Un cuento sobre el amor y la guerra[]

Es una novela de romance y suspenso escrita por el autor Marcos Orowitz. La novela narra la apasionada y trágica historia de amor entre un soldado estadounidense y una joven vietnamita durante la guerra de Vietnam, uno de los conflictos más sangrientos y polémicos del siglo XX.
Una novela que intentará demostrar cómo el amor puede florecer en medio de la guerra, pero también cómo la guerra puede destruir el amor. Es una novela que conmueve, emociona y hace reflexionar al lector sobre el valor de la vida, la libertad y la paz.
Si eres un aficionado a las novelas de romance no puedes perderte esta magnifica novela.
Compartido por Lucianamartinezbrinks
Capitulo 1: El arribo
John se ajustó el casco en la cabeza, sintiendo cómo la presión se sumaba a su ansiedad. Aún no podía creer que estuviera en Vietnam, en medio de un conflicto que había visto en las noticias y escuchado en conversaciones durante la cena junto a su familia. Era solo un joven de veintidós años, originario de un pequeño pueblo en Illinois, y se encontraba a miles de kilómetros de casa, inmerso en un mundo que parecía ajeno a todo lo que conocía.
Miró a su alrededor, observando a sus compañeros soldados, todos con expresiones que reflejaban una mezcla de nerviosismo y determinación. Había sido reclutado poco después de graduarse de preparatoria, y aunque había un sentido patriótico al enlistarse al ejército, obedeciendo radicalmente a la orden del tío Sam, ahora la realidad del lugar lo abrumaba. La expectación y la incertidumbre coexistían en su interior, un vaivén constante que no podía controlar ¡quizá era temor!, todos esos años masticando propaganda nacionalista le insuflaron la dosis exacta para sentirse todo un soldado, pero ese ambiente desolador, con cuerpos calcinados a un lado del camino de tierra, siendo devorados por perros y aves de rapiña, le dieron una pequeña cachetada a su espíritu varonil y esa cachetada se llamaba miedo.

“No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”
Los recuerdos de su hogar lo perseguían a cada instante. Las risas de su madre, los juegos en el campo de béisbol con sus amigos, las suaves conversaciones con su abuela en el porche al atardecer. Todo parecía tan distante, como un sueño que se desvanecía. Y aquí estaba, parte de un esfuerzo bélico que no entendía del todo, compitiendo entre la lealtad hacia su país y la confusión que lo acechaba en cada misión, porque los recuerdos jugaban un papel muy importante en su vida, tan así que a veces lo impulsaban a tomar decisiones que luego se arrepentía, pero esta vez era diferente, esta vez lo hicieron prisionero de sus principios, esos mismos principios que lo convirtieron en un hombre.
Cuando el grupo de novatos fue llamado a formarse, John sintió una punzada de ansiedad en el estómago. No podía sacudirse la sensación de que había sido lanzado a un juego cuyas reglas principales no comprendía. Miró a su alrededor, asimilando los rostros de quienes también se embarcaban en esta travesía. Todos eran tan humanos como él, algunos tratando de ocultar su temor, otros mostrando un coraje impulsado por el espíritu nacionalista, pero todos compartían el mismo destino, un destino sin futuro para el olvido.
—¿Estás bien, John? —preguntó su compañero, Mike, con una sonrisa forzada.
—Sí, solo un poco nervioso —respondió John, intentando sonar convincente.
Mientras marchaban hacia su destino, su mente divagó hacia la idea de lo que podría suceder. Podía imaginarse en casa, contando historias sobre amigos y aventuras. Pero en lugar de eso, debía enfrentar la incógnita de una guerra en el sudeste asiático. ¿Qué horror lo esperaba detrás de la siguiente incursión? La pregunta se repetía como un mantra, y aún no había respuestas.
Más allá de la incertidumbre, había algo en el fondo de su ser que anhelaba encontrar, algo que le recordara ese lazo que une a los hombres, ese sentimiento del que hablo no tiene cabida en estas manifestaciones de mortandad, el pequeño oscilador de cristal líquido en el pecho no puede atravesar la barrera que la muerte trazó para los hombres en medio de la violencia. Entonces todo lo que sentía se transformaba en un deseo que no prosperaba más allá de sus pensamientos, aferrarse a la vida, era la única alternativa viable en el frente de batalla.
“Pero quizá estoy adelantándome un poco en esta travesía bélica y eso solo lograra confundirte, mejor voy a empezar desde el preciso momento en el que este soldado descendió desde un helicóptero en tierras vietnamitas.”
John respiró hondo, sintiendo cómo un aire caliente y cargado de olores lo envolvía al descender del helicóptero. La mezcla del característico “napalm” y la tierra húmeda se amalgamaba en su sentido olfativo, un aroma que producía arcadas que se arrastraba en el aire como un recordatorio constante de la destrucción que lo rodeaba. Cada inhalación traía consigo un pequeño golpe de realidad; estaba en el corazón de Vietnam, donde las cicatrices de la guerra eran parte de eso que los seres humano tanto desprecian y que llaman vida.
Mientras el helicóptero zumbaba y se perdía en la distancia, observó la base ante él, como un pequeño mundo aislado de caos. La actividad era frenética; soldados acarreaban suministros, médicos atendían a heridos, y otros simplemente intentaban encontrar una rutina en la inestabilidad. John sintió una presión en el pecho, una sensación de que todo podía desmoronarse en cualquier momento.
A su lado, un hombre de estatura robusta y actitud decidida lo aguardaba: el teniente Felton, un vaquero de Texas cuya figura era tan imponente como su reputación. Con un sombrero de ala ancha que llevaba bajo el brazo y una mirada aguda, Felton era conocido por su conocimiento sobre las tácticas de guerra y su capacidad de sobrevivir en las incursiones más imposibles. John lo admiraba a la distancia, casi como un personaje de leyenda que había salido de las páginas de un libro de aventuras.
—Bienvenido a la fiesta, soldados —dijo Felton con un acento sureño que provocaba risa y respeto a la vez; Su voz era firme, pero había un tono de camaradería que hizo que John se sintiera un poco más en casa—. Aquí es donde hacemos que el mundo sea un lugar más seguro. Ahora, vamos a ponerlos al día.
Mientras caminaban hacia los barracones, John no pudo evitar sentirse abrumado por la energía cruda que vibraba a su alrededor. El sonido de las motos de los soldados, el ajetreo y el bullicio de una base militar en constante movimiento. Todo eso contrastaba con la noción romántica de la guerra que había tenido hasta ese momento. Aquí no había heroísmo, solo supervivencia y una lucha diaria por mantener la cordura y la humanidad en medio del horror, en pocas palabras “resistir a la muerte”.
Felton comenzó a hablar sobre las misiones, describiendo en detalle lo que era necesario hacer en la próxima incursión. Sus palabras eran apasionadas, pero también transmitían un sentido de fatiga, como si el peso de las experiencias pasadas lo acompañara siempre. John escuchaba atentamente, absorbiendo cada minuto de información, recordando que cada misión traía consigo un desafío diferente, y que cada paso en el terreno podía ser el último.
—Recuerden, muchachos —les decía Felton mientras se detenían frente a un mapa de la región—. Aquí es donde el conocimiento puede ser tu mayor aliado. Saber cuándo atacar, cuándo retirarte. En cada rincón de esta selva, hay una trampa esperándote. No dejes que te atrape.
Las palabras del teniente resonaban en su mente mezclándose con la realidad que se le presentaba. John sentía que sus decisiones podrían marcar la diferencia, pero en el fondo seguía surgiendo la incertidumbre. ¿Cuál era realmente su papel en esta guerra? ¿Era un soldado, un héroe, o simplemente un joven perdido en un conflicto ajeno, Lejano e irreversible?
Mientras se preparaban para desplazarse al campamento médico donde atenderían a los heridos, el recuerdo de su padre en el viejo hospital de Illinois vino a su mente, tiempos difíciles donde la familia supero ampliamente esa prueba que el destino les impuso sin previo aviso, una chispa en el océano de tristeza y caos que lo rodeaba. Sabía que su vida cambiaría para siempre, que su corazón no podría permanecer intacto en medio de la barbarie. Sin embargo, también había un destello de esperanza, una posibilidad de conexión que lo mantenía alerta.
Esta guerra, que deambulaba en la distancia como un monstruo devorador, no solo le robaría la inocencia, sino que también le enseñaría lecciones sobre el amor y la lucha. Y, aunque el futuro era incierto, había una parte de él que aceptaba el desafío, dispuesto a encontrar su camino a través de la tempestad.
La base militar de John estaba situada en un paisaje desgastado y demacrado, donde la vegetación densa de la selva contrastaba con los signos de destrucción que la guerra había dejado a su paso. Los árboles, altos y verdes, parecían abrazar el ambiente de muerte que los rodeaba. Se podían oír los ecos de los lamentos de los heridos y los susurros de aquellos que habían encontrado su final en este conflicto. Gentes de todas partes habían llegado aquí, muchos con sueños de grandeza, solo para ser consumidos por la brutalidad del combate.
El olor a sangre se mezclaba con el aroma del sudor y el humo. John había visto cuerpos de soldados americanos y vietnamitas caer durante los enfrentamientos, dejándolos tendidos en el barro. Imaginaba la desesperación de un ser humano enfrentándose a su fin, el asombro marcando sus rostros, y un silencio eterno que seguía a la batalla. Era un recordatorio constante de lo efímera que era la vida en la guerra, de cómo podían desvanecerse las esperanzas y los sueños en un instante.
Conforme pasaban los días, John recibió instrucciones claras sobre las directrices que debía cumplir en este nuevo entorno. Su principal objetivo era colaborar en la seguridad y defensa de la base, así como participar en las incursiones programadas, siempre bajo la supervisión del teniente Felton. La estrategia era moverse rápidamente, establecer un punto de avance y retirarse con la rapidez de la que disponían. La clave era la vigilancia y la comunicación constante.
Aunque la rutina era dura, John también se vio inmerso en la peculiaridad de la vida militar. La comida servida en la base era básica y a menudo insípida, un compuesto de conservas que dejaban mucho que desear. Las raciones consistían principalmente en arroz y frijoles, junto con algunas latas de carne en conserva. Las verduras eran escasas, y la fruta era un lujo que rara vez se podía permitir, especialmente en medio de la jungla. Mientras tanto, renovaban provisiones de vez en cuando con las entregas aéreas, aunque lo que llegara no siempre era lo que esperaban.
El agua, proveniente de depósitos controlados, era un bien preciado y debían racionarla con cuidado. No obstante, en medio del frío y lo desconocido, surgieron alivios brutales en forma de drogas que formaban parte de la realidad cotidiana. Marihuana, cocaína y otras sustancias estaban disponibles, siempre y cuando tuvieras el visto bueno de un superior, como el teniente Felton. Era una forma de lidiar con el estrés profundo y la angustia que cargaban.
Con el paso de los días, John observó cómo algunos de sus compañeros se aferraban a estas sustancias como un refugio contra el horror que vivían. En la trinchera, compartían risas estúpidas y sueños irreales, tratando de olvidar la guerra que estaba continuamente presente. Pero a medida que el uso se generalizaba, él se sintió dividido. Sabía que perderse en esas distracciones podría ser un camino hacia la perdición, descuidando todo lo que habían venido a proteger.
A pesar de la vileza del entorno, había un sentido de camaradería que surgía entre los soldados. Se reían en los momentos más oscuros, creando anécdotas que se contarían una y otra vez. Conocía nombres de sus compañeros y la vulnerabilidad de cada uno se hacía familiar. Tras el humor había frustración y miedo, emociones que intentaban ocultar detrás de las bromas. Todo eso se transformaba en un extraño abrazo de solidaridad que parecía sostenerlos en la locura de la guerra.
Y así, entre el riesgo y la lucha por la supervivencia, cada vez que escuchaba el sonido del helicóptero o la inminente detonación de un ataque, se preguntaba si alguna vez podría encontrar el camino que lo devolviera a casa.
Las noches en la selva eran un desafío constante. La lluvia caía en cortinas intermitentes, empapando todo a su paso y convirtiendo el suelo en un lodazal traicionero. John y sus compañeros avanzaban con dificultad, sus botas hundiéndose en el barro con cada paso.
—¿Alguna vez te acostumbraste a esto, Mike? —preguntó John, tratando de mantener la conversación para distraerse del frío y la humedad.
—No realmente —respondió Mike, sacudiendo la cabeza—. Pero aprendes a soportarlo. Es como todo aquí, solo tienes que seguir adelante.
El sonido de la lluvia golpeando las hojas y el suelo era ensordecedor, pero también proporcionaba una especie de cobertura natural. Los soldados caminaban en fila, sus siluetas apenas visibles en la penumbra.
—¿Qué crees que nos espera mañana? —preguntó otro soldado, cuyo nombre era Tom, con un tono de preocupación en su voz.
—Lo mismo de siempre —respondió Mike con un suspiro—. Patrullas, emboscadas, y tratar de no volvernos locos.
John miró a su alrededor, tratando de encontrar algún punto de referencia en la oscuridad. La selva parecía interminable, un laberinto de vegetación que los envolvía por completo.
—¿Alguna vez pensaste en lo que harás cuando todo esto termine? —preguntó John, intentando cambiar el tema a algo más esperanzador.
—Sí, a veces —dijo Tom—. Me gustaría volver a casa, encontrar un trabajo decente y quizás formar una familia. Pero es difícil pensar en el futuro cuando cada día aquí es una lucha por sobrevivir.
La conversación se detuvo por un momento mientras los hombres se concentraban en avanzar. La lluvia seguía cayendo, y el sonido de sus pasos se mezclaba con el sonido constante del agua.
—¿Y tú, John? —preguntó Mike—. ¿Qué harás cuando todo esto termine?
John se quedó en silencio por un momento, pensando en la pregunta
—No lo sé —respondió finalmente—. Supongo que solo quiero encontrar un poco de paz, algo que me recuerde que hay más en la vida que esto.
Los hombres continuaron caminando en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. La selva seguía siendo un enemigo implacable, pero en esos momentos de camaradería, encontraban la fuerza para seguir adelante…Si la intro fue de tu agrado no dudes en solicitar un ejemplar en tu formato preferido.
CAPITULOS
- 1 El arribo
- conociendo a la muerte
- Todo es una maldita mentira
- 2 El despertar
- Solo fue un sueño
- Despierta ahora o nunca
- 3 El amor cubre multitudes de pecados
- Mamá He vuelto a casa
- Ella es mi hija
“Un cuento sobre el amor y la guerra ” fue publicada el 29 de Junio del 2024 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio y papel de 302 paginas, La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”