No vayas a cerrar los ojos
Esta novela de terror te llevará a explorar la realidad de los zombis, desafiando las representaciones tradicionales que ofrece la cultura haitiana. En lugar de los oscuros rituales de resucitación, donde una entidad con forma de abejorro revolotea sobre un cadáver antes de introducirse por su boca, te presentaré una perspectiva diferente, respaldada por la ciencia.
¿Suena fantasioso, verdad? Pero déjame decirte que hasta el momento es la única verdad sostenible sobre este evento y no hay forma de discutirlo, ni siquiera con las interpretaciones superficiales de la industria cinematográfica de Hollywood que, a menudo, trivializa este tema en sus producciones comercialmente exitosas. Aquí, nos enfocaremos en un sinfín de posibilidades científicas que podrían alterar el comportamiento humano, llevándonos al límite y convirtiéndonos en bestias desesperadas por sobrevivir. Prepárate para un recorrido oscuro y provocador que desafiará tus percepciones.
Sin mas presentación, dejo a disposición, esta pequeña novela de terror de 246 paginas y como dice la tapa del libro "Ese cementerio huele a carne podrida y creo que estás invitado a cenar."
Intro Cortesia de: Gutyforever
Traducción : Ingles Americano a Español latino Global
Capitulo numero: 1 La aparición
Pagina: 5
"A veces me resulta difícil discernir cuánto de verdad y cuánto de ficción hay en esta novela que estoy a punto de narrarte. Lo haré de manera cruda, visceral y sin filtros, porque dentro de esta historia encontrarás la presencia de esos políticos inmundos que suelen aparecer en mis libros. Cada vez que uno de ellos hace acto de presencia en una de mis narrativas es imposible resistirse, grandes deseos de violencia comienzan a brotar desde mis entrañas, deseos de reunirlos uno por uno y empalarlos en la plaza mayor de la ciudad.
Sin embargo, esta vez me prometí que no lo haría, que sería un buen tipo. Me juré no dejarme arrastrar por el asco y el desprecio profundo que siento hacia ellos. Decidí centrarme en el relato de una persona que vivió una experiencia cercana a la muerte en una de las localidades más impunes y miserables del Gran Buenos Aires: la ciudad de San Fernando.
San Fernando, Es una localidad gobernada por el movimiento faraónico socialista, un circo político, corrupto y miserable que ha amordazado la evolución de la conciencia de los jóvenes, convirtiéndolos en una especie de zombis sin posibilidad de retorno a la vida. Pero aquí no hablaremos de ese tipo de zombis. Esta vez, lo haremos desde una historia de terror. A través de la medicina y la ciencia, te demostraré que hubo un momento en la historia de la humanidad en el que las personas se convirtieron en auténticos zombis, víctimas de la negligencia humana y el contagio."
Esa tarde comencé mi habitual ejercicio corriendo hacia el Parque del Bicentenario de la Independencia, ubicado en la localidad de San Fernando. Este parque destaca por su majestuosidad y amplitud, aunque se encuentra en una zona de alta peligrosidad, rodeada de pequeños barrios marginales con mala fama. Además, en sus alrededores se encuentran el Crematorio del Norte S.A. y el cementerio de la ciudad.
Sé que te estarás preguntando: ¿qué demonios hacía allí si lo describo como un lugar tan peligroso? Pues bien, la publicidad en su página oficial lo presenta como un espacio seguro, moderno y diseñado para los vecinos amantes de la naturaleza. Eso debería ser motivo suficiente, al menos, para visitarlo y realizar un chequeo personal de la zona, sacando así mis propias conclusiones.
Lo primero que quiero contarte es que ¡no vas a creer lo que acabo de presenciar! Las lápidas están a escasos metros de un deteriorado paredón lleno de agujeros, que apenas separa ambas instalaciones. A un costado, un terreno baldío cubierto de pasto alto y basura se extiende como un escenario desolador, sirviendo de refugio para adictos y supuestos practicantes de rituales nocturnos. Entre los restos, encontré un par de gallinas decapitadas decoradas con frutas, maíz, velas de colores y botellas de todo tipo. El hedor penetrante a orines y excremento humano que emana de ese lugar es simplemente insoportable.
Y ahí estaba yo, parado en medio de esta plaza, observando la gran cantidad de domos y cámaras distribuidas a lo largo de todo el predio. Según se dice, estas son monitoreadas por dos guardias contratados por el municipio para garantizar la seguridad de los transeúntes y vecinos que realizan actividades en el lugar.
No quiero imaginar cuántos cientos de millones de dólares pagó el Estado por estas instalaciones de esparcimiento público. Tampoco quiero imaginar por qué está pegada a un cementerio, a un crematorio y a una villa miseria, que según tengo entendido, gran cantidad de adictos y ladrones viven en ella.
Entonces, me apresuré a completar mi rutina de ejercicios antes de que el crematorio iniciara su actividad diaria de incinerar cuerpos. En ocasiones anteriores, me vi obligado a abandonar a los veinte minutos, ya que el humo denso y penetrante, producto de los cuerpos ardiendo en lo que parecía una parrilla municipal, cubría todo el parque. Este humo, con su olor inconfundible y perturbador, hacía que las pocas personas que se ejercitaban allí se retiraran rápidamente.
No pueden imaginarse el hedor que emana de los cuerpos al ser incinerados. Es algo que queda grabado en la memoria.
¡Ah, claro! —pensé para mis adentros—. La primera vez que llegué a esta plaza, por recomendación de un viejo amigo, me sorprendió encontrarla completamente vacía. Recuerdo haber dicho: "Por Dios, esto me gusta. No hay adictos, ni ladrones, ni vagabundos, y tampoco parejas en situaciones comprometedoras bajo los árboles". No voy a mentir, mi primera impresión fue positiva, pero claro, era un fin de semana por la mañana.
El crematorio permanece inactivo los fines de semana. Los habitantes de esta ciudad, en su gran mayoría, trabajan para el municipio en labores como recolección de basura, limpieza de calles, control de tránsito, registro civil, y mantenimiento de espacios públicos. No suelen ser aficionados al deporte, así que cuando vi por primera vez este terreno vacío pensé: "Este es el lugar perfecto para hacer ejercicio al aire libre, disfrutar de la naturaleza rodeado de árboles y, además, en total soledad".
No soy partidario de los gimnasios llenos de personas que se comparan entre sí, se miran constantemente al espejo y observan a los demás. Tampoco soporto las conversaciones superficiales que suelen surgir en esos entornos, del tipo: "¿Qué auto tenés?", "¿De qué trabajás?", "¿Cuánto dinero ganás?" o "¿Estás en pareja?". Sinceramente, me producen rechazo; los considero triviales. Por esta razón, cuando salgo a la calle siempre llevo gafas oscuras y auriculares, escuchando cualquier cosa que me permita evitar interactuar con ellos. Hago todo lo posible por mantenerme alejado, porque sé que no podría iniciar ningún tipo de conversación con ese tipo de personas. Estoy convencido de que jamás entenderían lo que intento decir, incluso si su vida dependiera de ello.
Mientras reflexionaba sobre estos pensamientos, de pronto alguien me tocó la espalda de forma inesperada, logrando asustarme. Me giré rápidamente y vi a una mujer de mediana edad. Tenía un rostro peculiar y llevaba ropa inadecuada para la estación más calurosa del año. En ningún momento hizo contacto visual; solo gesticuló con las manos para que me quitara los auriculares. A regañadientes lo hice, y entonces me preguntó: —¿La botella de agua que está apoyada en la bicicleta fija del parque es tuya? Le respondí rápidamente: —No, nada que ver. Sin perder tiempo, volví a colocarme los auriculares y retomé mi rutina de ejercicios.
No quiero sonar despectivo, pero ¿se han dado cuenta? Esta mujer, con una actitud maleducada, ni siquiera mostró el mínimo de cortesía básica que se enseña en las escuelas para iniciar una conversación, especialmente con un desconocido. No utilizó las palabras mágicas: "hola" y "gracias".
Por esa razón, mi respuesta fue cortante. Me incomoda profundamente la manera en que se expresan muchas personas marginadas; suelen ser agresivas, altaneras y con un lenguaje poco cuidado.
Mientras ella permanecía en el lugar, comencé a dar pequeños saltos, alejándome poco a poco. En mi mente pensaba: "¡Bueno, ya vete de una vez, maldito experimento social!".
Como si hubiera percibido mi necesidad de estar solo, finalmente dio media vuelta, caminó unos pasos, tomó la pequeña botella de agua vacía que estaba apoyada en la base de la bicicleta fija y se dirigió hacia uno de los bebederos del parque. Mientras luchaba por llenar la botella, aproveché para subirme a la barra y comenzar mis ejercicios. Una vez inmerso en mi rutina y con la adrenalina fluyendo, el encuentro anterior quedó completamente olvidado.
Al terminar mi última repetición de flexiones de brazos, levanté la vista hacia el horizonte. Justo detrás de una pequeña colina verde, diseñada para ocultar la vista lúgubre de las lápidas viejas que se extendían como las páginas de un libro abierto, la vi. Estaba sentada, observándome con una mirada penetrante. Fingí indiferencia y, aprovechando que mis gafas oscuras ocultaban mis ojos, la observé detenidamente sin que lo notara.
Pensé: "¿Y a esta piruja culo sucio que mierda le sucede?”
“Quizás sea una ladrona esperando que me aleje de la zona de seguridad para robarme el celular y las pocas pertenencias que llevo conmigo".
Luego, mi mente comenzó a divagar hacia pensamientos irracionales y extraños: "¿Y si es un espíritu? Uno de esos que invocan en el terreno baldío que separa el cementerio del crematorio". Quién sabe. Su aspecto y su mirada tenían algo inquietante, algo que escapaba a lo normal, al menos para mí. Había en ella una presencia intimidante, difícil de describir. No encajaba con la idea de una prostituta; su apariencia era como el de una cucaracha, sus rasgos eran feos, cabellos rígidos como alambres y un olor penetrante que resultaba insoportable.
Sé que cualquier persona en mi lugar podría pensar que, siendo mujer, si intentara despojarme de mis cosas, lo lógico sería someterla rápidamente y propinarle una buena paliza. Sin embargo, la situación tenía un aire tan extraño que no podía evitar sentirme desconcertado.
Cuando terminé mi rutina en la plaza, me dispuse a regresar a casa corriendo por la avenida Sobremonte. El aire cálido de la tarde se mezclaba con el sonido de mis pasos, y aunque intentaba concentrarme en mi respiración, no podía sacarme de la cabeza la imagen de aquella mujer. Había algo en su mirada, en su presencia, que me seguía inquietando.
De pronto, mientras avanzaba por la avenida Andrés Rolón, algo me hizo detenerme en seco. Allí estaba ella, sentada en un banco, con la misma ropa inadecuada para el calor y esa expresión impenetrable. Mi corazón se aceleró, pero no por el ejercicio, sino por la incredulidad. ¿Cómo demonios había llegado hasta allí tan rápido? Era imposible. No había forma de que me hubiera adelantado, a menos que... No, no quería pensar en eso.
Sin perder tiempo, aceleré mi ritmo, casi como si intentara escapar de un pensamiento que me perseguía. Pero la sensación de que algo no estaba bien no me abandonaba. Al llegar a la intersección de las avenidas Tomkinson y Rolón en la ciudad de Beccar me detuve, jadeando, y me senté en el borde de la vereda. Necesitaba calmarme, pensar con claridad.
"Debe haber una explicación lógica", me dije, tratando de racionalizar lo ocurrido. Quizás había tomado un automóvil y simplemente me había cruzado en el camino. O tal vez mi mente, sobreoxigenada por el esfuerzo, me estaba jugando una mala pasada. Podría haber confundido a esa mujer con alguien más que se le parecía. Sí, eso tenía que ser.
Sin embargo, mientras intentaba convencerme de estas teorías, una sensación helada recorrió mi espalda. No podía ignorar el hecho de que, desde el primer momento en que la vi, algo en ella no encajaba. Algo que desafiaba cualquier lógica. Y aunque intenté reanudar mi camino, esa inquietud permaneció conmigo, como una sombra que se niega a desaparecer por el resto del día…Si esta breve introducción fue de tu agrado puedes solicitar tu libro aquí book.
Capítulos
- La aparición 👈🏾
- El contagio
- La ciudad en cuarentena
- El cierre del parque
- Desesperación Científica
- Los bebederos y las cañerías rotas
- Instinto de Supervivencia
- Límites de la Razón
- El gobierno ocultó las muestras
- Los zombis de San Fernando
Aclaración obligatoria y para conocimiento del lector
“No vayas a cerrar los ojos” fue convertida en una novela rápida y republicada en una nueva versión debido a una fantasiosa y aseverada denuncia de las cinematográficas coreanas a los organismos que protegen a los inmigrantes en Estados Unidos de America, "vaya locura" sigan comiendo perros y gatos mis amigos del sur, quizá eso los motive a generar algo mas que una denuncia y sepan que solo se trata de ficción.
Nueva versión disponible desde el 29 de enero del 2025 y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio . La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.