Malditas islas de Mierda

Muchos de vosotros habréis oído hablar de esta breve guerra en la que un pequeño país de Sudamérica se jactaba de invadir tierras inglesas con armas arcaicas y chavales armados que daban realmente lastima por su juventud, su inexperiencia y sobre todo por su coraje al defender su patria. Enfrentarse a una potencia mundial fue una estrategia del gobierno militar argentino para encubrir todos sus crímenes de lesa humanidad y continuar en el poder. Luego, el pueblo argentino tuvo que soportar a los gobiernos socialistas que inculcaban a los experimentos sociales de esta época el reclamo de estas tierras. Como si el patriotismo fuera una misión de paz para estas ratas asquerosas alineadas con la basura política, que nunca les interesó más que llenarse los bolsillos de pasta.
Me pregunto: ¿qué habrían hecho con ellas, señores políticos? ¿Se habrían convertido en zonas de barriadas miserables llenas de delincuencia, violencia y pobreza extrema? ¿Habrían generado un ambiente tóxico donde la desesperación llevara a la adicción y a la miseria, con chavales de diez años viviendo en las calles sin futuro? ¿Habrían mantenido a la población en un ciclo de dependencia de los planes sociales, alimentando un sistema político corrupto que busca perpetuarse en el poder como faraones? ¿Es realmente eso lo que deseaban para esas tierras? ¿Un maldito parque temático lleno de cadáveres y zombis?
Querido lector, en esta ocasión te presento esta obra con doce historias sangrientas que cuestionarán drásticamente tu forma de pensar y tal vez te hagan entender quién es el verdadero jefe. Y no estoy hablando precisamente de Inglaterra, que en esa pequeña incursión ganó rápidamente. Hablo de aquella sombra que se oculta detrás de los gobiernos, ese factor negativo que solo los despiertos podrán descubrir. A ti, como miserable rata de alcantarilla, te toca continuar siendo un ciudadano solvente y adiestrado en las aulas oscuras del sistema. Perderás la conciencia, degustando el manjar de los ingenuos, intentando llenar ese vacío inexistente de tu ser, junto a esa falsa necesidad constante de dispersión, enviando lentamente señales de muerte a tu cerebro conectado en línea con los ojos pegados a la pantalla del móvil, esperando que los programadores de este juego aceleren la vida y tus capacidades sean mermadas por la inteligencia artificial...A ti, maldito cobarde, te digo: no leas este libro.
BLQ España Gracias por la oportunidad y éxito con el libro

Solicitando esta obra EDTV te regala una novela de terror psicológico y urbano Reunión de consorcio
Nadie en esa maldita reunión imaginaba lo que iba a suceder, ni siquiera el tipo que salió por esa puerta con unos cuantos niños, Al parecer, la vida les dio una segunda oportunidad para alejarse del lugar antes de que el infierno comenzara a arder y arrastrara consigo a una gran cantidad de personajes irritantes, banales y sencillamente distorsionados. Se lo tenían merecido, ¿no crees?
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Cortesía del texto: EDTV
Relato numero 8: La Trinchera de los olvidados
Paginas: 157 y posteriores
Los políticos, tan vulgares y mentirosos, avivan en los pueblos la llama del nacionalismo para sembrar odio, armarlos y hacerles defender una patria que solo los conoce como un producto con fecha de caducidad. Sin embargo, Estos productos que se consideraban ciudadanos a menudo se mostraban sumisos y cobardes, aceptando esa premisa por miedo a las leyes y a otras emociones que los dominan. Pero si te tomas un momento para reflexionar, te darás cuenta de que la unión hace la fuerza, y que 190,000 hombres y mujeres armados de todas las fuerzas del país en la argentina de esa época no podían jamás aplastar el espíritu ardiente de 25 millones de personas, sin embargo lo hicieron “Este es un llamado a la reflexión y al conocimiento.”
El maldito frío se colaba por la colina como una sombra helada, envolviendo toda la isla en un abrazo mortal. Mi vieja chaqueta de combate remendada apenas aguantaba para proteger el FAL de la lluvia torrencial que casi nos liquidó a todos. Ahí estaba yo, arrodillado en un gran pozo que el teniente había bautizado como "Gauchito 2" para que pudiéramos mantener comunicación con la base central. Ese agujero improvisado era nuestra cueva, donde nos amontonábamos los 12 soldados, sobre un suelo empapado y lleno de lodo. Era un infierno: Los piojos y las ratas, sintiendo que habíamos invadido su territorio, nos declararon la guerra, transformándonos en su enemigo en una batalla que no estábamos preparados para librar.
Varios de mis compañeros ya habían caído, algunos mutilados por el congelamiento, otros muertos por cólera. Juro que usamos nuestros cascos como baldes para sacar el agua de ese maldito pozo, al que los veteranos insistían en llamar "trinchera".
Eran aproximadamente las dos de la mañana, y los estruendos de morteros y las ráfagas de las ametralladoras rompían abruptamente el silencio de la noche, mientras la aviación inglesa, con sus flamantes Sea Harrier, rodeaba la isla con destreza. Anselmo y Claudio fueron los escogidos entre los hombres del pelotón para remontar una escalada y ganar algo de terreno. Esa muestra de valentía nos llevaría a ampliar la señal de radio que hasta ese momento se mantenía reproduciendo sonidos estáticos sin respuesta alguna de la base, estábamos totalmente incomunicados y desprovisto de absolutamente todo lo que puedes necesitar para defender tu tierra.
La decepción y el escepticismo ganaba terreno en ese pozo cenagoso en el que estábamos hundidos. ya que minutos antes habíamos sido atacados por una lluvia de proyectiles de mortero que casi nos borra de la faz de la tierra, nuestro oficial al mando, estaba herido y conmocionado también, eso no era buena señal, pues el desánimo comenzó a calar hondo en nuestro espíritu nacionalista al punto de resolver que dos soldados debían desplazarse entre la maleza con el equipo de radio para lograr un contacto con la base aérea.
Anselmo se volvió hacia Claudio y le dijo con la voz titubeante de frio y con miedo en sus ojos: "¿Crees que saldremos vivos de esta, Claudio?"
Claudio le respondió con una mirada firme y una sonrisa forzada: "No lo sé, Pero debemos seguir luchando, por la patria, por nosotros y por los que dejamos atrás."
Cuando ambos comenzaron a arrastrarse por el terreno, con sus fusiles viejos en las manos, y el equipo de radio atada a la espalda, pude observar, y creo que fui el único en divisarlo claramente, cómo el cielo se iluminó trazando de luz la zona donde nos encontrábamos y de repente una ráfaga de munición gruesa acabó con sus cortas vidas. Mis manos temblaron dejando caer el fusil en el fango, luego de que un pedazo de sus cuerpos impactara sobre mi pecho.
Estaba realmente horrorizado, mientras el sudor frío se mezclaba con la lluvia en mi rostro. Comencé a despertar lentamente de ese sueño patriótico del que jamás nadie recordará en su puta vida, mi corazón latía más fuerte anunciando una tragedia devastadora que acabaría con todos nosotros. En ese preciso momento, un miedo desolador me invadió y fue tan grande que casi me entrego al silencio, esperando que la muerte llegara por mí.
Pero créanme que antes de ser atrapado por estos hijos de puta, voy a colocar una granada sin espoleta en mi pecho para abandonar la matrix ardiendo en llamas y en medio de esa explosión el maldito cielo se abra para recibirme como un héroe.
Recordé la primera vez que hice contacto con ellos, como si regresara al momento exacto en que Claudio contaba una pequeña porción de su vida en la ciudad de Mendoza. El orgullo que lo invadió cuando, junto a su primo, tomó la decisión de enlistarse para defender la patria. El saludo varonil de su padre contagiaba su espíritu nacionalista, inyectándole fuerzas y energía para abandonar al pequeño mendocino de 18 años en la ciudad de Las Heras y atravesar por primera vez el cielo argentino como un héroe convertido en soldado.
Anselmo, en cambio, fue más emotivo. Desde que vi a ese pequeño jujeño por primera vez, noté que detrás de su uniforme remendado y viejo se encontraba un joven de familia muy humilde. Su mirada era diferente a la del resto de los soldados que crucé en las largas filas. Esa mirada rara, con los ojos constantemente llenos de tristeza que intentaba ocultar con chistes hacia los soldados porteños. Pude ver más allá de su mirada y comprendí que, si salía con vida de esta horrorosa guerra, le esperaba una gran familia y un futuro victorioso.
Pero eso no sucedió. Esa madrugada, el recuerdo del abrazo agonizante de su madre despidiéndose desde la ciudad de San Salvador, con una vianda de locro para el viaje, logró robarle un par de lágrimas, “esto es para no olvidarse de su pueblo de sus raíces mijo” —¡Claro que no mamá! —contestó el rápidamente —. Pero todos esos recuerdos quedaron atrapados en el punto de inflexión de su conciencia. Esa misma conciencia que no morirá jamás...
El olor a pólvora y tierra mojada impregnaba el aire, mientras los estruendos de los morteros retumbaban en la distancia. Cada paso sobre el terreno fangoso era un recordatorio de nuestra vulnerabilidad.
El silbido de las balas a mi alrededor es constante, y cada explosión me recuerda lo frágil que es la vida en medio del caos. En ocasiones, cierro los ojos y trato de recordar momentos de paz, los días tranquilos en los que la guerra solo era un relato más en los libros de historia. Me aferro a esos recuerdos como si fueran un ancla en medio de una tormenta.
Mis compañeros, muchos de ellos tan jóvenes como yo, luchan por mantener la esperanza. Compartimos historias, risas forzadas y sueños de un futuro mejor, aunque en el fondo todos sabemos que nuestras probabilidades de sobrevivir son escasas. La camaradería es lo único que nos mantiene en pie, un vínculo invisible que nos une en esta pesadilla.
Pero, a pesar de todo, me niego a rendirme. Me niego a dejar que esta guerra me robe la humanidad que aún me queda. Si hay una mínima posibilidad de regresar a casa, de volver a ver a mi familia, a mis amigos, y recuperar la vida que me fue arrebatada, lucharé con todas mis fuerzas para alcanzarla.
Y así, cada día que pasa, sigo adelante, aferrándome a la esperanza como si fuera mi única salvación. Porque en medio de la oscuridad, aún creo en la posibilidad de un nuevo amanecer.
Al regresar a la realidad en ese maldito pozo, pude observar cómo el miedo se había apoderado de todos a mi alrededor. Decidí que no podíamos quedarnos allí más tiempo. Sabía que esa trinchera había sido detectada por los ingleses y que, de continuar allí, seríamos sorprendidos por un Harrier que pondría fin a nuestras vidas.
—Oigan, Juan, Fito, Pablo, ¡vamos, salgamos de este maldito lugar! —grité energéticamente, intentando despabilarlos. Sabía que tenían hambre y sed, que sus fuerzas eran muy pocas, pero tampoco quería verlos morir allí.
—¿Estás loco? —contestó Juan—. ¡No voy a morir como esos dos, no señor! ¡Eso no sucederá conmigo!
—¿Eres estúpido? —contesté—. ¿No te das cuenta? ¡Ellos ya saben dónde estamos! Van a enviar un maldito Harrier por nosotros, debemos movilizarnos antes de que sea tarde.
Relájate de una vez— agregó pablo, mientras intentaba encender un cigarrillo mojado.
Entonces nadie parecía reaccionar. El teniente Fernando Moreno, de la compañía de infantería del Colegio Militar de la Nación, tenía sus manos manchadas de sangre y barro cubriendo su rostro. Un proyectil de gran calibre había logrado perforarle la pierna derecha, justo detrás de la rodilla y a pesar de tener un torniquete el tipo se estaba desangrando lentamente, lo podía ver en su rostro, la mezcla del frio y la escarcha de hielo comiéndose su nariz sin que este lo percibiera.
—¡Oiga teniente! ¿Me escucha...? ¡Oiga! —al no recibir respuesta de su parte, arrojé un pedazo de piedra en su casco, despertándolo de su somnolencia levantó su rostro y me dijo enfurecido.
—¿Qué quieres, maldito bastardo? Mejor cierra la boca y espera aquí, alguien responderá la radio, lo sé... claro que sí... siempre lo hacen... —repitió con dificultad para hablar, sus palabras entrecortadas casi con tartamudeo, hizo que me asustara y que revelara ante mí, el próximo de los sucesos en aquel pozo “nuestra propia tumbas”.
—Pues lamento desobedecer su orden mi teniente, pero yo me largo de aquí y eso sucederá ahora, en este preciso momento, no voy a morir en un maldito pozo solo porque quien está a cargo de este pelotón fue contagiado por el espíritu de la derrota y muerte; “si muero” voy a hacerlo luchando por mi vida”.
Sin pensarlo dos veces, di un pequeño salto fuera de aquel pozo, me puse cuerpo a tierra y, sosteniendo el fusil con ambas manos, me arrastré en la frondosidad densa de aquella vegetación que se mostraba violenta. Por momentos me quedaba inmóvil al escuchar el impacto de un misil en la tierra, sintiendo cómo las vibraciones recorrieron mi cuerpo y el olor a pólvora llenaba el aire.
Luego de haberme arrastrado por lo menos unos cien metros, oí el zumbido de un motor atravesando el cielo sobre mí. Cuando la rasante nave terminó de pasar, el estruendo de un misil impactó la tierra, levantando mi cuerpo por el aire al menos unos diez centímetros. La explosión fue tan grande que la zona se iluminó con el fuego certero del impacto. Al voltear mi rostro y ver aquella llamarada, comprendí que la trinchera gauchito 2' había sido eliminada junto a todos sus ocupantes.
"Necesito hacer una breve incursión al pasado, una digresión obligada. Si el fuego enemigo me detecta antes de que encuentre un refugio para la noche, no entenderías cómo llegué a esta maldita isla. Todo sucedió tan rápido en mi país... tantos detalles se agolpan en mi mente ahora, en este frente de batalla.
Estoy hablando de mi vida antes de ser enviado aquí, una decisión impuesta por mi padre. Él era un ferviente defensor del gobierno, a pesar de su naturaleza sangrienta y asesina, y creía ciegamente en sus decisiones políticas y militares. Con el tiempo, entendí que su apoyo ocultaba secretos oscuros. No fue a través de esas largas charlas nocturnas con soldados, bien versados en política —información a la que la ciudadanía común no tenía acceso— que llegué a esta conclusión. Muchos parecían intuir estos secretos y cambiaban la conversación para no meterse en problemas.
Si hubiera sabido antes que en el silencio desolador de la conciencia se pueden discernir los eventos futuros, me habría resistido con uñas y dientes a la orden de enlistarme en esta travesía hacia la muerte. Pero la imponente figura nacionalista de mi padre aplastó mis sueños y mi juventud. Ahora lo entiendo, amigos míos. Ahora veo tantas cosas que entonces, por mi inexperiencia, no podía siquiera sospechar: las mentiras patrocinadas por un gobierno corrupto y desalmado que, para aferrarse al poder, envió a diez mil soldados a una isla que nunca nos perteneció realmente.
Una nación entera, sumergida en una campaña nacionalista que la cegaba ante un lago de desapariciones y muerte. Con esta acción, el gobierno buscaba reafirmar la esperanza y la unidad de un país destrozado por sus políticas criminales, que asesinaron a miles de ciudadanos por disentir.
Pero, como bien sabes, mi querido amigo, mi país tiene dos características puntuales que lo definen, y temo que a muchos no les guste oírlo, pero alguien debe decirlo: Primero, somos un país corrupto, delincuente y cobarde, incapaz de unirnos para erradicar la crueldad perpetrada por nuestros políticos. Segundo, somos individualistas, indiferentes al dolor ajeno. Solo buscamos reconocimiento y bienestar propio, sin pensar en el prójimo. ¡Pero ay de quien ose mancillar nuestra bandera cuando ganamos una copa mundial! ¡Qué básicos somos!
En ese instante efímero, las diferencias se desvanecen. Respiramos aliviados, sabiendo que esa sensación fugaz no significará nada en una semana. Todo volverá a ser una mierda. Los políticos lo saben, y se aprovechan de ello. Antes de que la masa de fanáticos despierte de su sueño urbano de esperanza y gloria, donde endiosan a unos tipos corriendo detrás de un balón y los convierten en millonarios, ellos tendrán a disposición una batería de sedantes de alta gama para mantenernos como zombis; ¿Aun no te has dado cuenta? Todo esto es un maldito juego.
Pero, ¿qué demonios estoy diciendo? Se supone que estoy relatando un hecho verídico, basado en mi propia experiencia. Una experiencia que me convirtió no solo en una leyenda de terror, sino también en una sombra en la oscuridad de esa isla, frente al cementerio de 649 soldados argentinos, donde vaga el espíritu mortecino de aquellos que defendieron su patria sin conocer el verdadero propósito de esta maldita incursión a la muerte. Y yo... yo soy uno de ellos, pero también soy algo más. Soy el que regresó para contar la verdad."
Después de presenciar la pulverización de la trinchera gauchito 2 bajo el implacable fuego enemigo, me pegué a la frondosidad y la maleza húmeda del terreno, cubierto por una espesa capa de aguanieve. Inmóvil como una piedra y sometido a un frío sepulcral, agudicé mis oídos y, a lo lejos, percibí voces. Eran voces de una extensa caravana de hombres, dispersándose en múltiples direcciones. Una vez más, el miedo me atenazó, un miedo tan intenso que anuló el dolor y las punzadas del hambre y la sed, haciéndolos desaparecer como por arte de magia.
No quería morir. Ansiaba regresar a casa. Sabía, con certeza escalofriante, que si ese pelotón me encontraba, me exterminarían como a una rata. Eso era lo que nuestros superiores nos inculcaban: “Señores, ¡mejor morir en combate con el culo sano, que ser la puta de un Gurkha del imperio británico!”. Los Gurkhas... esos soldados nepalíes que llevan más de dos siglos sirviendo en el ejército británico, famosos por su valentía, su destreza en combate y su lealtad inquebrantable.
Fue entonces cuando el estrés, el hambre, la sed y el miedo se apoderaron de mi juicio. Como si fuera un extraño, me vi secuestrado por una realidad virtual que me transportó a un pasado donde, a pesar de vivir bajo el yugo de un gobierno criminal, era feliz. Feliz con mi familia, con mis amigos, con mi ciudad, con mi música y, sobre todo, con mis sueños.
Soñar, en los años 80, era casi una obligación para mí. Y yo lo hacía a menudo..."
Mi sueño siempre fue terminar la universidad, recibirme de contador y escapar rápidamente de este país hacia Italia. Bueno, en realidad nunca estuve seguro de que fuera Italia; mi madre insistía en Estados Unidos. Ella siempre decía que era el país de los sueños y las oportunidades. Recordaba a su primo, que viajó en los setenta a Miami después de recibirse de tornero en una escuela industrial, y en menos de tres meses ya había enviado por su esposa y sus hijos.
"¡Oh, mamá, extraño esas anécdotas!" Siempre había una gran historia detrás de cada protagonista, y un gran protagonista detrás de cada gran historia.
Mi madre era la razón por la cual un joven de dieciocho años, atrapado en una zona virtual de su propia mente, desearía volver a casa. Más allá de la imponente figura de mi padre, quien infundía respeto y seguridad, siempre elegiría mil veces la figura de mi madre.
Y creo que, si tuviera la oportunidad de retornar a esa misma vida, la elegiría una y otra vez. ¡Claro que sí! Aún me faltaban muchas cosas por experimentar. Dejé muchas cosas incompletas, que vagaban en mis deseos cuando estaba en esa casa, en esa vida. Aromas, sabores, sentidos... Me faltó, sin duda, caminar por la playa al amanecer, tumbarme boca arriba y dejar que las gotas de lluvia se deslizaran por mi rostro. No sé qué se siente al compartir mi cuerpo con una mujer; no lo sé. En aquella época, todo era más reservado, y mi padre no era necesariamente la persona indicada para revelarme ese maravilloso acto de sensaciones humanas, que, sin duda, debes experimentar antes de dejar esta tierra.
No sé qué significa estar enamorado, besar una boca y experimentar esos sentimientos que preparan a los seres humanos para la verdadera vida. Hablo de experiencias que no adquirí; porque básicamente fui obligado a participar en esta maldita guerra. Fui engañado, ¿sabes? Engañado por mi padre, por los políticos inmundos y por mi propia patria. Y cuando hablo de ella, no puedo evitar desear haber nacido en otras tierras, bajo otro sol y bandera. Dicen que a un país lo hacen sus habitantes; pues el mío está lleno de cobardes y ladrones, y eso no me representa.
"Oye, lo siento... es que estoy enojado con todos, incluso conmigo mismo." Al igual que el resto de los muchachos sin experiencia que jamás regresarán a casa, intento suicidarme antes de que el enemigo, El frío, el hambre o la enfermedad acaben conmigo. El viento helado que rasga mi piel parece burlarse de mi desesperación, y las sombras de los caídos se presentan ante mí, recordándome lo efímera que es la vida.
A menudo los veo caminar como almas perdidas, errantes entre la neblina y el humo, buscando el camino de regreso a casa. ¡No puedo culparlos! Sé que muchos de ellos, al igual que yo, no habían cruzado la línea de los 18 años. Son jóvenes hogareños tratando de resolver su futuro entre los ideales universitarios, esquivando el contacto con la basura militar que se despliega en las calles de nuestro país, como grandes señores, como los dueños de la vida misma.
Veinticinco millones de cobardes doblegados por el poder de unos cientos de genocidas, que han arruinado el sueño y el futuro de miles de familias, todo gracias al miedo. Ese mismo miedo que lleva a las personas a aceptar cada una de las leyes que los políticos crean para los ciudadanos. Miedo, y más miedo, y más miedo.
¿Cómo fue que todo esto ocurrió? ¿Y cuál es el plan de Dios para nosotros? Digo... ¡si es que hay uno! Cada noche, bajo un cielo cubierto de nubes negras, me asalta la pregunta sobre si hay algún propósito en medio de tanto sufrimiento o si simplemente somos piezas en un juego cósmico, atrapados en un escenario que jamás lograremos comprender.
No quiero morir en esta guerra, mamá, ¿Dónde estás? "¡Ayúdame, por favor!" Anhelo regresar a casa, subirme a mi bicicleta, sentir el sol acariciando mi rostro mientras recorro la ciudad en busca de mis amigos. Imagino sus risas llenando las calles, y el cálido abrazo de la normalidad envolviéndome, alejándome de esta pesadilla interminable.
En cada explosión, en cada sombra que acecha, el miedo grita por responderme, pero yo solo quiero volver a sentir la alegría de ser un niño, libre y sin miedo, como si esta guerra nunca hubiera existido…"Si la introducción de este libro fue de tu agrado solicita un ejemplar"
Cuentos de la obra
- La Noche de los uniformes rotos
- La granada mojada y el fusil viejo
- El pucará de la muerte
- El Gurkha violador
- 11 de junio monte Longdon
- 74 días para morir
- La Trinchera de los olvidados
- El Soldado Fantasma
- Todas las lágrimas van al mar
- Mendigo y con una medalla al valor
- Nuestro país nunca nos reconoció
- Malditas Islas de mierda
──────────────────────────────────────────────────────────────────────────────────────“Falkland islands” fue publicada el 1 de Abril del 2025 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio de 236 paginas, La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”