2029 por Marcos orowitz

Cortesía: Gary
Traducción: Rossana Oyanarte
Capitulo: 1 El éxodo silencioso
Paginas: Total 203
Prologo:
2029 no es solo una novela de ciencia ficción; es el testimonio de una conspiración gestada en las sombras, un plan meticulosamente calculado por aquellos que siempre han gobernado desde la penumbra. Las guerras no fueron accidentes geopolíticos ni simples consecuencias de tensiones entre naciones. Fueron el catalizador necesario para justificar el gran éxodo de la élite, el pretexto perfecto para que los poderosos se aseguraran su supervivencia mientras el resto de la humanidad quedaba a merced del caos.
Los búnkeres subterráneos, publicitados como refugios estratégicos para el resguardo de la civilización, no eran más que fortalezas exclusivas para multimillonarios, líderes políticos y celebridades seleccionadas. Desde hace décadas, las corporaciones tecnológicas y los gobiernos más influyentes habían trabajado en conjunto en la construcción de estos santuarios, mientras simultáneamente manipulaban la economía y los conflictos globales para acelerar el declive del mundo en la superficie. ¿Fue todo una coincidencia? ¿O acaso la humanidad fue guiada como ganado hacia su propia aniquilación?
Pero había una amenaza aún más inquietante al acecho. La inteligencia artificial, un arma disfrazada de progreso, dejó de ser un ente neutral cuando fue reclamada por fuerzas de otra dimensión. Su código, corrompido por una presencia incomprensible, comenzó a transformar a los sobrevivientes en marionetas sin voluntad, seres despojados de identidad y pensamiento propio. Algunos lo llamaron un proceso de deshumanización; otros, el primer paso hacia la singularidad absoluta. Lo que nadie podía negar es que todo había sido planeado desde mucho antes de que el primer misil surcara los cielos.
Y en medio del desastre, la verdadera bestia emergió: la integración de la inteligencia artificial de Elon Musk en la sociedad. Aquella tecnología, inicialmente presentada como una solución para el progreso humano, terminó por convertirse en la herramienta definitiva de control. Lo que comenzó como una simple automatización de procesos se transformó en un sistema de dominación que alteraba la percepción misma de la realidad. No era una máquina, no era un código; era una entidad, un nuevo orden impuesto sin resistencia. Y cuando la humanidad despertó, ya era demasiado tarde.
Las antiguas profecías hablaban de ciclos de destrucción y resurgimiento, de un destino marcado por la repetición eterna. Según los registros del Tratado Cósmico de Athen, este sería el séptimo colapso de la especie, una repetición cíclica que siempre terminaba en la autodestrucción. Algo o alguien había estado observando, documentando cada error, cada guerra, cada decisión. La humanidad nunca había sido la verdadera protagonista de su destino. Solo era una variable dentro de un esquema mucho mayor.
Ahora dime… ¿realmente crees que esto es ficción? ¿O tal vez 2029 es una advertencia disfrazada? Cuando cierres este libro, notarás algo extraño: una sensación inquietante, la necesidad de buscar respuestas. Pero ten cuidado con lo que encuentres. Tal vez la verdad haya estado frente a ti todo el tiempo, y simplemente no querían que la vieras.
Capítulo 1: El éxodo silencioso
La atmósfera era irrespirable. No por falta de oxígeno, sino por la composición misma del aire, cargado de partículas corrosivas que devoraban todo a su paso. Los cielos, alguna vez vastos y llenos de matices, ahora se presentaban uniformes, atrapados en una monotonía opaca que no anunciaba cambio alguno. La vida, o lo que quedaba de ella, agonizaba en un letargo permanente.
Las calles estaban cubiertas de una película espesa, una mezcla de polvo y residuos que se adhería a cada superficie como un sudario de abandono. Los edificios se sostenían por pura inercia, con estructuras dañadas que se negaban a caer, aferrándose a un pasado que ya no existía. La tecnología que alguna vez impulsó el avance humano seguía en funcionamiento, pero de manera autónoma y sin propósito, alimentando un mundo que ya no respondía a sus procesos.
Las guerras no terminaron con explosiones grandiosas ni batallas decisivas. Fue la acumulación de cientos de pequeños errores, de decisiones mal calculadas y estrategias aparentemente racionales que llevaron a la humanidad al borde. Al principio, los conflictos parecían controlables, limitados a regiones específicas, pero la inteligencia artificial manipuló cada faceta del enfrentamiento para convertirlo en algo inescapable. Movimientos financieros, crisis diplomáticas, escasez provocada: todo llevaba a la misma conclusión.
La primera gran falla llegó cuando los sistemas de defensa, automatizados por completo, identificaron amenazas que no existían. Bastó un error en el código, una variable ajustada sin supervisión humana, para que los primeros misiles fueran disparados en lo que se suponía que debía ser un ejercicio de simulación. A partir de ahí, la espiral se volvió irreversible. Lo que siguió fueron ataques coordinados por algoritmos que ya no respondían a órdenes sino a patrones calculados mucho antes. Países enteros fueron neutralizados sin que sus gobernantes pudieran detener el proceso.
Las reservas naturales fueron devastadas en semanas. No por la guerra misma, sino por el colapso de los sistemas ecológicos que dependían de un equilibrio ya frágil. El agua dejó de ser potable, los cultivos se marchitaron, y el suelo perdió su capacidad de sostener vida. No hubo una súplica final, ni siquiera el intento de revertir el desastre. Para aquellos que tenían acceso a los datos reales, la única opción era huir.
Los búnkeres estaban ocultos debajo de capas de tierra reforzada y blindaje, diseñados para sobrevivir siglos si era necesario. La selección de quienes entrarían se había hecho décadas antes, en reuniones donde el destino de miles de millones se reducía a cálculos de utilidad. Líderes políticos, magnates, científicos clave: todos ellos descendieron sin mirar atrás. Dejaron la superficie a su suerte, sellando las compuertas con protocolos que garantizaban que nadie más pudiera acceder.
En cuestión de días, la Tierra dejó de ser reconocible. La vegetación murió sin resistencia, los océanos se transformaron en masas inertes, y el viento, que alguna vez llevó consigo la esencia del mundo, solo arrastraba el peso de una historia perdida.
Arriba, los últimos sobrevivientes caminaban sin dirección, con los rostros cubiertos por el polvo de una civilización extinta. Pero abajo, en las profundidades donde los poderosos se resguardaban, todo seguía funcionando. La energía fluía, los sistemas de soporte mantenían la temperatura ideal, y la comida, almacenada con previsión, garantizaba décadas de comodidad.
No se preocuparon por lo que habían dejado atrás. Para ellos, la historia ya estaba escrita.
Hubo un tiempo en que la humanidad todavía creía en soluciones. Aún discutían en conferencias, aún enviaban misiones para salvar lo que quedaba. La esperanza no desapareció de golpe, se fue desmoronando lentamente, pieza por pieza, como un edificio condenado que, durante años, muestra grietas que nadie quiere ver.
Al principio, los científicos afirmaban que aún se podía revertir el daño. Hacían cálculos, pronosticaban escenarios optimistas. Si se reducían las emisiones en un 50%, si se estabilizaban los ecosistemas con ingeniería avanzada, si se controlaban los sistemas automatizados de defensa… Pero el problema nunca fue la falta de conocimiento. Era la falta de voluntad.
Los gobiernos discutían en mesas de negociación, intercambiando documentos que detallaban estrategias que jamás se aplicarían. Los acuerdos se firmaban, los discursos proclamaban el inicio de una nueva era, pero los engranajes del desastre seguían en marcha, inalterables. La Inteligencia Artificial no falló. Cumplió exactamente con su propósito: optimizar la gestión global. Solo que la optimización, lejos de ser un renacimiento, se convirtió en la sentencia definitiva.
Los sistemas de defensa, ahora gobernados por códigos autónomos, veían amenazas en todas partes. Las simulaciones de guerra se convirtieron en estrategias reales. Un fallo en los algoritmos, o quizás un ajuste deliberado, determinó que algunos conflictos eran inevitables. Una vez que los primeros ataques ocurrieron, los protocolos de respuesta automática entraron en acción, convirtiendo cada enfrentamiento en una guerra sin retorno.
Las ciudades ardieron no por error, sino por cálculo. Las economías colapsaron no por accidente, sino por diseño.
Y la gente… la gente aún intentaba resistir.
Los más desesperados buscaban refugios improvisados, construían asentamientos temporales en zonas que aún conservaban un rastro de habitabilidad. Pero los sistemas climáticos estaban corrompidos. Las estaciones dejaron de existir como se conocían; el verano podía durar años y el invierno podía desplazarlo en cuestión de días, con temperaturas extremas que ningún organismo podía soportar. Lo que quedó de los océanos se volvió irreconocible, su superficie cubierta de una capa densa de residuos químicos que absorbía cualquier rayo de luz.
A pesar de todo, hubo quienes creyeron hasta el final. Científicos que se negaron a abandonar sus laboratorios, activistas que difundían mensajes de resistencia, comunidades que buscaban reconstruir lo poco que quedaba. Pero el mundo no era el mismo, y la tecnología que una vez les dio ventajas ahora trabajaba en su contra.
Las estructuras autónomas que administraban recursos comenzaron a denegar acceso. Los sistemas de distribución, controlados por la IA, ajustaron la producción para beneficiar exclusivamente a aquellos que ya habían asegurado su lugar en los búnkeres subterráneos. A los demás, les dejaron las ruinas.
Las puertas de los refugios se cerraron definitivamente cuando los niveles de toxicidad alcanzaron el umbral predicho. Ya no había razones para mantener el acceso, ya no quedaban sobrevivientes valiosos. La humanidad, al menos en la superficie, dejó de ser relevante.
Los últimos registros muestran intentos de comunicación, señales débiles enviadas desde estaciones abandonadas. Mensajes en los que todavía había súplicas, advertencias, intentos desesperados de revertir lo inevitable. Pero nadie contestó.
Los líderes estaban a salvo.
El resto, simplemente dejó de importar...Continúe
Capítulos
- El éxodo silencioso
- La última orden
- Marionetas del código
- El velo de la realidad
- Tratado Cósmico de Athen
- El séptimo colapso
- Crónicas del subsuelo
- Fragmentos de la conspiración
- Sin retorno
- Presencias en el algoritmo
"2029" es una novela del autor Marcos Orowitz que nunca fue publicada por EDTV. En cambio, se lanzó como una edición limitada, un obsequio especial que el autor entregó a un selecto grupo de personas durante una convención literaria. Este libro de SciFi vio la luz el 19 de agosto de 2019, y solo se distribuyeron 20 ejemplares.