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Cannelora es un cuento popular italiano recopilado por Domenico Comparetti, que Italo Calvino incluyo en su colección Cuentos populares italianos.

Sinopsis[]

Como su esposa es incapaz de tener hijos, un rey publica un bando, anunciando que aquel que sea capaz de proporcionar un remedio eficaz, lo colmara de riquezas, pero al que solo proporcioné métodos ineficaces, lo ordenará ejecutar. Muchos se presentan en palacio con distintos remedios para proponer, pero ninguno funciona y todos terminan por ser ejecutados. Al final se presenta un pobre anciano, que le recomienda al rey que pesque un dragón marino, cuyo corazón ha de ser cocinado por una muchacha, y luego ha de darle de comer el corazón a la reina. El rey así lo hace, y pone a cocinar el corazón del dragón a una muchacha que, en cuanto huele el humo que desprende el corazón al cocinarlo, se queda embarazada. Después la reina se come el corazón y también se queda embarazada, y los hijos de la reina y la campesina nacen al mismo tiempo. El hijo de la reina es llamado Emilio, y el de la campesina, Cannelora. Los dos se crían juntos y se quieren como hermanos, y la reina al principio los quiere mucho a los dos, pero a medida que van creciendo la reina se da cuenta que no es capaz de distinguir entre su hijo y el de la campesina, y eso comienza a disgustarla. La reina cada vez siente más recelo hacía Cannelora y lo trata cada vez peor, pero Emilio lo defiende siempre que puede.

Un día que están los dos jóvenes fundiendo balas para cazar Emilio deja solo a Cannelora un momento, justo cuando la reina entra. Al ver a Cannelora, la reina le tira una de las balas incandescentes, pensando que lo matará. No lo consigue, ya que le da de refilón, pero le deja una quemadura en la frente. Justo cuando la reina va a tirarle otra bala, el príncipe vuelve y su madre se marcha. Cannelora, más por proteger a Emilio que a su madre, se cubre la herida con su sombrero, no le dice nada a su amigo, y cuando terminan de fundir las balas le anuncia que tiene que marcharse. Emilio intenta que Cannelora no se marcha y que se queda a su lado, pero es inútil, ya que el joven termina por marcharse y dejarle solo. Pero, para que sepa que está bien en todo momento, van al jardín y Cannelora clava su espada dos veces en la tierra. La primera vez brota un manantial de aguas cristalinas, y la segunda un mirto. Si alguna vez le ocurre una desgracia, las aguas del manantial se volverán turbias, y el mirto se marchitara. Los dos amigos se despiden abrazándose entre sollozos y Cannelora se marcha.

Al cabo de un tiempo Cannelora llega a una encrucijada, junto a la que hay un huerto, en el que discuten dos hortelanos. Cannelora se acerca a preguntarles a que se debe su discusión, y uno de ellos le explica que es por qué encontró dos piastras, y el otro quiere quedarse con una por que estaba con él cuando las encontró. Para poner fin a la disputa Cannelora se saca cuatro piastras y las reparte entre los hortelanos, quienes en agradecimiento le indican por que camino continuara su viaje seguro. Cannelora les da las gracias y tras avanzar un trecho se encuentra con un grupo de muchachos maltratando a una serpiente a la que habían cortado la cola. Cannelora les grita, diciendo que la dejen en paz, momento que la serpiente aprovecha para escapar. Al caer la noche Cannelora tiene tanto frío que no puede continuar su camino, y aparece en frente de él una muchacha misteriosa, que le invita a ir a su casa a calentarse. En la casa la muchacha le revela que ella es la serpiente a la que salvo de aquellos vándalos, y para demostrarlo le enseña el dedo meñique, al que le falta uno trozo por el de cola que le cortaron. En agradecimiento por salvarla, ella le invita a pasar la noche en su casa.

Cannelora pasa la noche en casa del hada y a la mañana siguiente retoma su viaje. Al llegar al bosque encuentra a una cierva con los cuernos de oro, a la que persigue para cazarla, pero no consigue atraparla. Cannelora sigue a la cierva y llega a una gruta en lo más profundo del bosque, en la que se resguarda de la lluvia. Mientras que esta en la gruta, oye una voz fuera, pidiendo que la deje entrar a resguardarse de la lluvia. Cannelora ve que la que pide que le deje pasar es una serpiente, y como ayudar a una serpiente ya le trajo suerte una vez, Cannelora no ve razón por la que no debería dejar pasar a la serpiente. Dentro de la gruta la serpiente le pide al joven que ate a su perro, ya que tiene miedo de que le muerda; que sujete al caballo, pues tiene miedo de que la aplaste con sus cascos, y que descargué la escopeta, pues tiene miedo de que se le escape un tiro. Cannelora cumple todas las peticiones de la serpiente, esta se convierte en un gigante, quién aprovechando que esta indefenso agarra al joven y lo sepulta vivo en una tumba que hay en la grieta.

En ese momento Emilio, que todos los días se asoma para ver como estaban el mirto y el manantial, al ver que las aguas se han enturbiado y la planta se ha marchitado, el príncipe se da cuenta que algo ha debido de ocurrirle a su amigo y sale a buscarle. Sus padres tratan de persuadirlo para que no vaya, pero es inútil. Emilio llega a la misma encrucijada por la que Cannelora había pasado, y se encontró con los hortelanos a los que Cannelora había ayudado a salir de la disputa. Los hortelanos le saludan, pues creen que es Cannelora, y hablando con ellos Emilio deduce por dónde fue su amigo. En agradecimiento les da otras cuatro piastras, y avanzando llega a la casa del hada en la que Cannelora había pasado la noche. El hada le saluda, pero a diferencia de los hortelanos, no le confunde con Cannelora. El príncipe le pregunta si Cannelora sigue con vida, y ella responde que sí, pero le advierte que tenga cuidado con la falsa serpiente. Emilio prosigue su viaje y le sucede lo mismo que a Cannelora: se encuentra con la cierva de cuernos de oro, la sigue hasta la gruta, estalla una tormenta, entra a refugiarse y una serpiente le pide que le deje a ella también entrar. Emilio se lo permite, y cuando la serpiente le pide que ate al perro y al caballo lo hace, pero cuando le pide que descargue la escopeta se acuerda del consejo del hada y le dispara, matándola. Una vez muerta, la serpiente se convierte en gigante. Emilio oye una voces pidiendo ayuda, y encuentra a Cannelora junto con los caballeros, príncipes y barones que el gigante ha ido capturando a lo largo de los años. Salen todos juntos del bosque y al llegar a la casa del hada esta sale a recibirlas acompañadas por un séquito de hadas. El hada se casa con Cannelora, y Emilio con otra de ellas.

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