
A lo largo de nuestras vidas, hemos escuchado anécdotas de familiares y conocidos que vilmente intentaban asustarnos con este maldito número. Y déjame decirte que, en muchos casos, lo han logrado. Estos miserables narradores de cuentos de mala suerte han sembrado el temor en tanta gente a lo largo de la historia humana que, si tuviéramos que calcular la cantidad exacta, seguramente esa suma terminaría en trece.
¡Pero no te asustes! Solo es un número que ha ganado fama gracias a los supersticiosos de Hollywood, los apostadores, las sectas religiosas que predominan en la oscuridad, los políticos corruptos y, sobre todo, a aquellos que han proliferado esta vieja creencia, asegurando que el número trece es símbolo de mala suerte.
En esta presentación, voy a narrarte 13 cuentos de terror que harán que este número te persiga en tus sueños por el resto de tu vida. Pero antes de eso tengo para ti una pequeña anécdota, para que vayas calentando motores antes de sumergirte de lleno en las páginas de esta aventura distorsionada de terror y dice así:
Intro gentileza: EDTV
Narración libre del autor --
"No abras esa puerta por favor"
—No puedo creer que hayas traído esa maldita llave, Franco, lo siento… pero no puedo creerlo — dijo Clara — su rostro distorsionado por el descontento mientras sus ojos se posaban en la pieza de metal oxidado que su marido sostenía con un orgullo malsano. La luz tenue del pasillo reflejaba un brillo enfermizo en su rostro, pero Clara no podía dejar de notar la sombra oscura que lo envolvía. Era como si la mismísima muerte hubiese atrapado el corazón de Franco, llevándolo a realizar esa acción y desatando un torbellino de locura que amenazaba con destruir sus vidas por completo.
—¿Para qué demonios trajiste esa llave, Franco, ¿y qué rayos hacemos aquí? — preguntó Clara, exasperada.
—Cállate —respondió Franco, con firmeza—. Estoy harto de que no podamos usar esta maldita habitación. Alguien tiene que acabar con esa superstición y creo que nosotros somos los indicados.
De repente, un recuerdo del pasado la invadió por completo, un déjà vu anunciando la misma tragedia que había causado la desaparición de su padre en un abrir y cerrar de ojos. Ella era solo una niña cuando la oscuridad se tragó por completo a su progenitor, observando cómo los gritos y gemidos atravesaban las paredes de madera del viejo hotel familiar.
—¿De qué hablas, Franco? —contestó Clara, incrédula—. Sabes muy bien que esa habitación ha estado cerrada por al menos 40 años. Fuiste testigo de las historias macabras y de homicidio que contaba mi padre. Todas esas personas muriendo sin razón alguna, ¿qué más pruebas necesitas?
Franco acarició la superficie rugosa con una intensidad casi obsesiva. Era solo una llave, se decía a sí mismo, un objeto sin significado que nadie había considerado durante años. Una mezcla de taquicardia y emoción se apoderaba de él, aunque al fondo de su mente sabía que había una historia detrás de la puerta que esa llave pretendía abrir. La risa burlona que solía acompañar sus travesuras ahora sonaba vacía en comparación con la inquietud palpitante en su pecho.
—Necesito la verdad, Clara —replicó rápidamente Franco—. Necesito que la gente de esta ciudad termine de una vez por todas con la estúpida publicidad que nos han echado como una maldición siniestra, ¡gracias a las anécdotas de tus abuelos y a la misteriosa desaparición de tu padre!
—Oh, sí, ser visitados por escritores maniáticos y jóvenes creadores de contenido, eso nos llevará a la cima, ¿verdad? —dijo, con un tono de burla—. ¡Claro que no! ¡Necesitamos cortar con el maldito yugo y mostrarle al mundo paranormal que esta habitación no fue clausurada por una demanda del estado, claro que no! —exclamó, su voz cargada de determinación—. ¡Necesitamos revertir esta historia y creo que hoy es el día, nena! Hoy vamos a desenterrar el misterio que esconde y vamos a romper con cuarenta años de maldición.
—Pero tú no te preocupes Es solo una habitación, Clara. No tiene poder. Solo es eso, —replicó él, intentando ahogar la sensación que crecía dentro de ella—. No temas —continuó Franco, sacando un arma— Mira, he traído la pistola de tu padre, la vieja Walther PP. Está cargada y créeme si te digo, nena, que sé cómo utilizarla. Solo confía en mí… ¡vamos!
—Claro, ¿y qué tal si morimos en el mismo instante en el que abres esa puerta? —replicó Clara, cruzando los brazos, su exasperación intensificándose a medida que recordaba la última vez que Franco había sucumbido a su imprudencia. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en aquella vez que un huésped mal intencionado, intentó abrir la puerta con una palanca de hierro, oh su rostro desencajado y lleno de terror, evidenciaron que en esa maldita habitación había algo mucho más oscuro que un espíritu enojado.
Franco fue incapaz de contener una risa sarcástica y contrarrestó:
—Ese mal nacido estaba muy drogado y casi no podía hablar —según los oficiales de la policía, el tipo había consumido alguna sustancia alucinógena—. Oye, tú sabes, estos dementes llegan con sus tecnologías de avanzada y, antes de comenzar a grabar para sus canales paranormales de YouTube, crean un ambiente oscuro, lúgubre y diabólico, para reunir la mayor cantidad de audiencia posible y así acelerar el algoritmo de la fama y la fortuna. Es una simple cuenta matemática, nena. ¡Eso les genera un dineral! —finalizó, con un tono de desprecio—. No seas tonta.
Pero a pesar de intentar insuflar coraje a su mujer, Franco sentía en su interior un extraño temor que se enredaba con la memoria de aquel evento, un evento que casi acaba con la vida de un huésped al intentar abrir esa puerta.
Las palabras del demente parecían cobrar vida en su mente, repitiendo: “Este número es el portador del deseo y el horror.” Cada sílaba se aferraba a su conciencia como un veneno dulce y mortal.
—Vamos —insistió él, avanzando un paso hacia Clara—. Es solo un viejo cuento. La gente exagera por diversión. Pero tarde o temprano voy a abrir esa puerta, y tú no estarás allí para ver mi éxito.
Clara dio un paso atrás, su mirada se intensificó, sintiendo un frío incómodo que se apoderaba de su aliento. Experimentaba una mezcla pasional entre el amor por su marido y el miedo que lo acompañaba. La idea de que Franco pudiera liberar algo que no comprendía del todo la aterró hasta los huesos.
—Pero ¿y si hay algo detrás? ¿Algo que no debería salir? —dijo, su voz temblando, casi como un ruego para que no llevara a cabo esa locura.
Franco se encogió de hombros, dejando en el aire un silencio que siempre precedía a algo siniestro. La imagen del oscuro pasillo flasheó en la mente de Clara, evocando una sensación de peligro inminente. Sentía la repulsión y un deseo insano de comprender esas sombras, algo asqueroso la asfixiaba, empujando tanto sus instintos como su lógica a un rincón que no quería descubrir.
—Te lo digo por tu propio bien. Hay cosas que no deberían ser... despertadas —advirtió Clara, su voz de desesperación alimentado por el terror que crecía entre ellos.
En ese preciso momento, Clara experimentó un sentimiento muy personal y profundamente humano. Impulsada por esa emoción desbordante, empujó a Franco hacia un lado del pasillo, acorralándolo contra las barandas del tercer piso. Con fervor, le dijo:
—¡Maldito necio, detente ahí! Quiero que recuerdes aquella vez en que, influenciado por tus padres, me llevaste a esa maldita clínica clandestina para abortar. ¿Lo recuerdas? ¿Acaso estás poseído nuevamente por ese espíritu mortecino que anida en algún rincón oscuro de tu patético corazón de piedra?
Franco quedó en silencio por unos segundos. Las palabras de su mujer resonaron en su mente con tal fuerza que lo hicieron reflexionar, transportándolo a aquella escena macabra. Allí había sucumbido a las fuerzas del mal, arrastrando a la joven Clara a cometer un acto inhumano.
—¡No lo sé! —respondió Franco, con energía—No recuerdo absolutamente nada. Eso pertenece al pasado. Pensé que esa historia había quedado atrás; así lo habíamos pactado, ¿verdad?
El desafío en las palabras de Clara se transformó en una amarga invitación a lo desconocido. Franco, sin poder resistir su curiosidad, se adelantó hacia la puerta. Su corazón latía desbocado mientras una mezcla de emoción y pavor envolvía sus sentidos. El sonido del metal al encontrarse con la cerradura sembró un titubeo en su acción, aunque su deseo de descubrir lo oculto lo empujaba hacia adelante.
—¿Qué hay que temer, Clara? —preguntó, tratando de infundirse valor mientras esbozaba una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. La expresión traviesa que solía tener estaba siendo reemplazada gradualmente por una obsesión oscura.
—Una llave que te llevará a la muerte. Escúchame. Esta no es una broma —advirtió Clara, su voz casi un grito; lleno de un miedo visceral que parecía justificar su locura.
La risa sarcástica de Franco, al menos para Clara, le transmitía un mensaje claro: el silencio que envolvía la habitación era una advertencia en sí mismo. Sin embargo, la decisión de su marido parecía definitiva. La presión de la realidad se volvió insoportable para Clara, hasta que un grito seco estalló en el hotel, un sonido que estremeció su ser por completo.
—¿Escuchaste eso? —preguntó, el pánico marcando cada inflexión de su voz.
Franco se detuvo, la leve sonrisa se había desvanecido y la inquietud se reflejaba en su rostro. Su mano temblorosa llevó la llave a la puerta, como si sintiera el peso de una maldición en sus dedos. La desesperación de Clara se convirtió en un grito ahogado.
—¡Franco, no lo hagas! —gritó ella, su corazón se aceleraba con cada segundo que pasaba.
Pero ya era demasiado tarde. La llave giró con un clic agudo, un sonido que vibró como risas malignas en el fondo de su mente. La puerta se abrió, y ante ellos se desplegó una oscuridad absoluta, impenetrable, que parecía devorar la luz del pasillo. Clara sintió que el frío la atravesaba, taladrando sus huesos y su cordura.
—Estás cometiendo un gran error —protestó, su tono lleno de terror y un matiz de locura que comenzaba a resquebrajar su mente.
Franco, ignorando las súplicas de Clara, cruzó el umbral. El instante siguiente fue un estruendo aterrador que resonó en sus oídos, como si algo irreparable se hubiera roto en su interior. Era una risa que nunca debería haberse escuchado.
—¿Qué has hecho? —susurró ella, la desesperación la invadía al darse cuenta de que un destino incontrolable empezaba a manifestarse en su propia vida. Los muros de la realidad parecían estrecharse a su alrededor, y un abismo oscuro comenzaba a abrirse en su mente.
El umbral oscuro parecía extenderse en una dimensión propia, como si la realidad misma se desmoronara al cruzarlo. Franco avanzó con pasos vacilantes, sus sentidos agudizados por el ambiente sombrío que lo rodeaba. Clara, incapaz de abandonarlo a su destino, lo siguió, aunque su corazón palpitara frenéticamente. Cada paso que daba sentía que algo invisible la observaba, un aliento helado que rozaba su piel.
El suelo crujía bajo sus pies, cada sonido se magnificaba en el silencio opresivo. Al avanzar, la oscuridad parecía cobrar vida, envolviendo sus cuerpos en una atmósfera de angustia. Clara intentaba mantener la calma, pero su mente se llenaba de imágenes perturbadoras, recuerdos distorsionados que nunca había experimentado antes. La sensación de estar atrapada en una pesadilla creciente era ineludible.
—Franco, ¿dónde estamos? —preguntó Clara con voz temblorosa, esperando que sus palabras no provocaran la ira de lo que se ocultaba en la penumbra.
Franco no respondió de inmediato. Estaba absorto en la extraña energía que emanaba del lugar. Podía sentir su piel hormiguear, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Finalmente, se volvió hacia Clara, su rostro pálido y ojos llenos de una determinación desquiciada.
—Es un lugar... entre mundos —dijo él, la voz baja y temblorosa—. Algo más allá de nuestra comprensión. Pero debemos seguir adelante, Clara. Debemos descubrir lo que aquí yace oculto.
La lógica de Clara se disolvía con cada palabra que Franco pronunciaba. La inquietud la invadía, pero no podía dejarlo solo. Avanzaron juntos, la oscuridad a su alrededor se volvía más densa, como si el espacio mismo se comprimiera.
De repente, un sonido gutural rompió el silencio, un ruido lejano que hacía vibrar el suelo bajo sus pies. Clara detuvo su marcha, el miedo helado paralizaba sus músculos.
—¿Qué fue eso? —murmuró ella, su voz temblorosa.
Franco, con una valentía ciega, avanzó un paso más, intentando identificar el origen del sonido. Una presencia etérea surgió de la penumbra, su figura apenas visible, pero lo suficiente para helar la sangre. Era un espíritu antiguo, atrapado en el limbo de la habitación número 13, de un pequeño hotel de paso. Sus ojos vacíos reflejaban siglos de sufrimiento y maldad acumulada.
—Bienvenidos al lugar donde las almas perdidas encuentran su fin —murmuró el espíritu, su voz como un veneno que se extendía por el aire.
Clara retrocedió, su mente luchando por procesar lo que veían sus ojos. Franco, a pesar del terror que sentía, no podía apartar la mirada de aquella aparición. La obsesión por desentrañar los secretos de aquel lugar lo mantenía firme, aunque sabía en lo profundo de su ser que habían cruzado un límite que nunca debió ser traspasado.
El espíritu se desvaneció tan rápidamente como había aparecido, dejando tras de sí una sensación de vacío abrumador. Franco y Clara se quedaron en silencio, incapaces de articular sus pensamientos. La oscuridad que los rodeaba se sentía más pesada, como si una entidad invisible los observara desde cada rincón.
—Debemos salir de aquí —dijo Clara finalmente, su voz quebrada por la desesperación—. ¡No seas necio! Por favor... ya basta. Esto va más allá de lo que podemos entender.
Pero Franco no estaba dispuesto a retroceder; La curiosidad lo consumía, y aunque su instinto le gritaba que se retirara, no podía ignorar el llamado de lo desconocido. Dio otro paso hacia adelante, decidido a enfrentarse a lo que fuera que se ocultara en aquel abismo de oscuridad.
La influencia del espíritu se volvía más fuerte a medida que avanzaban, sus mentes empezaban a traicionarles con visiones de su pasado y temores más profundos. Clara sentía la presión creciente en su mente, como si algo invisible intentara romper su voluntad. Franco, por otro lado, estaba siendo consumido por la obsesión de desvelar el misterio de la habitación 13.
Un susurro persistente se infiltró en la mente de Franco, alentándolo a seguir adelante, a descubrir lo innombrable. Clara, sintiendo que la cordura se le escapaba, agarró a su marido por el brazo, intentando detenerlo.
—Franco, por favor, vámonos. Este lugar nos está destruyendo —suplicó Clara, su voz llena de desesperación.
Pero Franco apenas la escuchaba. Estaba tan cerca de descubrir la verdad que nada más importaba. Continuó avanzando, hasta que sus pasos los llevaron a una puerta cubierta de símbolos arcanos. Al tocarla, un frío glacial recorrió su brazo, y supo que había encontrado el corazón del misterio.
—Este es el final —dijo Franco, su voz temblorosa pero decidida.
Con lágrimas en los ojos, Clara intentó detenerlo una última vez, pero Franco ya había decidido el futuro de los dos. y esa misma presencia que dormía en la oscuridad de la habitación, los envolvió con violencia, arrastrándolos hacia el abismo. Una risa diabólica y fétida impregnó el ambiente, desbordándola de locura y muerte. El espíritu se manifestó por completo, apoderándose de sus mentes y llevándolos a la locura eterna, sin poder resistirse, se entregaron al reino de la muerte, donde sus almas quedarían atrapadas para siempre...Si la presentación fue de tu agrado no dudes en solicitar un ejemplar.
Cuentos de la obra
- Trece días para dejar de beber
- Murió contando hasta trece
- ¿Adivina que día es hoy?
- Tanta mala suerte te va a matar
- Ella quería matrimonio
- Lugar y tiempo equivocado
- ¿Qué edad tiene tu hijo?
- La calle 13
- La madre de mi esposa
- Trece el numero de la Lotería
- Sentenciado a morir
- El cadáver del nicho número trece
- No vuelvas a pronunciar ese maldito numero
“13” fue publicada junto a la obra Juan Valdez la historia jamás narrada el 26 de febrero del 2025 por la editorial Vibras y está disponible en una variedad de formatos para satisfacer las preferencias de todos los lectores, incluyendo E-book, audio de 189 paginas, La novela ha trascendido fronteras, con traducciones a 25 idiomas, lo que refleja su alcance global y permite a una audiencia internacional experimentar este viaje a través del terror psicológico, todo bajo la pluma del talentoso autor Marcos Orowitz.”