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El ático del abuelo

El ático del abuelo

Bienvenidos a la inquietante esfera de “El Ático del Abuelo”, una novela que redefine el género de terror y suspenso con una maestría reminiscente de los clásicos de los años 80. Marcos Orowitz, con su pluma afilada y su visión única, nos invita a explorar las profundidades de la psique humana a través de una narrativa que es tan perturbadora como fascinante.

Un Secreto Oscuro

En las páginas de esta obra, nos adentramos en la vida de un anciano jubilado en un apacible pueblo de Oklahoma. Detrás de su apariencia benigna y sus hábitos cotidianos, se esconde un secreto que aguarda en las sombras de su ático. Una conducta extraña al alimentar sus plantas en el jardín con restos que no pertenecen a este mundo, presagia una verdad aterradora que su familia está a punto de descubrir.

La tensión se intensifica cuando un nieto inocente se convierte en el objetivo de una criatura abominable, alimentada por los cadáveres de los habitantes del pueblo. Lo que sigue es una espiral de terror que desafía nuestra comprensión de la moralidad y la naturaleza humana.

“El Ático del Abuelo” no es solo una historia de miedo; es un desafío a confrontar aquellos demonios internos que todos ocultamos. Prepárate para ser testigo de la furia, el odio y el deseo de muerte que, aunque negamos, residen en cada uno de nosotros.

Te invitamos a sumergirte en esta novela, pero te advertimos: tu percepción de lo que significa ser un ser humano común podría no ser la misma después de cerrar el libro. ¿Te atreves a leerla?

Cortesía: Editorial vibras digital

            Archivo: EPUB

Capítulo 3: El Límite Prohibido

Lucas se adentró en el jardín, donde las plantas crecían como guerreros desafiantes, cada una exhibiendo vibrantes colores. Pero había algo extraño en aquel lugar. Entre las flores carmesí y moradas, algunas se marchitaban, mostrando su descomposición en medio de la vitalidad. El aire estaba impregnado de un aroma dulzón, pero también era grotesco; un olor a putrefacción que lo hizo fruncir el ceño.

Earl, su abuelo, se movía ágilmente entre las hileras de vegetación, sus manos arrugadas y callosas eran como herramientas, manipulando la tierra de manera casi ritual. Lucas lo observaba desde la distancia, incapaz de apartar la mirada. A veces, su abuelo hablaba con las plantas, como si pudieran comprenderlo. “Viejo loco”, pensaba el niño, repitiendo lo que su padre solía decir en casa. "Ese viejo está más loco que una cabra”, decía su padre, prohibiendo que Lucas visitara a su abuelo. “Un día perderá la razón y voy a tener que ponerlo en su lugar con mi escopeta… ¡claro que sí!”

—No te acerques a esas —advirtió Earl, levantando un manojo de hojas marchitas. —Son peligrosas. “Maldito ñoño de ciudad”, murmuró para sí mismo. No le gustaba que su nieto fuera criado como los niños de las nuevas generaciones. Siempre reprendía a su hija: —¿Por qué el niño se comporta como un tonto?

Lucas asintió, aunque no entendía por qué su abuelo era tan posesivo con el jardín y sus secretos. Los guantes de goma de Earl, oscuros y manchados de tierra, le daban un aire de autoridad misteriosa. Había algo oscuro en la forma en que cuidaba el jardín, como si alimentara algo más que plantas.

El niño, aventurándose un poco más, encontró un objeto enterrado en el suelo. Se agachó y desenterró un viejo juguete roto, cubierto de barro y moho. Una risa resonó en su interior, pero pronto un escalofrío le recorrió la espalda. ¿De quién sería? Esa pregunta lo obsesionaba. Miró a su abuelo, que se movía con una determinación inquietante, evitando la zona donde Lucas había encontrado el juguete y lanzándole miradas furtivas.

—¿De quién es esto? —preguntó, levantando el trozo de plástico quebrado.

—No lo toques —respondió Earl con una frialdad que heló la risa de Lucas. Su abuelo estaba muy serio, sus ojos fijos en el juguete, como si al mirarlo captara algo más allá de su apariencia. Era como si el objeto despertara recuerdos oscuros que preferiría olvidar.

Lucas sintió una presión en el pecho; la curiosidad y el miedo eran sus aliados en ese momento. Almohadas y espinas de preocupación emergían en su mente mientras rasguños resonaban en su conciencia. Algo no encajaba, pero no sabía qué era. Por un instante, el jardín dejó de ser un lugar de juego y se transformó en una trampa.

—No debes tocar cosas que no entiendes —insistió Earl con voz profunda y firme. —Aquí hay historias que no puedes comprender.

Las palabras de su abuelo resonaron en el aire, llenas de advertencias ocultas. Lucas dejó caer el juguete, ensuciándose las manos en el barro, y vio cómo su abuelo se dirigía hacia una sección oscura del jardín, donde las plantas crecían de manera salvaje y descontrolada. Algo en todo lo que hacía Earl atraía a Lucas, aunque también lo intimidaba.

—¡Hey! —gritó el niño—, ¿adónde vas?

—A cuidar las plantas —respondió Earl sin volverse…mascullando un enojo incoherente.

Los movimientos de su abuelo se volvieron confusos y sombríos a medida que se alejaba, invocando una sensación de desasosiego en Lucas. Era como si el jardín estuviera vivo de una forma grotesca, con raíces que se hundían en secretos que debían permanecer ocultos.

Luchando contra la tentación y la inquietud, decidió seguir a su abuelo, caminando con cuidado entre las plantas. Una mirada a los ojos de Earl le reveló un fuego que nunca había visto antes, una intensidad que lo mantenía atrapado en aquel mundo. Algo oscuro y maligno flotaba entre las hileras de vegetación, y el niño sintió que estaba a punto de descubrirlo.

Lucas apretó los dientes mientras seguía a su abuelo, atravesando la maleza del jardín. Earl avanzaba con paso decidido, completamente absorto en su trabajo. Las plantas parecían vibrar, como si respondieran a su presencia. Lleno de curiosidad y un toque de inquietud, Lucas no podía evitar pensar que había algo más en todo eso, algo oscuro y peligroso.

Un estruendo resonó tras ellos. Lucas se detuvo en seco; el sonido provenía del lado opuesto del jardín. Era como si algo hubiera caído, o alguien. Su corazón latió rápidamente mientras se volvía hacia Earl.

—Abuelo, ¿oíste eso? —preguntó, intentando ocultar el temblor en su voz.

Earl se giró abruptamente, su expresión endurecida, como si una luz brillante nublara sus pensamientos.

—No te preocupes por eso —dijo, regresando a su tarea, aunque su tono no ofrecía la misma calma.

Impulsado por una curiosidad incontrolable, Lucas decidió que tenía que investigar. Sabía que su abuelo no lo dejaría, así que aprovechó un momento de distracción. Corrió hacia el lugar de donde había provenido el estruendo.

El ruido se intensificó a medida que se acercaba, como algo que se arrastraba y se retorcía, rasgando la tierra bajo su peso. Lucas se agachó detrás de un arbusto espeso y miró atentamente. Allí, entre las sombras de las ramas, vislumbró una forma grotesca: un animal, o algo que parecía un animal, se movía frenéticamente, como si luchara por liberarse de una trampa.

Era un conejo, o al menos eso parecía, aunque su pelaje era más oscuro, casi carcomido, y sus ojos estaban inyectados en sangre. Un escalofrío recorrió la espalda de Lucas. Nunca había visto nada igual. Con un salto, el conejo se retorció y comenzó a arrastrarse hacia la zona del jardín que Earl había marcado como prohibida.

—¡No! —gritó Lucas, incapaz de contenerse. El miedo y la compasión se mezclaban en su voz.

El animal se detuvo y levantó la mirada, y Lucas sintió que su corazón se encogía. Pero algo en sus ojos no era normal. Había una inteligencia macabra, un instinto primal que le advertía que se alejara. Fue entonces cuando escuchó el sonido de pasos apresurados detrás de él.

Earl apareció en un instante, su rostro transpirando tensión.

—¡Vuelve, Lucas! —ordenó, extendiendo su mano. Sus ojos estaban fijos en el conejo en lugar de su nieto.

Antes de que Lucas pudiera reaccionar, Earl se lanzó hacia el animal con una rapidez inesperada, atrapándolo con una mano. El conejo chilló, un grito desgarrador que resonó por el jardín. En un movimiento, Earl lo levantó, y Lucas sintió una oleada de pánico.

—¡Suéltalo! —gritó Lucas, pero su voz se ahogó en la tensión del momento.

Earl lo ignoró, su mirada oscura fija en el pequeño animal que se debatía entre sus manos. Lucas sintió que el mundo alrededor se cerraba mientras su abuelo se inclinaba hacia el conejo, utilizando una voz que no podía entender. Era un murmullo profundo, una serie de palabras que no parecían del todo humanas.

Con un giro violento, Earl sacó un cuchillo que había escondido en su cinturón, el destello de la hoja reflejándose perversamente en la luz tenue. Lucas retrocedió, sus pies tropezando contra las raíces expuestas de una planta, y casi cae.

—No, por favor, no lo hagas —imploró Lucas, su voz quebrándose, su piel fría al presenciar la brutalidad que se avecinaba.

Earl hizo un pequeño gesto. El conejo se sacudió con aún más fuerza, su grito resonando en el aire como un llamado desgarrador. En un instante, Lucas desesperó por salvar al animal, y sin pensar, se lanzó hacia su abuelo. Le agarró la muñeca con toda su fuerza, logrando que el cuchillo hiciera un giro peligroso, casi cayendo al suelo.

—¡Suelta! —gritó, temblando, sintiendo que un pozo profundo de terror se abría a su alrededor.

La mirada de Earl se tornó feroz, y Lucas pudo ver por primera vez el verdadero rostro de su abuelo, un entrelazado de locura y furia. Pero, en el fondo de esa tormenta, hubo un destello de reconocimiento. Earl lo soltó, una expresión de sorpresa cruzó su rostro.

—¿Qué estás haciendo, Lucas? —preguntó, la ira en su voz quedando ahogada por un matiz de confusión.

El conejo, aprovechando la distracción, se liberó de un movimiento y salió disparado hacia el rincón más oscuro del jardín. Lucas sintió un poco de alivio, pero no podía ignorar la intensidad de la mirada de Earl.

Sin duda, hubo algo extraído de aquel momento, algo que desgarró la relación entre abuelo y nieto. Lucas se apartó, respirando con dificultad, el miedo nublando su mente. Nunca había visto a su abuelo así, una figura que había considerado simplemente extraña, ahora se convertía en un ser que representaba un peligro latente.

—Lucas… —dijo Earl, su voz temblando un poco, como si las palabras lucharan por salir.

El niño dio un paso atrás, combatiendo el instinto de correr. Necesitaba respuestas, pero el aura de su abuelo ahora lo llenaba de una tristeza abrumadora. Lo que había visto en el jardín ya no era simplemente extraño; era un abismo oscuro cuyos secretos parecían desbordarse sin control.

Lucas dio un giro y comenzó a correr, atravesando el jardín mientras el eco de su corazón resonaba en sus oídos. Lo que había descubierto necesitaba, de alguna forma, ser resuelto, y en su interior había la creciente certeza de que el ático albergaba la clave.

Lucas continuó corriendo, sus pies apenas tocando el suelo mientras atravesaba el jardín. Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos como tambores, y cada sombra parecía cobrar vida a su alrededor. Al llegar al borde del jardín, giró y miró hacia la casa. El ático… estaba seguro de que el ático albergaba respuestas.

Subió las escaleras de la casa, cada paso crujía bajo su peso. Abrió la puerta del ático, una ráfaga de aire frío lo golpeó, oliendo a polvo y abandono. El ático estaba lleno de cajas viejas, muebles cubiertos con sábanas blancas, y una sola ventana estrecha que dejaba pasar un rayo de luz pálida.

Con manos temblorosas, Lucas empezó a buscar entre las cajas. Encontró fotos antiguas de su familia, recuerdos de tiempos pasados, pero nada que pudiera explicar lo que había visto en el jardín. Justo cuando estaba a punto de darse por vencido, vio algo brillar entre las sombras. Se acercó y descubrió una caja de metal oculta bajo un montón de trapos viejos.

La abrió con cuidado, sus manos temblaban con anticipación. Dentro, encontró un diario de cuero viejo, sus páginas amarillas y frágiles al tacto. El diario pertenecía a su abuelo. Lucas se sentó en el suelo polvoriento y empezó a leer, sus ojos se movían rápidamente por las palabras escritas a mano.

El diario hablaba de secretos oscuros, de rituales antiguos y plantas que no eran solo plantas. Earl había estado estudiando algo durante años, algo que requería sacrificios. Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda al leer sobre experimentos que involucraban animales y… personas.

De repente, escuchó un crujido detrás de él. Se giró rápidamente y vio la figura de su abuelo en la entrada del ático, su sombra alargándose ominosamente en el suelo.

—Lucas… —dijo Earl, su voz baja y amenazante—. ¿Qué crees que estás haciendo?

Lucas se levantó de un salto, aferrando el diario contra su pecho.

—Lo he leído —dijo, su voz temblando—. Sé lo que has estado haciendo. ¿Por qué, abuelo? ¿Qué es todo esto?

Earl avanzó lentamente, sus ojos brillaban con una mezcla de furia y desesperación.

—Hay cosas que no puedes entender, Lucas —dijo, extendiendo una mano hacia él—. Cosas que deben permanecer ocultas. Pero ahora, ya sabes demasiado.

Lucas retrocedió, su corazón latía con fuerza. Sabía que tenía que salir de allí, pero las escaleras estaban bloqueadas por la figura amenazante de su abuelo. Sin pensarlo, lanzó el diario hacia Earl y se dirigió a la ventana estrecha. Empujó con todas sus fuerzas, rompiendo el cristal con un golpe. Sin detenerse a pensar, se deslizó por la abertura, cortándose las manos en el proceso.

Cayó al suelo del jardín, el dolor recorrió su cuerpo, pero se levantó de inmediato, corriendo hacia la calle. No miró atrás mientras corría, con la determinación de encontrar ayuda y descubrir la verdad sobre los oscuros secretos de su abuelo.

Mientras se alejaba, escuchó la voz de Earl resonando en la noche.

—¡Lucas! ¡Regresa! No puedes escapar de esto…

Pero Lucas no se detuvo. Sabía que había algo más grande en juego, algo que requería que fuera valiente. Y aunque el miedo seguía latente en su corazón, también había una chispa de esperanza. Sabía que tenía que enfrentarse a los secretos del…” Si la introducción fue de tu agrado solicita un ejemplar”

Capítulos

  1. El Jardín Inquietante
  2. Secretos Ocultos
  3. El Límite Prohibido
  4. La Revelación
  5. Enfrentamiento
  6. El Misterio del Ático
  7. Raíces del Pasado
  8. Descubrimientos Inesperados
  9. ¡Voy a matarte, viejo loco!
  10. La carta de Earl

“El Ático del Abuelo” fue publicada en una versíon totalmente renovada el 25 de abril del 2024 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio. La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”

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