De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal es una obra literaria hecha por el escritor chileno Walter Garib, publicada en 1988 y ganadora del premio municipal de literatura otorgado por la Ilustre Municipalidad de Santiago en 1989.
Argumento[]
La novela es protagonizada por el capitán Lázaro Carvajal, leal al gobierno del presidente José Manuel Balmaceda, de espíritu rebelde, litigioso y violento, es puesto en exilio luego de ser derrotado en las batallas de Concón y Placilla hacia 1891, en un pueblo llamado Quilacoya. El pueblo extiende sus cuatros calles en las riberas del río Biobío, fue fundada por Don Alonso de Córdoba y Córdoba. El pueblo ha pasado por distintos tipos de episodios, desde el incendio de 1822, atribuido al cacique Catrileo, hasta el terremoto de 1905, Quilacoya permaneció en el anonimato hasta el sorprendente destierro del capitán Lázaro Carvajal.
La novela inicia con el relato del hijo de Lázaro Carvajal, José Manuel Carvajal, quien nos cuenta que recibió su nombre en honor al presidente Balmaceda, su padre lucho valientemente a favor del presidente, pero fue derrotado por el ejercito del presidente Jorge Montt. Saltando de pueblo en pueblo, Lázaro Carvajal, vivió un año en permanentes huidas, en su peregrinaje rumbo al exilio conoció a su esposa, Natalia Del Carmen. De ahí ambos se dirigieron rumbo a Quilacoya donde nació su primer hijo José Manuel Carvajal.
Había muchas razones por las que decidieron permanecer en Quilacoya, como las revoluciones y guerras civiles que se estaban produciendo en el país y donde el pueblo permanecía ajeno a la realidad, salvo Lázaro Carvajal que seguía usando su uniforme con que combatió en placilla.
Viviendo en Quilacoya por más de 45 años, se encontraba el cura Francisco Saéz, quien no recordaba su lugar de origen, encargado de enseñar catecismo a la gente del pueblo y a leer la biblia, fue uno de los principales amigos de Lázaro Carvajal, con quien bebía y jugaba juegos de azar de vez en cuando.
José Manuel Carvajal, fue uno de las pocas personas que pudo estudiar en Quilacoya, por medio de una beca, en el internado de La Salle, siendo expulsado por su fuerte carácter y por pelear con sus compañeros, por defender a su pueblo. Mintiendo luego sobre sus estudios y de regreso en Quilacoya, fue recibido como un héroe, siendo puesto a pruebas sus conocimientos, logro sortear las pruebas puestas por la gente con astucia.
No aguantando el remordimiento de conciencia, José Manuel se vio en la obligación de contarle a alguien de su expulsión de Quilacoya, confiando en su hermana Lucrecia de trece años, quien era la encargada de realizar las tareas del hogar, cuando su madre se enfermaba, fue la encargada de decirle a su padre, que su hijo había sido expulsado del internado.
Lucrecia la hermana más calmada y reflexiva de la familia, era quien ponía tranquilidad en la familia cuando las cosas no iban bien, se vio afectada por una extraña enfermedad, quedando paralizada durante un largo tiempo, su hermano Orizombo Carvajal se embarco rumbo a Toltén en busca de la bruja Salomé.
Impulsado por el viento y por las corrientes del río, Orizombo deambulo por el río biobío, perdiéndose tras un largo viaje en una embarcación diseñada por él, mientras su madre colgaba un esqueleto de un salmón, para indicar que su hijo cumplia otro día de ausencia, al séptimo esqueleto vieron venir un bote en dirección a Quilacoya. Con gran rapidez Lázaro Carvajal ayudaba a amarrar el bote al pequeño muelle. El primero en salir fue un hombre de gran tamaño, cubierto por una gran barba, con unos ojos explosivos y unas manos descomunales, resulto ser un ex compañero de infantería del capitán, Pablo Valencia. El segundo en salir del bote fue Orizombo, confundido por el espectáculo que se estaba desarrollando frente a sus ojos.
Pablo Valencia le narró a su amigo que mientras cazaban perdices en la ribera, había encontrado a Orizombo por azar en un palafito, en las proximidades de la barra del río. Por un principio pensó que el chico era un forajido de la justicia, hasta cuando dio su nombre, recordando la promesa hecha por Lázaro Carvajal el día de la derrota de Placilla.
Orizombo le había rogado al sargento Pablo Valencia, que le facilitara una embarcación para continuar su viaje hacia Toltén, negándose en un principio el sargento, no tuvo más que aceptar tras la insistencia del hijo del capitán, partieron rumbo al lugar al día siguiente cuando las aguas estaban más calmadas.
