en el Infierno, pidiendo ayuda. Lucía cierra la puerta y comienza a idear un plan para salvar a sus hermanas. Al volver el Diablo, Lucía se ha vuelto a poner el jazmín en el pelo y actúa como si nada hubiera pasado. El Diablo cometa que el jazmín aún está fresco, a lo que la muchacha responde preguntado quién se pondría flores secas en el pelo. El Diablo encuentra agradable la respuesta, y así Lucía le convence de que ella no ha abierto el cuarto prohibido.
El Diablo le pregunta a Lucía si es feliz en su palacio, y ella pone en marcha su plan, diciendo que sí, salvo por un detalle. El Diablo le pregunta cuál, y ella le dice que le gustaría tener noticias de su madre, ya que la última vez que la vio no tenía muy buen aspecto. El Diablo se ofrece a ir a verla, y Lucía le entrega un saco lleno de ropa sucia, en la que va escondida su hermana mayor, diciendo que es para que su madre la lavé. El Diablo carga el saco de ropa a casa de la lavandera, pero pesa tanto que el Diablo se pregunta que ha podido haber metido para que sea tan pesado. Pero en cuanto intenta abrirla para echar un vistazo, la hermana mayor de Lucía se pone a gritar “¡Te veo!”, imitando la voz de su hermana. El Diablo, creyendo que Lucía aún le ve, no abre le saco y lo lleva a casa de la lavandera. De la misma forma Lucía manda a su hermana mediana a casa de su madre, hasta que Lucía es la única que aún está en el palacio del Diablo. Para escapar de allí, Lucía vuelve a pedirle al Diablo que vaya a ver a su madre para traerle noticias de ella. Durante la noche hace una muñeca de su tamaño, que mete en la cama, y ella se mete dentro del saco. A la mañana siguiente el Diablo coge el saco, se despide de la muñeca que yace en la cama creyendo que es Lucía, que esta enferma, y va a casa de la lavandera, pero a medio camino se detiene para husmear en el saco y así averiguar que le mete Lucía a los sacos para que pesen tanto. En cuánto nota que el Diablo quiere abrir el saco, ella comienza a gritar “¡Te veo!”, y el Diablo, que cree que Lucía esta en el palacio y que le puede ver desde lejos, se asusta y no abre la bolsa. Y de esta forma Lucía regresa a casa de su madre. Con el dinero que las tres hermanas se llevaron del palacio del Diablo ponen fin a sus problemas económicos, y para que el Diablo no vuelva clavan una cruz en el umbral.
Citas[]
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Adaptaciones[]
Álbumes ilustrados[]
- El conde Nariz de Plata, con ilustraciones de Omar Rayyar, publicado en 1996.
Ver también[]
- Barba Azul, cuento del autor francés Charles Perrault.
- El pájaro emplumado, cuento popular alemán recopilado por los hermanos Grimm.
- El cerdo, cuento popular danés recopilado por Svend Grundtvig.